La Jornada Semanal, 4 de octubre de 1998
Hace unos meses se publicó en Gallimard el libro Mai 68: Jour et nuit, de Christine Fauré, quien participara en las inolvidables jornadas de la revuelta estudiantil francesa.
Como se sabe, la revuelta tomó por sorpresa al gobierno gaullista. No se parecía a nada. Si bien en los años cincuenta y sesenta ocurrieron hechos que modificaron los rasgos del rostro de la geopolítica mundial, para Christine Fauré, los ejemplos históricos de los estudiantes franceses, si los hay, habría que buscarlos en instantes de la revolución francesa (1789), la comuna parisiense (1871) y la revolución de octubre (1917). Sin embargo, ¿quién se atrevería a afirmar que algo parecido ocurrió antes?
Una pequeña manifestación contra la guerra de Vietnam el 20 de marzo de 1968 en el barrio de la îpera, degenera cuando los estudiantes destruyen las vitrinas de las oficinas de American Express; hay muchos arrestos; como aún el día 22 no son liberados sus compañeros, se forma en la Universidad de Nanterre el Movimiento 22 de Marzo, un grupúsculo que tendrá una importancia definitiva en la insurrección, del cual será líder Daniel Cohn-Bendit quien, con Jacques Sauvageot y Alain Geismar, aparecerán como las cabezas más visibles del mayo francés.
Se multiplican los problemas educativos en Nanterre. Las autoridades se cierran a todo diálogo. Autoridades gubernamentales y educativas empezarán a cometer entonces errores y gaffes gigantescos: el 2 de mayo hay una intervención policiaca y el cierre de Nanterre, y el día 3 la policía vuelve a intervenir, ahora para evacuar la Sorbona en el barrio Latino, donde se han reagrupado los nanterrianos. Se cierra la Sorbona y se arresta a decenas de estudiantes. El incendio estudiantil principia y se propaga por las calles del barrio. El problema, por una ceguera similar a la que tendrá después el gobierno mexicano, se vuelve un verdadero conflicto político. Inicia la semana que cambiará el sentido de la revuelta estudiantil en el mundo.
Ese 3 de mayo, en un artículo que aún se lee con vergüenza, George Marchais, líder histórico del Partido Comunista Francés, denuncia a los ``falsos revolucionarios'', los cuales deben desenmascararse, y ataca al Movimiento 22 de Marzo ``dirigido por el anarquista alemán Daniel Cohn-Bendit''. Es el principio del gran divorcio entre los universitarios franceses y el Partido Comunista. Pese a rectificaciones, sobre todo de comunistas jóvenes, ya no hubo reconciliación posible, Jean Paul Sartre hacía notar en una entrevista en la revista alemana Der Spiegel, poco después de las elecciones de junio de 1968: ``A esa Francia que durante el mes de mayo intentó hallar la verdad de su `imagen social' a través de todas las mentiras con que la hartaban, y que acababa de inventar algo y de tomar conciencia de sí misma mediante una resistencia directa a la violencia policiaca del poder, se le ha impuesto de modo brusco su vieja `imagen política', la del Partido, la de la Federación de Izquierda, la del Partido Socialista y de sus rencillas. Una imagen tan esclerosada, que los candidatos de izquierda no se han preocupado siquiera por cambiar una sola palabra en sus discursos en los últimos diez años. En la derecha hemos oído a dos candidatos admitir `que algo había ocurrido digno de tomarse en cuenta'; en la izquierda parece como si el movimiento de mayo no hubiera tenido lugar.''
El lunes 6 de mayo ocho estudiantes -entre ellos Cohn-Bendit- recusan la autoridad del tribunal universitario que los enjuicia. Ese mismo día, por primera vez, los adoquines se vuelven proyectiles y base de las barricadas. Hay 422 arrestos y decenas de heridos.
Ya no sólo se prohibe la entrada a los estudiantes a la Sorbona sino al barrio Latino. El 7 de mayo parte una manifestación de la plaza de Denfert-Rocherau hasta la tumba del Soldado Desconocido, y de regreso se adentra al barrio Latino. Nuevas acometidas y combates. Se llama a huelga general y a la insurrección parisiense. Se extiende el movimiento estudiantil a la provincia: Tolosa, Bordeaux, Lille, Rennes, Lyon, Mans. El 8 de mayo, mientras la asamblea nacional discute la insubordinación estudiantil y los intelectuales franceses, encabezados por Sartre y Simone de Beauvoir, forman un comité de apoyo para los estudiantes, mientras el movimiento alcanza secundarias y liceos, leves combates ocurren en el barrio Latino. El 9 de mayo la respuesta oficial para reabrir la Sorbona es negativa.
Llega el viernes 10 de mayo. No obstante la reapertura de la universidad de Nanterre, los estudiantes deciden que no habrá exámenes hasta que los compañeros detenidos sean liberados. Hacia el crepúsculo se reúnen en Denfert-Rocherau universitarios y estudiantes de liceos. De pronto, la manifestación se desvía hacia el barrio Latino. Se da la orden -¿de quién?- de ocuparlo. Hacia las 9:15 de la noche se da la orden -¿de quién?- de alzar las primeras barricadas que pronto llegan a sesenta. Se arrancan adoquines, enrejados, señales de tránsito, se vuelcan automóviles. Se forma un cinturón, a la vez real y simbólico, en torno a la Sorbona: es su universidad y es el territorio recuperado.
Pese a las concesiones gubernamentales y los llamados a la concordia del primer ministro Georges Pompidou, pese a que se reabre el 13 de mayo la Sorbona, ese mismo día hay manifestaciones multitudinarias por toda Francia (un millón de personas en París) y una convocatoria a la huelga general obrera que es ampliamente seguida. Desde el 14 de mayo empiezan a ocuparse las fábricas. Los eslogans llaman a un adiós del General: ``10 años basta'', ``De Gaulle a los archivos'', ``Adiós, De Gaulle''. La Sorbona se declara universidad abierta a los estudiantes y a los trabajadores. El 15 de mayo los estudiantes ocupan el (ex) Teatro de Francia.
Surge un arte efímero de prodigiosa agudeza donde abundan grafitis llenos de perspicacia: ``La imaginación toma el poder''. ``Queda estrictamente prohibido prohibir'', ``Bajo los adoquines, la playa'', ``Dios, sospecho que eres un intelectual de izquierda'', ``Hay método en su locura: Hamlet'', ``Mientras más hago el amor más ganas tengo de hacer la revolución, mientras más hago la revolución más ganas tengo de hacer el amor''. Se hacen juegos verbales y ``cadáveres exquisitos''. Se citan frases de Rimbaud (``Cambiar la vida'', ``Reinventar el amor''), de André Breton (``La revuelta y sólo la revuelta es creadora de luz y esta luz no puede tomar sino tres caminos: la poesía, la libertad y el amor''), de Nietzsche (``Es necesario llevar en sí mismo un caos para poner en el mundo una estrella danzante''), de Victor Hugo, de Marx, de Bakunin, de Mao, del Che, de Castro. Se reproduce la magnífica ``Carta al Rector'' de Antonin Artaud, donde leemos una feroz caricatura de una enseñanza donde ni un solo profesor tiene idea ni sabe nada del espíritu.
El 20 de mayo el festival de Cannes se suspende. El 21 ya hay siete millones de trabajadores en huelga. Se ocupan las fábricas pero los obreros tienen poca o nula capacidad de autogestión. Para la autora, ``los jóvenes obreros, como la mayoría de los estudiantes, anhelan vivir la libertad que han descubierto durante la huelga''.
El 23 y el 24 de mayo se elevan de nuevo las barricadas en el barrio de la îpera y en el Barrio Latino. Los enfrentamientos son feroces. Se ha llegado aun a considerar que, de haberlo querido -no estaba en la idea de los organizadores-, se hubiera podido tomar el poder.
El gobierno gaullista contraataca. De Gaulle habla por televisión a la nación y da un discurso cáustico y pugnaz y el 30 de mayo hay una manifestación progubernamental multitudinaria. El 7 de junio permanece como el día emblemático de la ``resistencia proletaria y de la ayuda recíproca de estudiantes y obreros'': en la Renault de Filns, al llamado a la ocupación de la fábrica, combaten con la policía miles de estudiantes y obreros.
El 12 de junio, con pretexto de las elecciones, el gobierno francés ordena arrestos al por mayor y la disolución de los grupúsculos de extrema izquierda; en los siguientes días, se evacúa la Sorbona. Comienza el lento regreso de los trabajadores a sus fuentes de trabajo. Al aceptar elecciones anticipadas, la izquierda política (los partidos comunista y socialista) ha cumplido sin ningún honor su labor de socavamiento. Lo pagan caro: el 23 de junio los gaullistas arrasan en las elecciones. Y, como final, una nueva lección metternichiana o de gatopardismo: los gaullistas hacen todas las reformas necesarias que llevan al cambio para quedar igual.
Mientras en Francia, luego de las semanas fulgurantes, la revuelta declina y empieza a borrarse en la lejanía, el 23 de julio, luego de una desproporcionada represión policiaca a estudiantes de una vocacional y una preparatoria particular, comienza a encenderse la ciudad de México, situación que culminará cruelmente dos meses y medio más tarde.
Pero el 68 no ha perdido su hechizo. ¿Por qué conserva ese año un aire mágico que lo hace un modelo de rebeldía y luz? Quizá porque hubo en la revuelta estudiantil varios aspectos que no toca el tiempo: una pureza sustancial, un sueño incorruptible, una negación lúdica del poder, la contrapropuesta de una libertad libre. A los viejos viejísimos del orbe oficial y a la izquierda política se opuso un discurso fresco e imaginativo que aún conserva sus fuegos y resonancias.Y yo creo que por eso los jóvenes más jóvenes, que salen cada año a la calle, celebran y hacen suyo el movimiento de los jóvenes del 68 que nunca deja de ser joven.