La Jornada Semanal, 27 de septiembre de 1998
Desde hace tiempo tengo la sensación de que el espíritu al mismo tiempo juguetón y subversivo que habita en Mariana Frenk-Westheim, la ha hecho descreer de ese axioma que sostiene que ``el arte es largo, y la vida, breve''. Una vida no alcanza, podría traducirse esta axioma de evidente acuñación artesana, para dominar los secretos del oficio, tan intrincados como éstos son. ¿Y qué tal, sugeriría un contestatario, si prologamos la vida y abreviamos el arte? ¿Qué tal si le damos al arte el lugar de la brevedad, y hasta el del parpadeo? El reciente libro de Mariana Frenk, Y mil aventuras (Difusión Cultural de la UAM, México, 1997), parece ubicarla entre estos contestatarios. Compuestas por cuentos, breves relatos fantásticos, algunos de ellos de una imaginación delirante, y aforismos, estas aventuras parecen haber sido escritas a la aventura por alguien a quien los monumentos literarios la tienen sin cuidado. Por alguien que no se propone trascender. ``No haremos obra perdurable'', dijo Renato Leduc. Como Julio Torri, con quien tiene más que de una afinidad. Mariana Frenk ha preferido escribir ``a cuenta gotas''. Pero igual que la de Torri, su prosa, a primera vista sin arte, es una de las más fluidas y cristalinas.
Hay en los textos de Mariana Frenk-Westheim una ligereza, una risueña ironía, una crueldad a prueba de balas, un cultivado sentido del absurdo. Su imaginación, a menudo alucinante, conoce el uso diestro y hasta casi compulsivo del alfilerazo que puede ser moral o que, cuando menos, deja a la víctima en estado de postración. Confieso que tengo debilidad por sus aforismos y que me asalta la tentación de transcribirlos todos. Desde el que dice: ``Teme a los tímidos: son capaces de todo'', hasta transcribirlos todos. Desde el que dice: ``Teme a los tímidos: son capaces de todo'', hasta el que bien podría ser su contestación, de apenas dos palabras: ``Defiéndete entregándote.'' Desde el que dice, desconsolado: ``Buscar es horrible, encontrar a veces peor'', hasta este poema de un enunciado: ``Cuando vi al ángel, me nacieron alas.'' No falta la invectiva de infinita crueldad. ``(A quien corresponda). ¿Te dedicas a escribir de arte? Primero aprende el arte de escribir.'' Tampoco la humildad arrogante que resume esta reflexión: ``Quien da, está arriba. Poderosa razón para dar.'' La autocrítica favorable: ``No te desesperes si los estúpidos elogian tu obra. A lo mejor se equivocan.'' Aunque también la terrible conciencia de que el perfeccionismo conduce a la esterilidad: ``La autocrítica y el perfeccionismo son los padres de muchas obras que jamás llegan a nacer''. A esta observación cruel no le faltan justificaciones. Y es que, como reza otro de los aforismos: ``No siempre tiene uno tiempo de escribir cosas cortas.''
No se me escapa que muchos de los aforismos de Mariana Frenk son chistes disfrazados de pensamiento. Sospecho que su trato de muchos años con la obra de Sigmund Freud tiene algo que ver con esto. El chiste, este mecanismo de la brevedad que provoca risa, guarda un vínculo con el inconsciente, y el efecto de lo cómico proviene muchas veces de que lo reprimido aflora por este camino y, como por sorpresa, se diría, a la conciencia. Este chiste, por ejemplo, según lo entendido, no oculta del todo la cruz de la parroquia: ``Si se divulga que eres una persona dispuesta a escuchar a otros, pronto ya no vas a tener tiempo para escucharte a tí mismo.'' Lo siento directamente vinculado con otros dos aforismos bastante poco filantrópicos, relativos a una peculiar apreciación del vecino. Este es uno: ``¿''Hermano lobo''? Haciendo esfuerzos, podemos estar de acuerdo. ¿Pero ``hermana cucaracha''? Creo que ni San Francisco''. El segundo me parece más audaz en tanto que se inconforma de plano con esa sentencia del Evangelio que nos obligaría a querer a nuestros semejantes: ``¿Amor al próximo? Claro que sí -sobre todo si el próximo está lejos.''
Algunos de los aforismos parecen surgir de un diálogo con la filosofía. Como el que dice: ``Hay situaciones en que lo único razonable es obrar irracionalmente.''
O este otro, que si no me equivoco, trasluce una meditada lectura de una obra juvenil de Kant, en la que se aborda la idea del tiempo: las Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime. Observa Mariana Frenk: ``El tiempo, esa pesadilla, pierde algo de su horror si logramos imaginárnoslo como espacio.'' Sus reflexiones sobre la existencia me parecen notables: ``Nuestro destino se compone de dos elementos: de lo que nos sucede y lo que hacemos de lo que nos sucede.'' No se queda atrás la anotación que sigue: ``Lo que llamamos destino es, en muchos casos, nuestra incapacidad de sobreponernos al destino.'' Encuentro profundo y a la vez positivo este aforismo en torno a la memoria: ``Recordar no es rumiar el pasado. Es un acto creativo, unir lo que fue con lo que es...''. No sé si lo que sigue haya que entenderlo como una refutación instantánea del psicoanálisis: ``No te conozcas a ti mismo. Te ahorras depresiones.'' Y que la autora misma complementa en otra parte de su libro: ``A propósito de psicoanálisis: más vale querernos sin saber quiénes somos, que dejar de queremos porque ya lo sabemos.''
Algunas de sus ficciones son realmente impresionantes. Un agudo sentido del absurdo, de resonancias tétricas que recuerda a Kafka y que hace pensar en algo de lo que ha escrito Juan José Arreola, domina, por ejemplo, en ``La institución''. En otros textos, Mariana Frenk obtiene momentos de transparente poesía a partir de mínimos materiales. Uno de sus relatos, debido acaso a la tensión secreta que lo alimenta, me conduce hasta una zona en la que lo único que me faltaría son las lágrimas. Lo transcribo:
Una fábula
``Un caracol quería volverse águila. Salió de su concha, trató muchas veces de lanzarse al aire, y cada vez fracasó. Entonces decidió volver a su concha. Pero ya no cabía, pues habían empezado a crecerle alas.''
Otros de sus relatos fantásticos surgieron, atrevo una hipótesis, y esto no significa en absoluto disminuirlos, como informes para el psicoanalista. Se me quedó un buen rato en la cabeza el titulado ``Las nuevas generaciones'': Una señora de vacaciones se hospeda en un hotel. La terraza que da al mar es ocupada por las palomas. Los inocentes animalitos crecen sin que se sepa por qué y se vuelven palomas gigantes. Desplazan a la mujer, quien remata con una reflexión: ``No sé, será mejor tal vez buscarme otro lugar de descanso.'' El absurdo en estado puro de la historia tiene su miga. El hecho de por sí inexplicable de que las palomas crezcan hasta alcanzar las caderas del personaje, remite a una historia familiar, pues sale a colación el crecimiento análogo de la hija del personaje, y hasta el de sus queridas nietas. De nuevo la relación con el prójimo, entendida como algo problemático. Un dicho talmúdico citado por Emmanuel Levinas, dice así: ``No juzques a tu prójimo hasta que no te pongas en su lugar.'' Quisiera pensar que este dicho esconde una ambivalencia. Por un lado, y como algo positivo, se postula una obligación de solidaridad. Uno estaría obligado a comprender al otro, y esta comprensión tendría que ser un acto previo, preparatorio, por decirlo así, al del juicio propiamente dicho. Esta comprensión previa modulará necesariamente el acto de juzgar. Por otro lado, el enunciado no deja de traslucir una nota negativa, renuente. Implica reconocer que a menudo no sólo no soy capaz de ponerme en los zapatos de mi prójimo, sino que incluso en algunas ocasiones me siento desplazado, expulsado, vulnerado por el solo hecho de su presencia, que es como decir: No puedo ponerme en el lugar de mi prójimo porque su sola existencia me ha despojado de mi lugar.
El espesor de la historia, con sus calamidades y desgracias, hay que decirlo, también se deja adivinar en el libro. Mariana Frenk llega a México en 1930, huyendo de la persecución antisemita y de los actos previos de violencia que prepararon y desataron la segunda guerra mundial. El cuento titulado ``Dos niñas vestidas de rosa'', en tremendo contraste con la inocencia y el color de la placidez que parece ataviarlas, exhibe a través de un hilo biográfico las atrocidades de la guerra, y en especial, las cometidas por el nazismo. Bajo la facies juguetona y los sesgos infantiles de la escritora, alientan también el dolor, la crueldad, el sufrimiento. Y mil aventuras es el recuento lúcido y sin concesiones de una vida compleja que, como hijos de este siglo, y aunque nos resistamos a ver sus monstruosidades, también nos toca. Y nos toca muy hondo.