Así trabajan los verdaderos artesanos, con el alma en las manos, transmitiendo en los objetos su manera de ver la vida, de pensar, de sentir, de creer y hacer, que emanan de ese río ancestral que viene en mucho, de ese fascinante mundo prehispánico, cuyo heredero directo es el arte popular.
Este aspecto de nuestra cultura tan rico, tan importante, que es quizás lo que más nos distingue de otros pueblos del mundo, uno de los que más podemos enorgullecernos, ha tenido en general poco aprecio y reconocimiento.
De hecho, fue hasta este siglo, después de la Revolución, cuando realmente se comenzó a valorar, sobre todo por parte de intelectuales y artistas como Miguel y Rosa Covarrubias, Manuel Gamio, José Chávez Morado, Porfirio Martínez Peñaloza, el Doctor Atl, Víctor Fosado, Diego Rivera y desde luego Frida Kahlo, portadora ella misma de los más bellos textiles y joyería.
Hay que recordar que el trabajo artesanal es parte de la economía rural de autoconsumo, que se realiza en un ámbito doméstico, se transmite de padres a hijos y su objetivo está asociado al uso cotidiano o a una finalidad ritual, que tiene que ver con la identidad comunitaria.
Los acelerados cambios en la vida actual están propiciando el desinterés de los jóvenes por la producción artesanal, así como la sustitución de materias primas naturales o tradicionales por productos de precio más bajo, que deterioraran la calidad y la pérdida de maestría en la elaboración de las piezas. Todo ello está poniendo en peligro muchas de las artesanías más valiosas que tenemos.
Para ayudar a contrarrestarlo, Fomento Cultural Banamex, emprendió hace tres años un proyecto trascendental llamado Apoyo al Arte Popular, con la asesoría principal de María Teresa Pomar, esa mujer de excepción que ha dedicado su vida con un amor que conmueve, a defender, apoyar e impulsar a esos maestros que nos regalan nuestro mejor y más auténtico arte. Este programa comprendió tres fases, a través de las cuales se seleccionaron 150 artesanos de excelencia, que recibieron un estímulo económico como reconocimiento a su trayectoria y se ayudó a consolidar los talleres, para facilitar la transmisión de sus conocimientos e ir formando nuevas generaciones de artesanos de gran calidad.
A partir de la consolidación de los talleres, en una segunda fase, se ha planteado la formalización de nexos comerciales, con grandes almacenes, casas comercializadoras, importadores y exportadores. Esto incluye la organización de exposiciones y giras, tanto nacionales como en el extranjero. La tercera y última etapa consistirá en el apoyo a la conversión de talleres en micro y pequeñas empresas, que generen empleo en las comunidades.
Los primeros resultados de este excelente proyecto ya se pueden ver en la maravillosa exposición Grandes Maestros del Arte Popular, que exhibe el majestuoso Palacio de Iturbide, centro cultural de Banamex, ubicado en la avenida Madero 17, en la ciudad de México. Lo que aquí se puede ver es tanto y causa emoción tan grande que es difícil de describir: lustroso barro negro de Oaxaca; de mil colores y formas de Metepec, fino como porcelana procedente de Chihuahua; bordados soberbios en trajes de tehuanas oaxaqueñas, de mestizas de Yucatán, de las distintas etnias chiapanecas, que se dan un mano a mano con rebozos de seda de Santa María y de algodón finísimo de Tenancingo y la Piedad. Madera, plata, piedra, papel, cera, metales, piel, fibras vegetales, de todo ello hay piezas maestras, que se quedan en la mente y en el corazón.
Es muchísimo más lo que hay que decir, pero lo mejor es visitarla y después degustar en el recién reabierto Prendes, de 16 de Septiembre número 10, algunos de sus platillos que también son de excelencia, como la sopa de cola de res, su filete chemita o el huachinanguito fresco a la parrilla, que usted juraría que esa mañana estaba en el mar. La atención es igualmente magnífica.