La Jornada martes 6 de octubre de 1998

ASTILLERO Julio Hernández López

Roberto Albores Guillén ha agregado una pieza más a su vasta colección de desatinos. El gobernador sustituto de Chiapas calificó al subcomandante Marcos de ``enfermo'' y advirtió (con sintaxis no muy sana) que ``cada día va a ser un cliente muy proclive a la Procuraduría General de Justicia del Estado''.

Sonando los tambores de la policía estatal para tratar de someter a sus designios aldeanos un asunto de dimensiones nacionales e internacionales, Albores Guillén trata de colocarse como el interolocutor natural del dirigente zapatista y de perfilar claramente el conflicto chiapaneco como un asunto propio de la policía estatal y nada más.

(El gobernador chiapaneco endulza además el oído de sus superiores políticos, que si algo desean es reducir el conflicto chiapaneco a referencias estatales, municipales, casi ejidales, obviamente nunca mencionables en informes presidenciales o en otro tipo de discursos cuya alteza de miras nunca debería posarse en asuntos tan menores como los de una simple región de uno de los estados del país.)

Las palabras de Albores Guillén encierran una amenaza que no debe dejarse pasar por alto. Según sus palabras -al considerarlo materia de la Procuraduría estatal de Justicia-, el subcomandante Marcos sería, a los ojos del gobernador, un presunto delincuente del orden común (¿un robavacas, como Doroteo Arango, por ejemplo?), a quien cualquier policía -uniformado, de civil, casi hasta un simple velador- debería echarle mano para llevarlo a cualquier barandilla y luego encerrarlo en la primera celda a la mano.

Empeñado en convencerse de que lo dicho en sus propios discursos es verdad, el gobernador Albores Guillén está celebrando el hecho de que en aquella entidad se hubiesen realizado elecciones pacíficas. En el peor tono de las autocomplacencias y la ceguera política, el sustituto de Julio César Ruiz Ferro (que a su vez suplió a Eduardo Robledo Rincón) festeja la paz de los cementerios y las bayonetas que ha impuesto en Chiapas, y en medio del abstencionismo cívico, de la desgracia por las lluvias, de las muertes sin aclarar, de la guerra silenciosa que viola derechos humanos y maltrata al pueblo, el César chiapaneco brinda por la paz y el éxito, y al mismo tiempo amenaza con hacer a un lado la ley de concordia y pacificación, la realidad política y social de México y de buena parte del mundo, para ir a coger, acompañado de un piquete de policías estatales, a ese insípido delincuentillo llamado Marcos.

Recomposición política en BC

La muerte de Héctor Terán Terán es una muestra de cómo los asuntos netamente particulares trascienden tal ámbito cuando sus efectos se manifiestan en la esfera de lo público. Ciertamente es lamentable el fallecimiento del gobernador de Baja California, que fue un destacado militante panista y un vigoroso combatiente a favor de los cambios democráticos en el país.

Pero, por desgracia, las virtudes de don Héctor no siempre fueron percibidas con nitidez en el ejercicio de la gubernatura peninsular. De hecho, en aquella entidad se desarrolló una peculiar oposición contra el estilo de gobierno de Terán Terán, en la que participaron priístas (obviamente), perredistas e incluso panistas.

Según sus diversos opositores, don Héctor realizó un gobierno cansado (ahora se sabe que por los males cardiacos que todo mundo suponía en aquel estado, pero que el gobernador se empeñaba en negar y negar) que entre sus indolencias e insuficiencias creó las condiciones para el crecimiento de una criminalidad que de por sí ya tenía altos índices, y para una descomposición política en la que el mando estaba más en el secretario general de Gobierno, Rodolfo Valdez Gutiérrez, que en el propio Terán Terán.

La muerte del mandatario, ocurrida justamente unas horas después de que hubiese sido electo un nuevo dirigente estatal panista (Alejandro González Alcocer, impulsado por el propio gobernador), abre ahora la posibilidad de recomposición política en aquella entidad.

Sin embargo, tal redefinición pasará por una circunstancia peculiar, pues la elección del nuevo gobernador no será en las urnas sino en las curules del Congreso estatal que tomó posesión el primero de octubre recién pasado.

Este Congreso no refleja ya la misma voluntad que tres años atrás le dio mayoría a Terán Terán, pues ahora su composición es paritaria entre los dos principales partidos, el PAN y el PRI, con once diputados locales cada uno, y tres del PRD. Es decir, aun cuando indudablemente el pueblo votó en su mayoría por un gobierno panista de seis años, y en ese sentido debería darse una designación de gobernador sustituto que mantuviese la hegemonía blanquiazul, lo cierto es que el más reciente escrutinio del ánimo popular, que se dio para conformar el Congreso estatal, ya no reflejó supremacía del PAN sino un electorado dividido en preferencias.

Sea que el nuevo Congreso decida respetar la tendencia original que asignó el Ejecutivo estatal al PAN, o que se encuentren nuevas fórmulas para la conformación de ese poder, lo único cierto es que esta será una inmejorable oportunidad de corregir algunos de los vicios y errores que se adjudicaban a la administración de Terán Terán, entre otros la intolerancia, el desdén y la abulia.

En realidad, si las decisiones priístas no fuesen -como lo son- tan afectadas por las concertacesiones hechas en el Distrito Federal entre panistas y el Ejecutivo federal, el partido tricolor tendría, con los votos del PRD, las condiciones jurídicas suficientes para establecer un gobernador no panista.

Para desgracia de la bancada priísta -y de los militantes de este partido que durante tantos años han luchado contra las imposiciones hechas desde la ciudad de México-, la agenda del poder federal tiene, entre otros temas pendientes, el del Fobaproa, por cuyo voto aprobatorio panista el PRI estaría dispuesto a dar cualquier cosa mucho más que una gubernatura ya ganada antes en las urnas.

Astillas: Pro Vida defiende a José Barroso Chávez, y algunos católicos rezan en las iglesias a favor del presidente de la Cruz Roja Mexicana. ¿Alguien duda que, en el fondo de las cosas, además del posicionamiento político grupal rumbo al 2000, en el pleito de la Junta de Asistencia Privada contra la CRM está una pugna entre élites religiosas?... Ha tomado un rumbo inusitado el asunto de la elección panista de aspirante a gobernador en Hidalgo. Luego de conocer las impugnaciones hechas por el periodista Miguel Angel Granados Chapa a la convención en la que se eligió al diputado federal y cantante Francisco Xavier Berganza como candidato, el comité nacional panista ha decidido anular los efectos de tal sesión y convocar a una nueva. Tal enmienda es ya un paso positivo de la cúpula panista, pues la cultura autoritaria que rige a los partidos todos (en el PRI, desde luego, pero también en los opositores) está permeada por esa tradición de no corregir pasos dados. Falta, sin embargo, saber si la citada corrección no entraña en sí una elaborada trampa que, conminando a participar al columnista en una nueva convención (en la que acaso se borrasen algunas de las impugnaciones), mantuviese el esquema decisorio original y le cometiese a una refinada venganza en la que el diputado Berganza obtuviese de nuevo el triunfo.

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