Cuando los electores alemanes depositen hoy su voto, habrán sancionado probablemente el más importante paso político dado desde la Segunda Guerra Mundial por un país que, sin embargo, es rico en decisiones: desde la construcción de la Alemania Federal separada de la Democrática, pasando por la era de Adenauer y la de Willy Brandt, hasta el predominio de los democristianos y la reunificación.
En estas elecciones alemanas importa, como nunca, la situación mundial. La crisis, por ejemplo, ha hecho aumentar dramáticamente el número de desocupados hasta los 4 millones, y en la antigua Alemania Democrática éstos representan casi 16 por ciento de la mano de obra.
Probablemente el voto del desempleo será adverso al canciller Helmuth Kohl, quien se ha mantenido 16 años en el poder, y la única duda es si favorecerá a los continuadores del ex partido comunista, hoy PDS, o al socialdemócrata moderado Gerhard Schroeder.
La terrible crisis rusa también tendría participación en el proceso: su impacto ha hecho perder cuantiosos recursos a los inversionistas alemanes y es probable que esta circunstancia también afecte al partido gobernante. Igualmente votará la consolidación económica de la unidad europea --faltan poco más de tres meses para que nazca el euro, la moneda única-- y, en la hora de los gobiernos de centroizquierda en Francia, Inglaterra, Italia y los países nórdicos, el canciller Kohl representa otros tiempos, los de Reagan y Bush, los de Margaret Thatcher, los de la hegemonía de la derecha francesa.
Según las últimas encuestas, Schroeder supera a Kohl por cuatro puntos porcentuales, lo que podría considerarse, pese a la ligera ventaja de los socialdemócratas, un empate técnico. Sin embargo, no debe descartarse que el voto se oriente en otra proporción o sentido, pues la competencia electoral alemana será seguramente muy reñida y, además, existe un considerable número de indecisos.
La homogeneización política de Francia y Alemania resultante de un posible triunfo de Schroeder podría favorecer no sólo una unidad más rápida del continente, como quieren los medios empresariales, sino también una aplicación más social y con mayor participación estatal de la política de mercado, estableciendo así claras diferencias con Estados Undos y las economías asiáticas.
En una palabra, en las elecciones germanas se votará, implícitamente, por la posibilidad de aumentar el peso político y económico de Alemania en el esquema financiero y geoestratégico mundial.
Si Alemania, por ejemplo, contase en los próximos días con un gobierno socialdemócrata, aliado con los Verdes o, incluso, en coalición con los democristianos, habría más posibilidades de que las propuestas francesas en materia de regulación del flujo de capitales y reforma del sistema financiero y monetario internacional fuesen adoptadas por los países europeos, y así pudiesen contrarrestar la resistencia de los sectores ultraconservadores de Estados Unidos.