La Jornada domingo 4 de octubre de 1998

NUEVA AMENAZA PARA LA DEMOCRACIA

El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de erigirse, en un acto de prepotencia inaceptable, como el gran elector del presidente de Brasil, al ofrecer una ayuda de 30 mil millones de dólares en caso de que Fernando Henrique Cardoso permanezca en el poder.

Brasil, la economía más grande y a la vez la más frágil de los países latinoamericanos llamados ``emergentes'', ha perdido en pocas semanas, a raíz de la crisis financiera internacional, casi la mitad de sus reservas de divisas. Ante la caída de 20 por ciento en sus ventas, las empresas automotrices han suspendido o despedido a miles de trabajadores. Al mismo tiempo, en Brasil se agudiza el problema agrario y la oposición, que hasta ahora ha optado por la moderación, amenaza con radicalizar su posición en lo social después de las elecciones de hoy. Por consiguiente, ante el temor de la mayoría de la población brasileña a la inestabilidad social y a la profundización de la crisis, el ``voto'' del FMI, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo, brazos aplicadores de la decisión del Grupo de los Siete de sostener a Cardoso, probablemente será decisivo.

Si el miedo a la inflación dio en su momento una amplia mayoría a Menem en Argentina, en Brasil el temor a la desocupación generalizada y a un incremento de la pobreza probablemente vencerá las aspiraciones de cambio que, por otra parte, la oposición de izquierda no ha sabido, y en buena medida no ha querido, presentar claramente como alternativa sino en el último momento, cuando la suerte ya estaba echada.

Por lo tanto, el problema no consiste en si Cardoso logrará o no la relección, sino en qué condiciones sería elegido presidente y cuál será el costo de esta intromisión -injerencista y prepotente- del FMI para la democracia brasileña. ¿Cuáles serán las condiciones que se impondrán a Brasil para concederle el cuantioso préstamo que ofrece el organismo internacional, y qué efectos tendrán las mismas en una economía tan frágil y en una sociedad que se cuenta entre las más desiguales del mundo?

Además, la intervención directa de las grandes potencias y de las instituciones financieras internacionales en las elecciones brasileñas podría repetirse en los próximos comicios argentinos, ya que el candidato oficial contará, posiblemente, con un apoyo similar al que se ha brindado a Cardoso, con el fin de garantizar la vigencia del modelo económico neoliberal y la estabilidad macroeconómica, que no la social, del Mercosur.

Evidentemente, el apoyo financiero a un país no es criticable en sí mismo, sobre todo cuando puede servir para reducir el impacto de la crisis mundial, pero sí lo es, en cambio, su condicionamiento político. Por supuesto, no es la primera vez que ocurre un caso de injerencia internacional en la política interna de los países de América Latina pero, salvo en el caso de Cuba y muy parcialmente en el de las certificaciones antidrogas estadunidenses a México o Colombia, en tiempos recientes no se había recurrido a la amenaza pública de no conceder una ayuda a un país soberano si asumiese el gobierno un grupo distinto al partido oficial.

Por ello, los peligros para la democracia latinoamericana parecen provenir no sólo de los grupos retardatarios o radicales -de cualquier orientación política- presentes en las diferentes naciones, sino de las grandes potencias, de los organismos financieros y de los representantes del gran capital quienes, como en el caso brasileño, utilizan las dificultades económicas nacionales y la angustiosa pobreza de la mayoría de la población para intervenir en decisiones que deben ser libres y soberanas.