José Antonio Rojas Nieto
La violenta crisis internacional

Este miércoles la Bolsa Mexicana de Valores subió 9.08%, con lo que acumula 33.7% de recuperación en relación al fatídico jueves 10 de septiembre, día en que cayeron prácticamente todas las bolsas de valores del mundo, acaso como señal de que la violenta especulación financiera desplegada de manera acelerada desde el primer trimestre de 1997 no podía continuar, so riesgo de generar una crisis sin precedente en la historia reciente de la economía mundial. La retracción de rentabilidad general de muchas economías que se empezó a registrar, precisamente a fines de 1996 y principios de 1997, y cuya primera expresión fue, sin duda, la crisis asiática.

Así, de manera infame y en grave perjuicio de las condiciones de vida en los países exportadores de materias primas, se trató de frenar el deterioro de la rentabilidad a costa de un descenso acelerado en el precio de las materias primas -el petróleo a la cabeza-, y la liquidez derivada de este drástico descenso en la factura comercial mundial se lanzó a su inmediata rentabilidad, colocándolo en prácticamente todas las bolsas de valores del mundo, especialmente en las de las economías emergentes -México entre ellas sin duda-, que en esta etapa de la adorada globalización dan todas las seguridades y garantías para el ingreso de capitales y ningún impedimento para que salgan cuando lo deseen, siempre en aras de la defensa incondicional de la libertad de mercado.

Las consecuencias no se hicieron esperar. A la exitosa elevación de los rendimientos bursátiles -hasta 1996 vinculada a una evolución positiva de la productividad de muchas economías-, se sumó, entonces, una exitosísima especulación durante 1997, llevada más allá de las posibilidades reales, merced, entre otras cosas, a la sobredemanda de valores propiciada por la alta liquidez del sistema financiero internacional, que fue dejando la baja de las materias primas. Pero poco a poco las bolsas fueron desinflándose, porque la economía mundial no dio para tanta voracidad y especulación, y las obligó a regresar a sus niveles reales de rentabilidad, como lo ejemplificó no sólo la severa y generalizada caída del jueves 10 de septiembre, sino su profundización, a pesar de la recuperación relativa de algunas bolsas como la de México, por ejemplo, que, pese a todo, acumula una pérdida de 47% en dólares en 1998; o las de Argentina (Merval), Brasil ( BOVESPA) y Chile(Igpa), que también, pese a cierta recuperación, acumulan una pérdida en dólares de 48, 38 y 40 por ciento, respectivamente, por no hablar de Hong Kong y Seul que también acumulan bajas de 31 y 9 por ciento cada una. En Estados Unidos el Dow Jones acumula 0.16% de rendimiento negativo en dólares este año; y en Europa, los altos rendimientos positivos de años y meses anteriores, disminuyen aceleradamente: de 34% positivo acumulado a los primeros días de junio se llega a sólo 18%, descontando a Rusia, y en algunos países como Inglaterra el rendimiento ya es empieza a ser negativo, de nuevo también en dólares en 1998.

¿Quién permitió esta situación y por qué? ¿Merced a qué hechos se sobrevaloraron los rendimientos de las bolsas de valores de todo el mundo? ¿Qué hizo posible el crecimiento exhorbitante de la demanda de acciones y títulos en estas bolsas, que las sobrepreció?

Unos cuantos números permiten descubrir, por ejemplo, que el descenso del petróleo liberó no menos de 120 mil millones de dólares, incrementando drásticamente la liquidez de bancos y bolsas. A esos 120 mil millones de dólares se pueden sumar los ahorros en aluminio, cobre, oro, plomo, níquel, zinc, en alimentos, en materias primas agrícolas, en todos los demás metales y, sin duda, acumulamos un ahorro mucho mayor, del que buena parte se lanzó en 1998 al violento mercado de la especulación. Y ahora estamos pagando las consecuencias. No obstante, ¡que viva el mercado! ¡Que viva la libertad de los especuladores!