Patricia Berumen Ť Hace unos días se estrenó en México la superproducción El Zorro, dirigida por Martin Campbell y protagonizada por Anthony Hopkins y Antonio Banderas. A este mítico personaje lo conocemos por las versiones que Hollywood, la televisión y las tiras cómicas nos han brindado de él. Un rico hacendado, guapísimo, solitario y valiente que mediante un antifaz y ropas negras se convierte en una especie de Robin Hood que roba a los ricos para dar a los pobres, que enloquece a las mujeres y es capaz de vencer a sus enemigos con la espada, ha contribuido a crear la leyenda basada en un héroe de carne y hueso: Joaquín Murrieta.

Esta es su historia:

Joaquín Murrieta nació en 1832 en Logroño, España. Hermano de Luciano de Murrieta, marqués que se dedicaba a la producción de vinos. Su espíritu aventurero lo lleva a viajar a Chile, donde continúa con el cultivo de la vid. Su vida apacible se ve violentada cuando un militar, mata a su hermano en una riña. Joaquín cobra venganza matando al militar por lo que tiene que salir huyendo del país. Atraído por la fiebre del oro llega a California a mediados del siglo pasado. Se casa muy joven y se convierte en ranchero, una especie de clase media entre hacendado y campesino.

José Vasconcelos lo menciona en su Breve historia de México y nos narra cómo era California en esa época: ``Estaba poblada escasamente la provincia, pero con una raza escogida de sangre española y mexicana. Una pequeña aristocracia de la tierra había desarrollado celosa su tradición hispánica... No había soldados en ese territorio, es decir, no había mercenarios profesionales; quizá por eso mismo fue California el único territorio que se defendió de la conquista yankee con positiva gallardía... Nadie ha cantado la gloria militar de estos héroes verdaderos cuya saga debía ser material de nuestras escuelas públicas. Es entonces cuando surge El Zorro, una especie de asaltante, cuatrero y bandolero que defiende a los indios y a los mexicanos de los yankees. Usaba una capa y se cubría la cara para guarecerse de las inclemencias del clima. Murrieta llega a ser jefe de una banda que domina la comarca. Durante un asalto reconoce por un anillo que llevaba puesto a la hija de un antiguo patrón. Ella lo convence de dejar esa vida y retirarse a México, donde se dedica a la crianza de caballos cimarrones y muere. Otra versión dice que el Gobernador de California puso precio a su vida. Carteles con su rostro enmascarado se reparten en todo el territorio. Un llanero lo mata y decapita colocando su cabeza en un frasco que entrega al gobernador''.

Dice Vasconcelos: ``En la derrota de California sobrevive el orgullo de ser mexicano. Ahí hubo honor. Y no está malo perder, sino perder a lo Santa Anna''.

No sólo Vasconcelos se ocupó de El Zorro, también Neruda, en una de sus poquísimas obras de teatro, Fulgor y muerte de Joaquín Murrieta, insertado en su libro La Barcarola (1967).

Joaquín Murrieta tuvo una gran descendencia en México. Algunos de ellos tocaron la fama muchos años después, como el general Marcelino Murrieta, director del Colegio Militar, gobernador de las Islas Marías en 1937, participó en la Revolución y fue perseguido por el huertismo. El general tuvo 16 esposas y 35 hijos. Algunos de sus bisnietos figuran hoy en nuestro país y existe la Fundación Murrieta, que otorga cada año el Premio Joaquín Murrieta a mexicanos destacados como Sebastián, Amalia Hernández, Enrique Diemecke, Luis Lópezllera. Su presidente, Marco Antonio Hernández Murrieta, nos narró parte de la historia.