La leyenda ``Mártires del Movimiento Estudiantil'', a la ALDF
María Esther Ibarra Ť Son sus visiones -discrepantes unas, coincidentes otras-, a través de las cuales algunos ex dirigentes del Consejo Nacional de Huelga, brigadistas o integrantes de los comités de lucha del movimiento estudiantil de 1968, trazan parte de una historia aún inconclusa. Voces que, pese a sus divergencias, hace treinta años apostaron por un ideal o una convicción que sacudió las estructuras del país.
Salvador Ruiz Villegas (ex representante de la Facultad de Ingeniería en el CNH): Sin lugar a dudas, fue una provocación. Desde el 23 y el 26 de julio y luego con el bazukazo a la prepa 1, estaban claros los indicios de la represión. Cierto que había vientos revolucionarios en todo el mundo, pero no entendimos que en México al gobierno corporativista no se le escapaba absolutamente nada. Ese hilo de la provocación no ha sido suficientemente estudiado, y nosotros estábamos verdaderamente eufóricos con la fiesta, que no detectamos la represión sino hasta el 2 de octubre. Hay muchos mitos en torno al movimiento estudiantil de 68. Uno de ellos, es que no éramos los dirigentes tan chingones como se ha dicho y tampoco todos éramos revolucionarios, había incluso porros, porque nadie -a excepción del MURO- escapó al movimiento.
Joel Ortega (ex integrante del comité estudiantil de la Facultad de Economía): Si nos dedicamos a analizar el 68 de manera aldeana o desde el punto de vista de las plañideras, no vamos a entender lo que fue. Aquí y en todo el mundo, fue un movimiento profundamente subversivo. Nuestras seis demandas del pliego eran perfectamente asimilables, pero había un resorte de prevención o vacuna contra esto, es que inventamos siempre pretextos para no dialogar. En el fondo no queríamos dialogar porque teníamos un horizonte diferente, a lo mejor inviable o utópico. En las asambleas, unos pedían diálogo público en el Estadio Azteca, otros por televisión y otros más en el Zócalo capitalino. La utopía y el sueño de la revolución no se deben perder nunca. Hoy discutir el 68 para adecuar al rompecabezas del 2000, es inútil.
César Enciso (ex representante de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del IPN en el CNH): No se trata de inventar el 68 o adecuarlo a los tiempos actuales. La posición de la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos y de la Juventud Comunista fue buscar el camino de la negociación, el camino de la fuerza y cómo podíamos con base en las experiencias de los movimientos de los cuales proveníamos a nivel nacional, acordar y llegar a una solución. Otra cosa es que nosotros soñáramos con la revolución, pero sinceramente no lo capté, a lo mejor porque estaba dormido, definitivamente que de ahí el paso a la toma del poder como lo propugnaban otras fuerzas y compañeros. Esto llevó al movimiento a callejones sin salida.
Pedro Castillo (brigadista de la Facultad de Derecho de la UNAM): Nosotros teníamos la necesidad de asaltar el cielo, de cambiar nuestra sociedad y de conquistar la utopía. Ese momento histórico del 68 es la síntesis de un futuro que nos arrebataron, pero en donde se manifestaron todos los elementos de la nueva sociedad y por eso lo encapsularon. En el 68 creamos nuevas formas de organización, participación y toma de decisiones. No estoy de acuerdo en el debate que ya se daba entonces, de que no importa la forma sino el contenido. Traer el 68 al presente, es recuperar su organización en la toma de decisiones, porque nosotros no esperábamos a que pasará un año para quitar a un mal dirigente, y el que no servía en ese momento caía, como sucedió en la Facultad de Derecho.
Raúl Jardón (ex representante de la preparatoria 2 de la UNAM en el CNH): Reivindicar el 68 hoy es realmente ligarnos a las luchas populares de hoy, entre ellas la lucha del zapatismo. Encontrar cómo el 68 va forjando toda una legado que van recogiendo otros movimientos populares y que además lo van haciendo mejor y encontrando nuevas vías. Sí, queremos rememorar el 68, pero no nos interesa una conmemoración de nostalgia, y por eso el Comité 1968-1998 ha estado apoyando a las organizaciones populares y a las estudiantiles con base en sus problemas propios y actuales.
Gastón Martínez (ex representante de la preparatoria 8 de la UNAM en el CNH): Aunque no fue un acto aislado, es parcialmente cierto que el movimiento estudiantil mexicano tiene su origen en la rebelión juvenil que sucede en el mundo, porque sus demandas y expresiones, en las que por cierto ninguna es expresamente de tipo estudiantil, recogen las luchas históricas del pueblo que se venían dando desde hace muchos años. La derogación del articulo 145 y 145 bis son demandas del movimiento popular, la libertad de presos políticos no sólo se referían a los que inicialmente fueron apresados al inicio del movimiento, sino a Vallejo y Campa, a los caídos en los movimientos ferrocarriles y magisterial. Las luchas obreras de los años 48, 58 y 60 de los ferrocarrileros, los tranviarios, electricistas, de los petroleros. El movimiento estudiantil fue muy plural, democrático y, en gran medida, espontáneo, pues incluso no tuvo un plan ni estrategia. No aspiró, como algunos compañeros respetablemente lo han dicho, a ser un movimiento revolucionario. Aspiraba a ciertos cambios importantes de la vida del país, pero este fue un proceso creciente durante su desarrollo.
Pablo Sandoval (ex integrante del Comité de Lucha de la Facultad de Derecho de la UNAM): El 68 no es rayo en el cielo despejado, sino condensa toda una década de experiencias y acciones por la democracia, tanto en el ámbito universitario como en la vida nacional del país. Sus antecedentes son las luchas de los años sesenta que se dieron, entre otras, en las universidades de Guerrero y la Nicolaíta de Michoacán, el Movimiento de Liberación Nacional, convocado por el general Cárdenas en solidaridad con la revolución cubana, y con los movimientos de campesinos, médicos, ferrocarrileros, tranviarios, electricistas. A pesar de todo, de su derrota transitoria, el movimiento estudiantil del 68 fue una gran victoria política en su lucha por la democracia.
Raúl Llanos, Gabriela Romero y Fabiola Martínez Ť Luego de un prolongado y ríspido debate con la oposición, la mayoría perredista en la Asamblea Legislativa aprobó ayer colocar con letras de oro, en el frontispicio de este órgano de gobierno, la leyenda ``Mártires del Movimiento Estudiantil de 1968''.
La propuesta fue llevada a tribuna por el legislador perredista Rigoberto Nieto desde la sesión del pasado jueves. Sin embargo, en esa ocasión legisladores del PAN y PRI cuestionaron el mecanismo utilizado para llevarlo al pleno, por lo cual decidieron abandonar la sesión. Ante esa situación, los representantes del PRD plantearon una moción suspensiva, por lo que el tema se trasladó a la reunión de ayer.
La votación de 37 votos a favor, nueve en contra y cuatro abstenciones fue fiel reflejo de las intervenciones, argumentos y razonamientos que se presentaron en la tribuna de la Asamblea.
Veinte organizaciones se sumarán a la marcha conmemorativa
Alrededor de 20 organizaciones sindicales y sociales independientes participarán en la marcha del próximo viernes, para unirse a la conmemoración de los 30 años de la masacre del 2 de octubre en Tlatelolco.
Agrupados en la Coordinadora Intersindical Primero de Mayo (CIPM), los trabajadores exigieron, ``por el bien del país'', la apertura de los archivos oficiales, para que se conozca quiénes y en qué medida fueron los responsables del genocidio.
``Que se conozca la verdad profunda del genocidio en contra de la juventud entusiasta e inconforme con el autoritario régimen, y que sean enjuiciados los responsables de aquel fatídico 2 de octubre'', pidieron. Por acuerdo unánime de la asamblea plenaria, las organizaciones que la integran, además de participar en la conmemoración, reafirmarán su lucha por un gobierno obrero, campesino e indígena.
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 29 de septiembre Ť Dos diplomáticos que trabajaron en la embajada de Estados Unidos en México recuerdan que al observar la evolución del movimiento estudiantil de 1968 nunca dudaron que el gobierno mexicano estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para evitar una interrupción de las Olimpiadas, y uno de ellos informó a Washington que Luis Echeverría sería el siguiente presidente, en parte porque fue quien tomó la decisión de actuar el 2 de octubre en Tlatelolco.
``Estábamos poniendo mucha atención, así como también lo hacía la CIA'', explicó Henry Dearborn, quien en 1968 era el subjefe de misión de la embajada de Estados Unidos en México.
Robert F. Service, quien ese mismo año se desempeñaba como agregado político en la misión, indica que la percepción de Estados Unidos sobre el movimiento estudiantil era que constituía una señal de que las viejas estructuras de control ya no estaban funcionando tan eficientemente como en el pasado. ``Mi observación en ese tiempo fue que el país evolucionaba políticamente, y era más y más difícil mantener el Estado de partido único'', comentó Service.
Tras subrayar que puede haber hechos incompletos al recordar sucesos ocurridos hace 30 años, ambos diplomáticos jubilados dicen que el gobierno mexicano adoptó una decisión deliberada de actuar con mano dura en Tlatelolco.
Pocos meses después del incidente, recordó Service, escribió en un memorándum a Washington las razones por las cuales el entonces titular de Gobernación, Luis Echeverría, probablemente sería el siguiente presidente de México. ``Escribí en ese memorándum que el secretario de Gobernación tenía la ventaja que ha marcado casi toda transición en ese país. Y también tenía la ventaja por Tlatelolco: él fue quien tuvo que morder la bala y tomar acción. En la percepción del gobierno tenían que hacer algo para restablecer el control y él lo hizo''.
En entrevistas separadas con La Jornada, Dearborn y Service destacaron que en la embajada estadunidense en México en 1968 no prevalecía la sensación, en su momento, de que las protestas estudiantiles o la matanza en Tlatelolco eran hechos históricos. ``Mis recuerdos son que yo estaba trabajando, y que recibimos noticias bastante rápido de que algo había ocurrido (en Tlatelolco) y que hubo disparos y que algunas personas murieron'', dijo Service.
``Era importante, algo desafortunado, y hubiera sido mejor que no ocurriera, pero no fue tomado como un hecho en el cual se centró toda la atención'', recordó Dearborn, quien como subjefe de misión tenía el segundo puesto diplomático más alto de la sede, después del embajador Fulton Freeman.
``No entendíamos que era un parteaguas -dijo Service-. Obviamente era algo que teníamos que reportar, pero uno no estaba trabajando día y noche y los fines de semana sobre el asunto''. En ese entonces un joven oficial del servicio exterior, Service había llegado a la embajada cuatro meses antes del 2 de octubre, y su tarea era seguir la evolución de la política interna en México y reportar eso a Washington.
``Lo que nos preguntábamos era que antes el PRI lograba mantener todo esto (las protestas) fuera del ojo público, pero de repente las viejas técnicas ya no funcionaban -explicó Service-. Por lo tanto, tenían que recurrir a la fuerza. Una vez que se hizo eso, suponíamos que las cosas seguirían como antes''.
Tal como lo recuerda Dearborn, el gobierno mexicano determinó que no permitiría que los estudiantes, o cualquier otro grupo, saboteara el inicio de los Juegos Olímpicos el 12 de octubre de 1968. ``México decidió que esto no ocurriría y por eso tomaron una posición tan firme. Buscaban extinguir las protestas en Tlatelolco''. Washington, indicó, creía que el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz estaba dispuesto a adoptar acciones aún más fuertes si la represión en Tlatelolco no detenía el movimiento.
Dearborn opinó que la matanza no afectó la relación con Estados Unidos, y ambos funcionarios creen que nada cambió en la relación entre los gobiernos en Washington y México, y señalan que esta fue una época de relaciones cordiales y sin conflicto. ``Lyndon B. Johnson era presidente y era muy buen amigo de Díaz Ordaz -dijo Dearborn-. El embajador Freeman fue muy bien recibido en México. Antonio Carrillo Flores, el secretario de Relaciones Exteriores, era un buen amigo de Estados Unidos''.
El presidente consejero del Instituto Federal Electoral (IFE), José Woldenberg, consideró que el movimiento del 68 fue más que significativo porque no sólo dio cuenta de una demanda de democratización, sino que expresó una nueva sensibilidad en materia política y reclamó la vigencia de las libertades democráticas.
Al participar en un coloquio universitario sobre la legislación electoral en los últimos 30 años, sostuvo: ``1968 debe verse como un fin de época y, al mismo tiempo, el inicio de una nueva''.
Woldenberg hizo un recuento de los últimos cambios electorales a partir del 68, y aunque dijo que en ese movimiento no se habló de cuestiones electorales, sí se reclamó lo más esencial: las libertades democráticas.
``La de 1968 fue una movilización que quería cambiar sobre todo las condiciones generales de la vida política, fue una defensa en los hechos de y para desplegar una disidencia franca, para dar una discusión pública y crear un ambiente nuevo, donde las libertades pudiesen ser ejercidas'', explicó a los estudiantes de la ENEP Acatlán, de la UNAM.
Repercusiones en la reforma electoral del 77
Reconoció que los efectos del movimiento repercutieron en la reforma electoral de 1977 a la que, un año más tarde, se acogió el Partido Comunista Mexicano para registrarse y proponerse como una nueva opción partidista legal.
Por otro lado, al término de la conferencia, en breve entrevista comentó que los cambios electorales sufridos desde la primera reforma política electoral del 77 han sido para lograr elecciones transparentes, legales, confiables y que permitan la recreación de la pluralidad.
Sin embargo, al ser interrogado sobre el nuevo paso que se pretende dar con el voto de los mexicanos en el extranjero, para la elección presidencial del 2000, dijo que habría que esperar el informe que se encuentran elaborando los 13 especialistas designados por el IFE y que tendrán que entregar en noviembre próximo. (José Gil Olmos)