Rivera: la de Díaz Ordaz, decisión equivocada en un momento difícil
José Antonio Román Ť Con una vertiginosa carrera eclesiástica, que lo ha convertido a sus 56 años en el tercer purpurado más joven del Colegio Cardenalicio, el arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, afirma que la Iglesia ``no es monarquía ni democracia''. En entrevista con La Jornada, dice que ninguno de los ex presidentes de México ha sido ``ángel o demonio''; tienen aspectos positivos, pero también debilidades y deficiencias. Por ejemplo, Díaz Ordaz, en el 68, ``tomó una decisión equivocada en un momento difícil. Quiso reprimir la violencia con más violencia''.
Proveniente de una familia humilde de la sierra de Durango, el mayor de cuatro hermanos Rivera, estudió el sacerdocio en Roma durante los sesenta y fue ordenado en el 66 por Paulo VI, papa que concluyó el Concilio Vaticano II, evento que marcó el comportamiento de la Iglesia en el mundo contemporáneo. Para cumplir su vocación, el ahora cardenal acepta haber tenido muchos momentos de duda ``antes de responder al llamado del Señor'', pero comenta que éstos se disiparon después de cumplir con su servicio militar. Cuenta que de no haber sido cura, le habría gustado ser médico o tal vez astrónomo.
En la entrevista, que poco a poco toma cariz de charla personal, Rivera abandona la solemnidad que imponen los hábitos religiosos. Habla de algunos de sus gustos: la música salsera, de mariachi, los corridos y Los Beatles; las películas de Cantinflas y del Gordo y el Flaco. Confiesa haber estado ``profundamente enamorado'' de una mujer. Del movimiento juvenil de los 60, época marcada por el rock, las protestas estudiantiles en las calles, por el pelo largo y las minifaldas, dice no haber sido un espectador más, sino que formó parte él, aunque aclara: ``Nunca sentí siquiera la tentación de la droga''.
Desde sus austeras oficinas del arzobispado, días antes de viajar a Roma para detallar los temas de la próxima visita papal a México, menciona también a varios personajes polémicos de la historia. Califica a Hitler y a Lenin como dos ``hombres nefastos'' para sus pueblos y para la humanidad.
Y cuando se le pregunta qué haría si Dios le concediera un milagro, el cardenal Rivera no duda: ``Le pediría la salvación personal y de las almas que él mismo me ha confiado''.
-¿Qué fue lo que lo llevó a tomar la decisión de ser sacerdote?
-Yo pertenezco a una familia de un pequeño pueblo en donde precisamente no éramos muy cercanos a la Iglesia, pero poco a poco me fue atrayendo la figura sacerdotal. Después llegó un hombre extraordinario, José Soledad Torres, como párroco, con un gran dinamismo, y me fue atrayendo mucho más la vida sacerdotal; era un hombre muy activo, tanto en lo religioso como en lo social. Vi que algunos jóvenes de mi pueblo se acercaban y recibían instrucciones de él. Creo que ahí es cuando se hizo más consciente el llamado del Señor, pero el momento decisivo se dio después de que hice el servicio militar.
Dios habla en la historia
-¿Cómo se oye la voz del Señor? ¿Respondió al primer llamado, o tuvieron que ser varios? ¿Hubo momentos de duda?
-Dios habla en la historia y también por acontecimientos; desde el primer momento consciente de mi vida fui recibiendo indicaciones de esa naturaleza. Primero a través de ese sacerdote que te digo; después, de un grupo de compañeros que sintieron la vocación; después, el mismo sacerdote que nos iba instruyendo, y otros acontecimientos con compañeros sacerdotes y con amigos que estudiaron otras carreras. Fueron infinidad de llamados. También hubo muchos momentos de indecisión, porque también me atraían otras muchas realidades. Por supuesto que ya cuando estaba en esto muchas veces sentí yo la vocación, por ejemplo, a un monasterio, a una vida de clausura; pero también me atraía mucho el dedicar mi vida al servicio en la medicina. Hubo otro momento en que me entusiasmó la astronomía. Fueron distintos momentos en que me pregunté por dónde.
-Hace tiempo, hace algunas décadas, en el país, para el hijo de una familia humilde, con escasos recursos, como de la que usted proviene, las opciones principales (no digo que las únicas) para tener una movilidad social eran ingresar al Ejército o al seminario. ¿Esto influyó en usted?
-En absoluto. En mi pueblo no había un solo militar, nadie había ingresado a las Fuerzas Armadas, nunca nadie había entrado a un seminario, no se presentaban como opciones estas dos realidades; por eso ni siquiera hubo una duda o una tentación.
-Si a usted Dios le concediera un milagro, ¿qué le pediría?
Yo lo único que anhelo es llegar a la vida eterna, salvarme. Yo daría todo por tener la vida con Dios. No le pediría otra cosa que la salvación, personal y de los que me ha confiado.
-El ministerio sacerdotal es de expresar mucho amor, ¿pero Norberto Rivera ha estado alguna vez enamorado de una mujer...?
-Yo creo que sin amor no se explica un amor sacerdotal, yo no me imagino cómo alguien puede, sin amar profundamente a los hombres, a las mujeres, empezar a estudiar una carrera de esta naturaleza. Por supuesto que yo he estado enamorado, profundamente enamorado, de una mujer y de los hombres. Sin ese amor para mí sería inexplicable el meterme en esto y renunciar a todo lo que tengo que renunciar.
-Pero, de joven tuvo usted novia.
-No, nunca tuve novia formal.
-¿Qué implica exactamente esto de formal?
-Bueno... una relación de noviazgo. Tener amistad, lo he tenido toda mi vida y todas mis compañeras, la gente de mi pueblo, yo creo que sienten que yo los he querido y ellos me han querido, pero que alguien se haya sentido novia mía, no creo.
Relaciones personales y carrera eclesiástica
-¿Qué tan importantes son las relaciones personales para avanzar en la carrera eclesiástica?
En mi perspectiva nunca estuvo el ascenso, estuvo el realizar aquello que se me encomendaba. Yo creo que ahí cuentan mucho todas las virtudes humanas, entre las cuales también está la capacidad de relacionarse, porque yo, por ejemplo, me ordené con el anhelo de estar en una parroquia, en una comunidad de tipo rural como fue la mía en la diócesis de Durango, pero solamente me dejaron un año en un lugar así y me trasladaron a un seminario y me dedicaron a algo para lo cual jamás me imaginé que iba a ser llamado: para ser profesor.
-En su caso, ¿han influido estas relacionen con el resto de los obispos para que usted sea ahora el arzobispo primado de México y uno de los cardenales de la Iglesia católica?
-Yo no sé si han influido o no, pero en todo momento he procurado llevar una buena relación con todos aquellos a los cuales les tengo que servir.
-Entre los Papas que ha tenido la Iglesia, ¿a quién de ellos admira más, y por qué?
He conocido a tres Papas, con los cuales he tenido una relación personal, y en cada uno de ellos admiro un aspecto, en otros otro. De Juan XXIII, que es el primer Papa que conocí, lo que más admiraba era su sencillez, su humildad, su facilidad para llegar a la gente. Después llegué a conocer a Paulo VI, a mí me maravillaba su capacidad intelectual, su inteligencia, su agudeza, su amor a Jesucristo y sobre todo su fortaleza en las decisiones. Parecía un hombre débil pero al mismo tiempo el que tomaba las decisiones fuertes. Con él hubo una relación muy personal, él me hizo el favor de invitarme para ordenarme, se creó ahí, además de esa admiración, un cariño y una estima muy especial. Del Papa actual, me maravilla su capacidad de liderazgo, los extraordinarios carismas que tiene, su capacidad para las lenguas, su facilidad para conducir a la Iglesia, porque las cosas más difíciles las toma de una manera tan sencilla y cuando parece que no tiene solución tiene una respuesta acertada. De Juan Pablo I, no tuve la dicha de conocerlo.
Una renovación que nadie esperaba
-Cuando estudiaba en Roma el sacerdocio, se llevó a cabo el Concilio Vaticano II. ¿Qué fue lo más importante, desde su perspectiva personal, que dejó ese concilio?
-Sí, viví todo el concilio. Lo que más me maravilló en ese tiempo es que había una gran libertad para que pudiéramos escuchar a los congresistas, las ponencias de los distintos episcopados, y ver cómo todas esas corrientes y pensamientos se iban solidificando en decretos y normas que finalmente le dieron a la Iglesia una renovación que nadie, ni siquiera los Papas que lo convocaron, habían pensado. La Iglesia se renovó profundamente, se abrió al mundo contemporáneo y al momento presente, de tal manera que lo que ahí se inició ya nadie lo podían parar.
-Si en sus manos estuviera transformar o cambiar algo de la Iglesia, ¿qué sería y por qué?
-Me gustaría contribuir a que sucediera un mayor entusiasmo, un mayor ardor, una mayor capacidad de contagio de aquello que creemos. Que la Iglesia creciera y que todos, sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, estemos al servicio del Evangelio, para hacer más creíble aquello en lo que creemos.
La iglesia, ni monarquía ni democracia
-Muchas voces, incluso dentro de la Iglesia, señalan que la estructura eclesiástica debiera ser más horizontal, más democrática. ¿Comparte usted esta idea?
-Dentro de la Iglesia, y también en el exterior, hay dos extremos que se tocan. Hay un extremo que propugna por una mayor democracia en la Iglesia y hay otros que defienden una mayor estructura piramidal. Yo creo que la Iglesia ni es una monarquía ni es una democracia, es una comunión, y desde esa comunión yo estoy totalmente de acuerdo en que se debe promover una mayor participación de los laicos y esa ha sido una prioridad en la arquidiócesis de México.
-¿Qué música le gusta escuchar además de lo estrictamente religioso?
-Me gusta todo tipo de música. Escucho bastante la clásica, pero me encanta la música popular; yo soy gente del pueblo y no puedo tener otros gustos más que esa que entusiasma al pueblo. Me gusta la música salsera, el mariachi, los corridos. Me gusta la música alegre.
-¿Qué piensa de las películas de Pedro Infante y de las canciones de José Alfredo Jiménez y de Agustín Lara?
-Yo creo que hay un acervo, todo un patrimonio musical en México, que no solamente disfruto, sino quisiera que eso se fomentara, porque forma parte de nuestra identidad nacional. Tenemos una expresión musical que envidian muchos países de este continente y de otras partes del mundo. Para mí esa música es maravillosa, la disfruto. Quisiera que permaneciera y no nos dejáramos invadir de otro tipo de música, aunque también es bueno estar abierto a otras expresiones, pero jamás perder eso que como mexicanos tenemos. Sí, con todos sus defectos y todas sus expresiones, a veces no tan felices, pero es nuestra, ya sean trágicas, melancólicas y nostálgicas, pero así somos y eso nos llena.
-¿Qué películas ve, qué actor es su favorito, qué actriz?
-Aquí sí me agarras en curva, porque desde que estoy en México (1995) no he visto películas. Estando en Tehuacán (de donde fue obispo 10 años) todavía veía yo muchas películas. Pero me gustan las detectivescas, las de argumento, de mensaje, pero también me encantan, por ejemplo, yo disfruté a Cantinflas, al Gordo y el Flaco, es decir, aquellas películas que me divierten, que me relajan.
-En su primera juventud fue el tiempo del rock, de los ideales de paz y amor, del pelo largo, de las minifaldas. Usted estaba en Europa en ese momento, ¿qué piensa de todo ese movimiento?
-Yo no fui espectador de ese movimiento, yo fui parte de esa juventud que disfrutó esa música y que disfrutó esas expresiones.
-¿También Los Beatles?
-Por supuesto. Te puedo decir que a nuestro colegio fueron de los grupos que en Inglaterra más éxitos estaban teniendo en ese momento, fueron a tocar ahí, porque éramos jóvenes y nos gustaba disfrutar de las expresiones de la juventud. Por supuesto falda nunca use, sólo la sotana completa.
-Señor, en ese momento también empezó a aflorar, a consumirse la droga entre la juventud...
-Yo nunca, ahí te puedo decir sinceramente, sentí siquiera la tentación de la droga; de lo único que sentí tentación -y caí fuertemente- fue en el tabaco, pero hace 30 años que dejé totalmente el cigarro y no he vuelto a fumar uno solo.
Hitler y Lenin, nefastos para el mundo entero
-En la historia de la humanidad, incluyendo la de México obviamente, ha habido hombres polémicos. ¿Qué piensa de Hitler, Lenin, Porfirio Díaz, Gustavo Díaz Ordaz y Lázaro Cárdenas?
-Yo creo que Hitler es un hombre totalmente equivocado, y al tomar ese camino arrastró a su pueblo. Pienso que los ideales de él deben ser repudiados por la humanidad porque llegar a un racismo como él lo practicó es la negación del hombre mismo. No comparto para nada la grandeza de ese personaje.
``De Lenin estoy casi en el mismo nivel que con Hitler. Para mí son personajes que han equivocado su vocación de liderazgo, su vocación de autoridad, y que por lo tanto han tenido expresiones muy amargas para la humanidad. Yo creo que sus acciones han sido nefastas para su país y el mundo entero.
``De Porfirio Díaz tengo poco conocimiento, ni me atrae ni lo rechazo. No creo que sea un personaje extraordinario.
``De Gustavo Díaz Ordaz, nunca tuve ningún contacto directo con él. La impresión que tengo de él es que era un hombre con gran sentido del humor, pero hasta donde yo tengo entendido también tomó una decisión equivocada en un momento difícil de México. Yo no creo que las armas... yo no creo que la violencia se deba reprimir con violencia, porque la violencia estaba en México y él quiso reprimir esa violencia con más violencia y eso no es un camino para nada.
``Respecto de Lázaro Cárdenas, yo creo que en México no hay ángeles ni demonios. Yo creo que todos los presidentes y todos los personajes que han marcado nuestra historia tienen un aspecto bueno que debiéramos imitar, pero también, como todos, tienen su parte débil, sus deficiencias y sus limitaciones. Me imagino que en esa categoría debiéramos enmarcar a don Lázaro.''