ASTILLERO Ť Julio Hernández López
No fueron bien servidos los intereses de la transición democrática mexicana este domingo en Guerrero y en Hidalgo. El PRD confirmó en el bravío estado sureño sus tendencias tribales y creó condiciones de disturbio interno que acaso ayuden al PRI a conservar la gubernatura en riesgo, mientras en la segunda entidad el PAN desdeñó de nueva cuenta las posibilidades de aliarse con el sol azteca para intentar en buenas circunstancias el desplazamiento del poder del partido tricolor.
Guerrero: la división previsible
Tal como lo suponían (y lo alentaron) los priístas, el perredismo guerrerense fue incapaz de organizar una elección interna de candidato a gobernador que fuese limpia y legitimadora.
Por el contrario, como siguiendo un guión que hubiese sido escrito por sus enemigos, como tocado por un sino fatal, el proceso perredista generó las condiciones adecuadas para que el PRI, con todo y sus graves conflictos internos, pueda prever con menos ahogo su futuro rumbo a los comicios constitucionales de febrero de 1999.
Lo de menos es quién ganó la candidatura perredista a gobernador y quiénes la perdieron, e inclusive el catálogo de acusaciones de robos de urnas, de acarreos, de compra de votos y de otras linduras electorales que intercambian algunos de quienes fueron aspirantes a la candidatura. Lo grave es que el PRD sigue sin poder dar los pasos necesarios para convertirse en un partido de verdad y que, en estos momentos, se consolida más como una tribu de clanes dedicados al canibalismo, cuyos principales jefes son incapaces de ponerse de acuerdo para pensar con sensatez el futuro.
En Guerrero, teniendo todo a su favor, el PRD ha vuelto a hacerse daño. Hubo desdén grave de la cúpula nacional perredista para el caso guerrerense. Nadie, ni en las tierras sureñas ni en la capital del país, fue capaz de entender y resolver el terrible reto de tener todo para ganar y no perderlo. Por el contrario, se permitieron forcejeos, riñas, acusaciones descalificatorias y hechos de manipulación y de inmoralidad electorales que dañan profundamente el espíritu opositor en aquella entidad.
En cambio, los priístas, a pesar de las batallas a navaja limpia que recientemente han librado, tienen un pegamento infalible que es el de los fuertes intereses en juego, que los mueven a complicidades absolutas. Rubén Figueroa, Angel Aguirre, René Juárez, Manuel Añorve y todos los priístas que acaban de escenificar una gresca histórica cerrarán filas irremediablemente, porque tienen espaldas que cuidarse, cuentas que aprobarse, negocios que garantizar.
Falta mucho por ver en el caso guerrerense, pero si en febrero de 1999 nos enteramos de que el PRI se recuperó electoralmente, y que el figueroísmo se mantuvo en el poder, podremos recordar ese último domingo de septiembre de 1998, cuando los perredistas fueron incapaces de elegir maduramente a su candidato a gobernador y de proponerle a la sociedad guerrerense una opción viable de cambio.
El PRI en Hidalgo: divide y vencerás
En Pachuca, los delegados panistas que participaron en la convención convocada para elegir candidato a gobernador refrendaron abrumadoramente la tendencia del partido blanquiazul que busca mantener unívoca su propuesta ideológica y electoral y, por tanto, rechaza las alianzas con otros partidos y, más en concreto, con el único de su talla como es el de la Revolución Democrática.
La tendencia solitaria del panismo puede tener fundamentos doctrinales válidos pero, en el caso hidalguense, le afectan circunstancias menos idealistas y más asentadas en los intereses mundanos.
La primera derivación estricta de la decisión panista tomada este domingo reciente es el fortalecimiento casi definitorio de las posibilidades del priísmo de seguir en el poder. Un priísmo caciquil, cerrado, acostumbrado a los peores mecanismos para mantener su hegemonía, ha recibido un candoroso paquete, con un moño blanquiazul, en cuyo interior está el acta de defunción de las posibilidades de crear una alianza electoral que pudiese enfrentar con éxito la maquinaria tricolor.
Difícil la contienda en caso de que hubiese un solo candidato en nombre de PAN y PRD; ahora el PRI tendrá el beneficio de una votación opositora dividida. Al esquema simple de esa dispersión de sufragios se suman las sospechas de que el propio priísmo gobernante estuviese impulsando la planilla panista para impedir el arribo de un peligroso candidato coaligado.
Así, por el lado panista estará el cantante y diputado federal Francisco Javier Berganza (quien resultó elegido candidato no sólo de manera automática, al ser el único registrado, pues el otro, Miguel Angel Granados Chapa, había declinado para no cohonestar un proceso que consideró viciado, sino también por el abrumador número de votos recibidos en su favor).
Por el lado perredista, acaso el candidato sea el propio periodista Granados Chapa, según las especulaciones conocidas el domingo en la convención del sol azteca, que esperaba los resultados de la blanquiazul para actuar en consecuencia, ya coaligándose o ya presentando un aspirante propio. O, lo que parece más viable, postulando a alguno de los cuadros locales, poco conocidos y seguramente de magra productividad electoral.
Por todo ello, cuando veamos, el próximo año, que se consolide el poder de la familia Rojo Lugo en Hidalgo, que el gobernador saliente Jesús Murillo Karam pretenda manejar a Manuel Angel Núñez y que el priísmo duro se haga de seis años más de vida, podremos recordar el último domingo de septiembre de 1998, cuando el PAN no quiso aliarse al PRD para enfrentar con éxito al PRI.
Chilangolandia en peligro
Los trastornos meteorológicos que afectan al mundo entero han tocado ahora al Distrito Federal. En otras latitudes hay sistemas de protección civil que han evitado que las fuerzas naturales desatadas produzcan más daños de los estrictamente inevitables. En el estado de Florida, de Estados Unidos, y en Cuba, se han vivido episodios recientes en los que la previsión humana ha logrado reducir el margen de las tragedias.
El Distrito Federal, sin embargo, vive una terrible crisis estructural, institucional y moral, que hace más peligrosos los incidentes de la naturaleza.
Durante décadas se ha creado una estructura de gobierno carcomida por las corrupciones, el descuido y la ineficiencia. Hoy, por más voluntad democrática de cambio, y por más honestidad cupular que haya, el aparato de gobierno, sus equipos, sus formas de trabajo, no parecen tener la elasticidad y el espíritu necesarios para enfrentar peligros extremos.
Astillas: ¿Y qué otros signos, emblemas o medidas podríamos ir pensando en homologar más delante con los estadunidenses?... En Sinaloa comienza a crecer la sensación de que el priísta Juan S. Millán está perdiendo terreno frente al panista Emilio Goicoechea. Millán ha tenido en contra la división de los priístas, sobre todo luego de la postulación de candidatos a las presidencias municipales, la pésima gestión del actual gobernador, Renato Vega Alvarado, y la fuerza de un panismo que gobierna en puntos urbanos importantes de la entidad...
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