La Jornada Semanal, 27 de septiembre de 1998



Lelia Driben

El museo que se nos fue

¿Puede un país, sin saberlo, estar conspirando contra la cultura? ¿Contra su cultura? El Centro Cultural/Arte Contemporáneo, sin duda uno de los museos vivos más visitables del país, con claros y atinados criterios de selección y exhibición de sus obras, cierra definitivamente sus puertas. Aquí, Lelia Driben traza una impecable trayectoria de lo que fue.

El Centro Cultural/Arte Contemporáneo abrió sus puertas aproximadamente en octubre de 1986. Ahora, doce años después, su clausura el día 20 de septiembre marca un hito por demás preocupante en el ambiente de las artes visuales mexicanas. SubvencionadoÊpor la Fundación Cultural Televisa, es decir, por la empresa de comunicación televisual más poderosa de América Latina, este espacio estuvo a la altura de dicho poder, pero concretando una suerte de desarrollo inverso a sí mismo. En otros términos -salvo la breve y fallida (aunque rescatable así sea por su sola intención) experiencia que buscó convertir al Canal 9 en un espacio de difusión cultural- mientras los demás canales de la compañía en cuestión mostraban y siguen mostrando una programación mediocre y excesivamente vulgar, avalada -implícita o explícitamente- por un enfoque degradador del concepto de cultura popular, el museo, enclavado sobre la avenida Campos Elíseos de Polanco, desplegó siempre una acción diametralmente opuesta a tales criterios.

En 1986, las oficinas del comité organizador del mundial de futbol realizado en México funcionaron en el edificio que, dos años más tarde, se transformó, mediante una bastante bien lograda remodelación, en un soberbio y modernísimo espacio museográfico, dotado de aproximadamente dos mil ochocientos metros para áreas de exposición. En tal escenario, Televisa pudo continuar su política de inmersión, difusión y apoyo al campo de la producción estética, que comenzara en el Museo Rufino Tamayo en 1981.

Rebobinemos: pese al antagonismo entre la baja calidad del material divulgado por los canales de la empresa y la alta calidad exhibida por el CC/AC, algo acercaba a ambos espacios, un polarizado punto en común: insisto, dentro de Latinoamérica, Televisa fue pionera en cuanto a su poder acaparador de las pantallas domésticas. Y fue, asimismo, pionera en la ciudad de México, en la gestación de un museo patrocinado enteramente por la iniciativa privada, con claros criterios curatoriales desde el principio, que determinaron una elección igualmente nítida: la de formar una colección permanente de arte actual internacional o, dicho en palabras más académicas, de obras situadas en las corrientes posvanguardistas. Un conjunto de tal magnitud y valor selectivo ubicado dentro del mencionado recorte histórico -es decir, más o menos entre mediados y fines de siglo- no existía en ningún museo de México antes de la fundación del Centro Cultural Televisa, y no existe aún en ningún espacio abierto al público dentro del Distrito Federal. Cabe agregar que la colección permanente se amplía hacia un acervo en el que predominan el arte prehispánico y las fotografías donadas por Manuel çlvarez Bravo, más otras adquisiciones del mismo género. Y, según los datos proporcionados por personal del museo, hay, además, en menor cantidad, obras de Diego Rivera, Dr. Atl, Corzas, Gironella, Rojo, Cuevas, los hermanos Coronel y otras figuras. Todo este acopio suma alrededor de tres mil piezas.

El Centro y sus estrategias

Dirigido desde sus inicios por el estadunidense Robert Littman, el Centro Cultural alternó las exhibiciones periódicas de su colección permanente (en la que se iban mutando ciertas piezas) con muestras temporales. Enumero algunas de estas últimas: El Greco, Bartolomé Esteban Murillo, José de Ribera y Goya (dentro de la secuencia ``Presencia del Museo del Prado''), ``Los Dalí de Dalí'', Edward Munch, Paul Klee, ``Los privilegios de la vista'' (compuesta por obras de todos los artistas sobre los que escribió Octavio Paz), ``Obras maestras de la pintura china de la ciudad prohibida'', ``El sueño de Egipto'', ``Tesoros de la edad del oscurantismo en Europa'', ``Imágenes guadalupanas- 4 siglos'', ``Chagall en nuestro siglo'', ``Arte actual cubano'', ``Antoni Tˆpies: grabados y libros ilustrados'', Francesco Clemente, María Izquierdo, Anselm Kielfer, el expresionismo abstracto norteamericano, instalaciones de Christian Boltanski y de Antoni Gormley, y la inolvidable exposición de las obras que Rufino Tamayo pintó hasta la década de los cincuenta. Un arco, en suma, que aproximó tradición y actualidad, antigüedad y vanguardias, arqueología y artes plásticas, lo nacional y lo extranjero, arte popular y arte ``culto''.

Última llamada, final, telón

Compuesto mayoritariamente por arte conceptual -instalaciones, arte objeto y video-, el último montaje de la colección permanente, el de la despedida, expresa uno de los ejes constituyentes del CC/AC y de la estética visual preponderante hoy en la escena mundial. Vale decir que obras que, bajo el concepto de disolución del signo en el espacio concreto y real (clarísimo ejemplo es la pieza del alemán Thomas Grünfeld, nacido en 1956), abarcan una variada cadena propositiva que discurre entre la simple inmediatez del objeto y elaboraciones más complejas o sofisticadas. Un ejemplo de lo primero es Félix González Torres (Cuba, 1957-1996) armó una pequeña pila de carteles impresos en offset que muestran un fragmento de cielo y cada visitante puede llevarse los que quiera. Veamos ahora otra cuba un poquito más costosa. ``Cuarto de luz'' -una de las instalaciones mejor logradas en esta colectiva- del norteamericano James Turrel (1943), ocupa una amplia sala a la que se entra por un corto pasillo; la total oscuridad en ese primer tramo obliga a caminar palpando la goma espuma negra que cubre los muros del pasillo; a medida que el visitante avanza por la habitación vacía la claridad crece lenta, gradualmente, hasta llegar a un espacio congelado y pleno de luz roja, intensísima, atravesada por el vapor del hielo. Para la investigación que sustenta a esta obra, donde espacio físico y luz conforman elementos eje, Turrel compró en 1978 un volcán extinto en el Desierto de Arizona. ¡Aunque el lector no lo crea!

La muestra incluyó varias generaciones de figuras definidamente conceptuales, autores que trabajaron en la linde imprecisa entre escultura y objeto, otros que replantearon el enfoque del cuadro (Gunther Umberg), y algunos más que ensamblan dibujo y pintura (Edward Ruscha, Rocío Maldonado y David Deutsch con un magnífico paisaje), como otra forma de interdisciplinaria licuación de márgenes. Algunos nombres: Gilbert & George (ingleses, 1943, 1942); los forjadores del arte povera italiano Luciano Fabro (1936), Pier Paolo Calzolari (1943), Jannis Kounellis (Grecia, 1937) y Gilberto Sorio; la fotógrafa norteamericana Cindy Sherman (1954); el español Juan Muñoz (1952); los mexicanos Magali Lara (1956), Cisco Jiménez (1969) y Germán Venegas (1959), y el brasileño Ernesto Neto. Están también las inteligentes y precisas piezas de Greg Colson (EUA, 1956); el coreano estadunidense Nam June Paik (1932) que fuera introductor del video en el arte, y el también célebre videoartista Bruce Nauman (USA, 1941).

No todas las piezas son de diez, el centralísimo Joseph Beuys (Alemania, 1921-1986) y la octogenaria francesa norteamericana Louise Bourgeois están discretamente representados, para citar sólo ciertos casos. Pero cabe afirmar que el Centro Cultural/Arte Contemporáneo cumplió una función referencial innegable en muchos aspectos. Menciono sólo uno: como espacio de alto nivel institucional, coadyuvó a la jerarquización y aceptación en nuestro medio del anacrónicamente llamado arte alternativo.

Ahora, ese vértice estimulador tanto para artistas como para museos y galerías, acaba de encontrar su fin. Las autoridades de Televisa informan que se efectuarán exposiciones itinerantes de la colección dentro y, quizá, fuera del país. También se habla, pero todo es rumor, de reinstalarlo en otro sitio. Nadie da razones claras que justifiquen su cierre, aunque se aducen problemas financieros y, en voz baja, extraoficial, probables antagonismos familiares. Si Televisa ha materializado, a través del CC/AC, una actitud empresarial moderna e inteligente en el campo de la gestión cultural, esta brusca operación desmovilizadora demuestra un comportamiento típicamente tercermundista. ¿Televisa, coherente consigo misma, vuelve sobre sus pasos de siempre? ¿O cabe esperar una magistral vuelta de tuerca como las que sabe dar: una reapertura del Centro Cultural en un edificio igual o mejor que el de Campos Elíseos, con similares y hasta perfeccionables criterios curatoriales?