No siempre piccolo é bello. El refugio en lo pequeño (en lo micro frente a lo macro, para hablar con el lenguaje esotérico tan común) puede representar, en efecto, un repliegue sobre lo local, el abandono de todo intento de hacer política, de construir alianzas para producir un cambio general superior a todas las particularidades pero, al mismo tiempo, capaz de responder al menos parcialmente a ellas y de satisfacerlas. La autogestión, de este modo, podría parecerse a una aldea africana, defendida por una empalizada de los enemigos. Por lo tanto, en una economía y una sociedad tan complejas como las actuales, podría llevar a un gran retroceso, a la gestión de la miseria, incluso al fracaso. La experiencia de los falansterios fourieristas en Estados Unidos en el siglo pasado o de las colonias anarquistas en Brasil y Argentina a principios de éste demuestra en efecto que, si la teoría del socialismo en un solo país era aberrante, aún más utópica es la idea de la pequeña comunidad separada del entorno capitalista y a éste inmune, por más vacunada que la misma esté por una sólida formación solidarística e igualitaria de sus componentes.
En este sentido son lastimosos los intentos de ver a las comunidades indígenas como ejemplos incontaminados de una relación social anterior, pura y luminosa, ya que todas ellas, en cualquier parte del mundo, están profundamente inmersas en las relaciones capitalistas imperantes a escala mundial, nacional y local y están siendo profundamente modificadas, remodeladas, diferenciadas, si no disgregadas, por esa inundación que entra por el mercado de bienes, por el de la mano de obra, por la cultura, por la lengua, por la información, por la política, por la agresión externa y por tantos etcéteras como se quiera. La autogestión no puede ser, por ende, un refugio en lo particular ni un intento de llenar simplemente, con medios pobres y sin apoyos externos, las brechas que deja el Estado al abandonar sus funciones en el desarrollo y en el campo asistencial (educación, sanidad, vivienda, cultura, aumento de la productividad del trabajo y de los recursos).
Sin embargo, la autogestión debe partir también de la realización de estas tareas, de lo local, para transformarse así en el punto de apoyo de una palanca social que mueva el país. Debe partir de la satisfacción de las necesidades que los habitantes identifican y priorizan y por las cuales están dispuestos a luchar. Porque de lo particular se puede llevar a la comprensión de lo global. Y en la lucha se forman las identidades colectivas, se crean nuevas agregaciones sociales, se cambian las mentalidades y la moral, se construyen solidaridades y direcciones políti- cas. Es la lucha de clases la que crea, forma, educa y politiza a las clases explotadas antes mismo de que éstas se identifiquen como tales porque las clases sub- alternas (y la conciencia de las mismas) se forman en una relación conflictiva con las clases dominantes (y viceversa). La autogestión no es sólo, por consiguiente, un modo de resistir y de sobrevivir sino también una escuela de democracia elemental, una práctica de la politización, un laboratorio basado en la técnica de la discusión-teorización-experiencia individual y colectiva que permite la construcción y la educación política de los sujetos sociales, la construcción de nuevas agregaciones a un nivel más elevado, la posibilidad de englobar lo particular en lo general.
¿Qué otra cosa es la experiencia del Movimiento de los Campesinos sin Tierra en Brasil, que ocupan una finca y la trabajan colectivamente, haciendo la experiencia política junto a la comercial y la administrativa y que han comprendido a partir de ella no sólo la necesidad de una reforma agraria radical sino también la de cambiar el régimen para conseguir la justicia y la dignidad que persiguen con su lucha? ¿Qué ha sucedido con las etnias de nuestro continente, que superaron los enfrentamientos interétnicos para formar un movimiento de indígenas, negros y pobres, llevando la agregación política a un nivel abstracto, superior, nacional y continental y consiguiendo así una nueva fuerza mundial?
La autogestión, pues, sólo tiene sentido si sirve de ejemplo y se generaliza, si eleva a la teoría, desde la dignidad de su práctica, lo que, incluso en los casos particulares, tiene de general y puede decirle al mundo. Así podrá conjugar democracia y anticapitalismo.
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