Delegación Gustavo A Madero. 21 de septiembre.
Hace 12 horas que los habitantes de la colonia Tlacaéletl, en Cuautepec Barrio Alto, defienden las 10 letrinas móviles que un grupo de Antorcha Popular pretende llevarse.
Es un pleito desigual, porque los antorchistas son 500 contra apenas medio centenar de colonos . Y también injusto, pues los de la Tlacaéletl pelearon durante cuatro meses por la instalación de las cabinas.
Rafael Carrillo Correa, asesor de la subdelegación, intenta mediar. Propone que las letrinas se guarden en sus oficinas y que se devuelvan al día siguiente.
Los vecinos se niegan. ``¿Por qué se tienen que llevar lo que no es suyo?'', argumentan.
Hace frío en lo alto del cerro, pero el funcionario suda copiosamente. Y con razón: los antorchistas colocaron tras de su espalda a un sujeto malencarado que esconde una pistola.
Tal vez por eso, para convencer a los de Tlacaéletl, el asesor ensaya todos los argumentos. Apela a la seguridad de sus familias y hasta llega a proponer que se resuelva todo con un volado.
Al final, el funcionario confiesa: ``Mañana se va a chingar quien se tiene que chingar: la delegación. Hay que darle duro, tomen el edificio si quieren''.
Aplauden los antorchistas. Los colonos se resignan. Entienden que es mejor dejar el pleito de ese tamaño.
Media hora después, retiran las letrinas. Todavía siguen esperando que las reinstalen.
Los caminos de Salazar
Antorcha Popular, sucursal Distrito Federal.
Derrotado el PRI, vacías las fuentes de dinero, el movimiento está en plena campaña contra el nuevo gobierno perredista con la misma estrategia que en el pasado les dejó pingües ganancias.
¿Quién o quienes están detrás de sus gritos y sombrerazos?
A ciencia cierta, nadie sabe. Pero en los altos círculos del gobierno capitalino se tiene la certeza de que todos los caminos del antorchismo conducen al Palacio de Covián.
Concretamente, a la oficina del subsecretario Jesús Salazar Toledano.
Con o sin PRI, el movimiento todavía infunde temor.
Investigar sus pasos implica andarse con cuidado, como si se tratara de una operación encubierta. Petición frecuente de los informantes, es el anonimato .
Uno de ellos justifica: ``Es que esos cabrones sí matan''.
No le falta razón. En las colonias donde actúan abundan las denuncias por las amenazas, despojos, robos y lesiones que cometen los antorchistas. A veces, los vecinos tienen que pedir permiso a los dirigentes para entrar a su propia casa.
Pocas denuncias terminan en averiguaciones previas. Y cuando se presentan no proceden, como ocurrió con Miguel Angel López Sánchez, vecino de Tlacaéletl, quien se atrevió a quejarse de las cuotas que le imponían y en castigo le cortaron la cara con una botella rota.
Se denuncia, la 21/00425/9602, está extraviada.
Un grupo de colonos escribió al presidente Ernesto Zedillo: ``Acudimos a presentar una denuncia y el agente del Ministerio Público nos dijo que era perder el tiempo, porque Antorcha Popular tenía infinidad de demandas que por extrañas razones jamás procedían''.
Vivir en el antorchismo es igual a un mal sueño: todos los agremiados tienen la obligación de participar en las marchas y plantones, hacer faena (así le dicen) en la comunidad, cooperar con 15 pesos a la semana para el fondo de resistencia, y comprar las publicaciones que edita el movimiento.
Cuando se regulariza un predio o se construyen viviendas, los beneficiados son obligados a entregar las escrituras o las cartas de asignación a los dirigentes, quienes las manejan a su arbitrio.
Quienes se atreven a quejarse son inmediatamente expulsados, sin que les regresen nada de lo que hayan aportado.
Esta es la raíz del miedo.
De hecho, la pelea por las letrinas de Tlacaéletl es una cuenta más en el rosario que acumula desde su primera aparición pública, cuando en 1991 invadió la Sierra de Santa Catarina, en Iztapalapa.
Clara Brugada, diputada federal por el PRD y en ese entonces activista de la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata (UPREZ), recuerda la invasión como una pesadilla.
``También amenazaron con ocupar áreas verdes de San Miguel Teotongo. Diario nos provocaban, andaban armados y presumían que nunca los podríamos sacar. Tuvimos que poner guardias día y noche, casi todas las noches se escuchaban balazos. Tuvimos que buscarles cuatro predios para que se fueran''.
¿Cuál es el secreto de su impunidad?
``Que nadie se atreve a hacerles frente'', reconoce un diputado. ``A la menor crítica te mandan a sus golpeadores o toman las oficinas, y no se mueven hasta que consiguen lo que quieren''.
La estrategia todavía funciona, incluso con el gobierno perredista. En marzo pasado, por ejemplo, los antorchistas de Gustavo A. Madero se plantaron en la explanada de la delegación para demandar maquinaria, material para construcción y pies de casa.
Consiguieron todo y hasta se llevaron pilón: el entonces delegado Jesús Flores Palafox renunció a su cargo argumentando motivos de salud.
``Yo creo que ellos lo enfermaron'', confiesa un ex colaborador. ``Imagínate, se pasaban todo el día golpeando botes en el suelo; era tortura psicológica''.
Cartas a Santa Claus
Delegación Azcapotzalco. 8 de septiembre.
Es la última reunión entre autoridades y la dirigencia antorchista. Omar Carreón, cabeza del movimiento en la demarcación, no se contiene.
Exige adoquín, pavimento, herrajes, 200 sillas, láminas, un equipo de sonido, 15 balones de basquetbol, 20 de futbol, 10 de voleibol, 25 guitarras, un bajo, 15 mandolinas, tres violines, 40 trajes regionales...
El delegado Pablo Moctezuma pide una lista por escrito. Molestos, lo antorchistas se levantan de la mesa, porque la autoridad ``nos trata con prepotencia''.
Cuatro reuniones después se plantaron frente a la Asamblea Legislativa, justo una semana antes del primer Informe de gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas.
A partir de allí la historia es conocida.
Moctezuma Barragán resume: ``Las presiones siempre les había dado resultado, sobre todo con el delegado anterior, Vicente Gutiérrez Camposeco, quien les dio alas''.
Revela que -a mediados de 1997- los antorchistas recibieron dos millones 76 mil pesos, los cuales se fueron al ``fondo perdido'' de la delegación.
En Gustavo A. Madero había 80 antorchistas ``aviadores'' al iniciar el año.
El cambio de gobierno mermó la fuerza del antorchismo.
``Sin el PRI, (sus líderes) ya no tienen contentos a los agremiados'', comenta un funcionario del gobierno perredista. ``Por eso se les están saliendo del huacal''.
Hasta el momento, Antorcha mantiene presencia en por lo menos 20 colonias de cuatro delegaciones. En el DF existen más de cinco mil domicilios registrados como antorchistas.
Se estima que puede movilizar hasta tres mil personas.
Un dato refleja su real condición: en Gustavo A. Madero, durante las elecciones de 1997, ganaron sólo una casilla en toda la delegación.
Pablo Moctezuma no duda al afirmar que su objetivo es desgastar la imagen de Cuauhtémoc Cárdenas.
``Sabían que se les iba a desalojar de la Asamblea (antes del Informe de Cárdenas). No les interesa solucionar los problemas. Hemos estado a punto de llegar a acuerdos y siempre, de última hora, los rompen con cualquier pretexto''.
El desinterés del antorchismo por sus bases es típico. Hace tres años invadieron El Caballito, un paraje en la Alvaro Obregón, y construyeron chozas en las laderas de una barranca.
Con las últimas lluvias, viviendas de 12 familias están a punto de irse al despeñadero, pero los dirigentes no quieren desalojar la zona.
Un funcionario de la delegación cuenta lo que uno de los líderes le espetó cuando hablaron de reubicar:
``Dijeron que los iban a dejar morir para que escarmentaran las autoridades. Que cayera sobre nuestras conciencias''.
La chichi
¿Por qué tanto miedo al antorchismo?
Saúl Beltrán Leyva, integrante de la dirección política metropolitana, presume: ``Es que nosotros no nos aventamos a lo pendejo. Analizamos bien las cosas y cuando tenemos todo amarrado, le damos hasta que tope''.
-¿Tienen campaña contra Cárdenas?
-Si así fuera no tendríamos este plantoncito (señala el campamento del Zócalo) ni les estuviéramos pidiendo cosas concretas, que no cuestan mucho. El 5 de octubre les vamos a traer a 15 mil cabrones para que vean lo que es ejercer presión de a deveras.
-Los acusan de promover la violencia.
-Es el mismo cuento de toda la vida. Nosotros nunca hacemos nada ilegal. Si así nos dan de palos, imagínate lo que pasaría si violamos la ley.
El psicólogo originario de Chihuahua concluye: digan lo que digan el movimiento es fuerte ``y la gente todavía nos sigue, porque se da cuenta que somos independientes. Nosotros no le andamos pidiendo chichi a ningún gobierno''.
Antorcha Campesina, la madre de Antorcha Popular, nació en Tecomatlán, Puebla, un pueblo que se caracteriza por aportar al mayor número de agentes judiciales de la entidad.
Al principio se presentó como la luz que iluminaría el oscuro camino por el que transitaba el México de los setentas.
Esa luz ya se extinguió, dice uno de los sobrevivientes a los primeros días: ``Y en su lugar queda una estela de muerte, robos e impunidad''.
Como muchos otros jóvenes de la época, el ahora profesor residente en el Distrito Federal confiesa que se dejó arrastrar por Aquiles Córdova Marín, el fundador del antorchismo.
El asunto tenía una buena dosis de aventura. Jóvenes de escuelas rurales, reclutados por los antorchistas, dejaron las aulas para ir a Tecomatlán, con el pretexto de prestar servicio social.
``En realidad, nos daban entrenamiento guerrillero. Pasábamos por el pueblo, a paso veloz, con el rifle en las manos; íbamos al río a practicar tiro al blanco. Aquiles decía que debíamos prepararnos para la insurgencia. Al final se hizo, pero contra la izquierda''.
El profesor abandonó el movimiento a los pocos meses, cuando todavía se podía desertar sin temor a represalias, ``porque después, al que se iba lo mataban''.
No participó en la revuelta que vino después, cuando Antorcha declaró la guerra a la Unión Campesina Independiente de la Sierra de Puebla, organización a la cual prácticamente exterminó.
``En 85, ya viviendo en el DF, me comisionaron para recibir a una marcha de la UCI. Llegamos a Zaragoza y vimos a 20 personas; creímos que era la avanzada, pero no. Esos pobres eran todo lo que quedó de la organización''.
Antorcha Campesina se dedicó, en los hechos, a proteger de invasiones a los latifundios. Y con esa misma idea nació Antorcha Popular, que en la ciudad de México tuvo como primer objetivo combatir a las preparatorias populares.
El primer antecedente es la Federación Nacional de Organizaciones Bolcheviques que nunca superó las fronteras del Estado de México. Años después de su desaparición -en 1984- ``Aquiles trató de fundar Antorcha Obrera, pero la CTM se opuso. Así nació Antorcha Popular, con el mismo modelo que la CNOP''.
Sin embargo, el desarrollo de esta nueva organización no fue tan acelerado. ``Su trabajo principal es en las zonas lumpen de las grandes ciudades, pero el PRI siempre les ha marcado un límite. Aquí en la capital llegaron para detener a grupos del Movimiento Urbano Popular como la Asamblea de Barrios y la UPREZ''.
Al antorchismo se lo comieron sus propios gusanos: fuera de control hasta para los priístas, se convirtió en un pesado lastre.
Aquiles Córdova sigue por allí, cada vez más enfermo a sus 60 años. El profesor sobreviviente todavía se impresiona de su carisma.
``No he conocido a una persona con ese imán tan poderoso para atraer tanta gente y engañarla'', dice.
-¿Ni Carlos Salinas?
-MmmÉ-Aquiles piensa- la verdad es que ahí se van. (Alberto Nájar).