José Blanco
¡Viva la discrepancia!
Tal fue un ideal jubiloso del rector Javier Barros Sierra. Cada día topamos con variadas y discrepantes lecturas de aquellos sobresaltados, terribles, exultantes días del 68. Agrego esta lectura.
Los mejores aportes del movimiento de 68 fueron involuntarios, ese es su mérito. Uno fue el parto de una nueva pluralidad, que se reprodujo después hasta alcanzar el abigarramiento de nuestros días. La aberrante unanimidad que este país vivió, en los sesenta no se sostenía más; en 1968, menos. Para los grupos gobernantes, formados en la matriz del caudillismo bárbaro de la Revolución Mexicana, era inconcebible un gobierno sin una autoridad vertical absolutamente incuestionada. De ese tamaño era su debilidad ideológica. El aborto del movimiento por el gobierno no podía sino acelerar el nacimiento de la pluralidad que el movimiento era.
Donde hay pluralidad, hay discrepancia. Plural fue el movimiento, plurales las salidas sociales después de su absurdo aplastamiento, plurales las lecturas de aquella experiencia.
El 2 de octubre huí de la Plaza de las Tres Culturas, después de escapar de la aprehensión del ejército, abatido y profundamente desconcertado, sin entender qué estábamos viviendo. Con los días y las semanas ese sentimiento fue cobrando voluntad de saber y de entender. Más allá de los manotazos simiescos del gobierno, la matanza como desenlace significaba que no sabíamos dónde estábamos parados. Con el tiempo se hizo claro que el gobierno tampoco sabía ni entendía: ¿cómo tratar con una dirigencia incorruptible?
Con las excepciones pioneras que entonces eran La democracia en México, de Pablo González Casanova, Dialéctica de la economía mexicana de Alonso Aguilar, y poco más, hasta el fin de los años sesenta la producción intelectual sobre el proceso social de México era un páramo lunar: ¡cómo podíamos entender nada!
La Universidad fue el espacio que nos lanzó a muchos a revisitar la historia mexicana con una decidida conciencia de conectarla con la experiencia viva de 1968. Tal fue una de las salidas de ese venturoso movimiento: una nueva producción intelectual, un torrente de nuevo entendimiento sobre el país, una cascada creciente de nuevas publicaciones, el nacimiento plural de una nueva intelectualidad, esta vez en múltiples ciudades de México. Surgieron así obras cimeras tempranas que inauguraron una nueva visión de la historia del siglo XX, como La ideología de la Revolución Mexicana de Arnaldo Córdova, obra cardinal en la formación de múltiples generaciones de científicos sociales. No es difícil entrever la conexión estrecha entre los nuevos intelectuales y el camino de la nueva democracia mexicana.
La más amplia y nueva pluralidad intelectual no fue la única salida del movimiento. Otra fue una naciente pluralidad de políticos, que se incorporaron al PRI, al gobierno o a las oposiciones. El saldo de esa incorporación confrontada aún está en el futuro.
Una salida negra fueron las drogas, algunas veces acompañada de experiencias comunitaristas. Nuestros hippies mexicanos. Otra, la más dramática, la guerrilla de los setenta. Si en el movimiento de 68 hay mucho que desentrañar, en la historia guerrillera todo está abismado en la oscuridad de los bajos fondos de un Estado que resbalaba hacia su final periclitar no sin liquidar a quienes tampoco entendían nada. La conciencia de ese fin la expresó López Portillo: el mío, dijo, es el último régimen de la Revolución Mexicana.
Nos hace falta seguir entendiendo y en- tendiéndonos: llegar a acuerdos fundamentales. Sobre el 68 por ejemplo. De modo ampliamente plural, la UNAM conmemora hoy los 30 años del movimiento. Ayudará al entendimiento. El homenaje de la Universidad al rector Barros Sierra fue vigoroso. Entre muchas otras cosas, se recordó su celebración de la discrepancia, y su llamado al diálogo y al acuerdo. Mi querida Cristina Barros, mi discrepancia con tu amable y enérgica intervención: mejor aún, digo yo, es postular conciencia social más excelencia académica. Aunque ``excelencia académica'' es una expresión desafortunada, su idea es más necesaria que nunca; para seguir entendiendo.