No sale el sol ni cesa la lluvia y sigue la noche entoldada. Bajo el cielo nublado la tierra guarda silencioso misterio. La naturaleza no lleva más que la voz de los ríos y riachuelos al arrastrarse tumultuosamente, en crecida con un rumor sordo y continuo. Flotan los ríos desbordados por las callejas; hierbajos, ramas muertas, árboles arrancados de cuajo, objetos sin forma que pasan cual espectros. Algunas veces el techo de una vivienda destrozado, un mueble, una puerta salida de madre, todo deslizándose en las aguas sombrías de incierta marcha.
En medio de las corrientes flota un árbol de robusto tronco, cuyas ramas se hunden. En aquel árbol se mueve algo, ``alguien''. Hay unas sombras junto a las ramas. De éstas se prende desesperadamente México. Ya no grita ni pide auxilio. En la noche su voz se confunde con el clamor rumoroso de los ríos desbordados. Inútil gritar, además, nadie lo escucha. Una pesada somnolencia lo invade. Sus pies se hunden en la corriente. No piensa ya en nada. Sólo cree que aquel río de aguas negras tiene su término en la región de la muerte.
La corriente se lo llevó sin detener su curso y al llegar la noche quedó en la inmensa soledad silenciosa. Su voluntad desfallece, sus párpados se cierran insensiblemente y la frialdad del agua le traspasa la piel. No puede dormir, el miedo a la muerte lo mantiene despierto aunque su pensar es confuso. No espera ya escuchar en la sombra alguna voz de alguien que pueda salvarlo. Alucinado ve pasar por el cielo fantasmas (el 68 entre otros) que dejan a su paso un rastro luminoso.
Los fantasmas rasgan la tierra y suben al cielo y se deshacen en miles de espectros que se desvanecen culebreándose y parecen caerse. México tiembla y no de frío. Las aguas bajan con velocidad y violencia, y no tiene de dónde asirse. Trata de llamar a quién sabe quién, que es ciego y sordo y no lo oye, ni ve hasta que se desprende del tronco y se va por las aguas acompañado sólo de su sombra. Lentamente se va hundiendo río abajo en las aguas aprisionadas en un cauce estrecho.
Acurrucado entre el ramaje, con el cuerpo desnudo, México está alucinando fantasmas que como golondrinas de fuego se lo llevan más allá de todo.