Pedro Miguel
Crónica de Semira

En Bélgica se están poniendo en práctica usos novedosos para las almohadas. De ello pudo enterarse Semira Adamou --20 años, refugiada, originaria de Togo-- a quien se le cumplió su sueño de permanecer para siempre en esa nación integrante y sede de la Unión Europea. El sábado pasado la enterraron en Bruselas, en medio de una manifestación en contra de la violencia policiaca.

La muchacha abandonó su país porque su padre se empeñaba en casarla con un señor de 65 años de edad que ya tenía varias mujeres, como es habitual en varias regiones africanas. En Bélgica no le fue mejor: desde su llegada hubo de enfrentar procesos de expulsión, seis en total, además de las condiciones de vida que corresponden a los inmigrantes africanos en el paraíso terrenal de la Unión Europea.

En una de esas ocasiones incluso la metieron a la fuerza en un avión de la línea aérea belga. Ella lo contó así: ``Ocho hombres me rodearon; dos guardias de seguridad de Sabena me forzaron, me golpearon por todo el cuerpo y uno me tapó la cara con una almohada. Los pasajeros acudieron en mi defensa y dijeron que abandonarían el avión si no me liberaban''.

En torno de Semira fue gestándose un movimiento contra las expulsiones de refugiados. El 21 de julio pasado se organizó una manifestación en su apoyo frente al centro de retención de inmigrantes en Bruselas. Muchos de los detenidos escaparon, pero ella estaba encerrada en una celda y se quedó allí.

El gobierno de Jean-Luc Dehane (coalición de socialistas y demócrata cristianos) insistió en devolver a la joven a su país natal, no sólo para cumplir con la ley sino también porque ésta empezaba a volverse un símbolo. Hace ocho días la policía volvió a introducirla a una aeronave de Sabena con destino a Lomé. Habiendo agotado todos los procedimientos legales para evitar su deportación, Semira estaba inmovilizada en aquel avión, con dos policías en los asientos contiguos, y con la perspectiva de llegar a Togo para enfrentar la ira de su padre y, seguramente, casarse a la fuerza con el vejestorio polígamo al que la habían prometido. Los pasajeros restantes estaban abordando la nave. No se le ocurrió otro recurso, entonces, que ponerse a gritar.

Fue una mala idea. Los dos guardias que custodiaban a Semira le pusieron sendas almohadas sobre la cara hasta que la joven cayó en coma. En coma la sacaron del avión y la llevaron a un hospital cercano al aeropuerto. Murió unas horas después. Uno de los policías que participaron en la muerte de Semira Adamou había sido sancionado, a principios de este año, por patear a un africano detenido que se encontraba tirado en el suelo, atado de pies y manos.

Este gendarme y su compañero alegan que no hicieron nada malo, y en esa afirmación cuentan con el respaldo del ministro del Interior, Louis Tobbak, quien presentó su dimisión dos días más tarde, ante el escándalo que se suscitó. De todos modos la renuncia no le fue aceptada: el gobierno de Dehane alega que ya ha habido demasiado barullo en las oficinas del Ministerio del Interior. En abril pasado dimitió Johan Vande Lanotte, luego de la fuga de prisión del pederasta Marc Dutroux.

La ley que regula las expulsiones de inmigrantes ilegales fue aprobada por el Parlamento en 1996 y establece métodos considerados crueles e inhumanos, como taparle la cara a los prisioneros con una almohada. Sus promotores alegaron en su momento que la aprobación de esas regulaciones era necesaria para contrarrestar el avance electoral del partido racista flamenco Vlams Block, que pide la expulsión simple de los extranjeros.

La muerte de Semira ha generado un profundo malestar en la patria de Jacques Brel, que por lo demás tenía algunas manchas en su expediente de derechos humanos. En el reporte de 1998 de Amnistía Internacional, se mencionan los casos de soldados belgas en Somalia --adscritos a la misión pacificadora de la ONU-- que torturaron y violaron a varios menores de ese país. A uno le causaron la muerte, al introducirlo por más de 48 horas en un contenedor metálico, sin comida ni agua, y en medio de un intenso calor.

El sábado, en Bruselas, durante el sepelio de Semira, los manifestantes se preguntaban si el gobierno sería capaz de fabricar una almohada lo suficientemente grande como para ahogar el escándalo.