Las mujeres de
Maya Goded

Elena Poniatowska

Las mujeres levantamos de la tierra

Una mujer puede dibujarse con tres pelotas, la de la cabeza, la del torso, la de la falta. O dos, la de la cabeza y la del cuerpo. Hace veinticinco años, le pidieron a Felipe que retratara a su mamá y trazó una mesa y encima una máquina de escribir. Otra niña pintó a su progenitora maquillándose y ella, niña, de puntitas deteniéndole el espejo. La mayoría de la clase escolar relegó a la suya a la cocina, con el despótico poder de la tradición.

Mamá. Redonda. ¿Quién fue el que dijo que amaba todo lo redondo en la mujer?

Dos pelotas. La de arriba más chiquita, sembrada de cabellos que no de ideas y la de abajo que se infla sospechosamente para que salga otra pelota.

Una mujer puede ser muchas cosas. ¿O ha de ser solo una?

El rostro de Maya Goded, su hija maría en brazos, revienta el agua pero casi no se le reconoce porque falta la luminosidad de su cabello, la incandescencia risueña de sus ojos claros, la petición. ``Véanme''. Allí está desnuda, un poco triste, en el fondo de la barca, en el fondo de su propio destino, el peso de su niña fruto de su vientre encima, como antes lo estuvo el hombre, recordándole que ella es la responsable; que así como expulsó a su criatura del paraíso tiene que sacarla adelante en este mundo de sortilegios y calamidades.

Las mujeres levantamos de la tierra, hacemos crecer, criamos, dos de nuestras pelotas dan leche (chichis de culebra las llamaba Lupe Marín) y son una fijación, un enorme anuncio cinselado frente a los ojos del hombre pequeñito vestido de casimir. Anita Eckberg en la oscura noche felliniana tiene atadas al torso las ubres del mundo, Romúlo y Remo, la dulce vida de la humanidad concentrada en sus pezones mientras Nino Rotta las musicaliza:

``Bebete la latte, bebete la latte''.

Son muchos los que sólo pueden vivir colgados.

Fray Luis de León escribió que los fundamentos de la casa son la mujer y el buey; el buey para que are y la mujer para que guarde.

Las mujeres dicen como vaca. (Guadalupe Dueñas dixit). A veces también son leonas; rugen, dan tarascadas. Las mujeres de Maya Goded están expuestas a todos los avatares de la vida, nadie las protege, ni siquiera Maya que las evidencia una y otra vez.

Aunque las deguellen, aunque su cabeza salga por encima de la guillotina, sobreviven para que Maya Goded las eternice. El baño de vapor semeja una guillotina en potencia porque la presión baja provoca el desmayo. Claro, hay que someterse, la cintura se ensancha con la carga; hijos y años pesan sobre los músculos. Nada de perímetro jovial. Siempre nos están midiendo con la cinta-metro del duro oficio de la belleza.

Boca arriba a la mujer le depilan las cejas aunque Frida Kahlo hay ganado la batalla y nada mejor que las alas de una golondrina sobre la intensidad de la mirada negra. Lisitas las quiere el Voque y picudas, los huesos a flor de piel, pero ellas se redondean al primer descuido. Las mujeres somos a las que más retratan en la cama. O en el suelo. Más que a los bebés, más que a los niños y a los adolescentes, más que a los ancianos. De hecho somos la cama, colchón de tripas, canción de cuna. Andrés Henestrosa dijo alguna vez que las comunistas confundían la palabra camarada con la palabra cama, sín pensar ¡oh necio y sín razón! Que Sor Juana ya lo había relegado a cadena perpetua. El vientre se expande, las entrañas dan fruto, de las palmas abiertas de la mujer sale un magueyito. Boca arriba, la mujer aguarda. ¡Qué esperan maya Goded y María? Daniel Jimenez Cacho no es tan malo. Le da de comer a María en la boca. Espera horas a que ella se decida y entre tanto le cuenta cómo Blanca Nieves arrojó el cacho de manzanas envenenada cuando el Príncipe la besó en la boca. Comer es espantoso. ``Ahora, tu jugo de naranja''. María abusa de su bondad. El se arma caballero, cuchara en mano. La cuchara es feminista. Y la paciencia. En México , ser mujer cuesta un poquito más de trabajo que en Estados Unidos o en Europa. El índice de violaciones es muy alto, el número de abortos incluyendo espontáneos e inducidos es de 1,7000.000 al año, el número de nacimientos de madres adolescentes es 450,000 cada año, el porcentaje de analfabetismo también es aterrador. El porcentaje de mujeres que llegan a la educación superior es menos del 7%. La diferencia de oportunidades entre hombres y mujeres también es inmensa. Claude Broyelle dijo que las mujeres eran la mitad del cielo, olvidó que una gran mayoría vive en el infierno. ¿Cuántos años más estaremos condenadas a ser gallinitas ciegas a las que se les ha perdido una aguja y un dedal? ¿Cuántos años más de desgaste al ir a la cama al fregadero, de la cocina a la alacena, del mercado a la iglesia, de hacer hoy y deshacer mañana, de la azotea a la alcantarilla? ¡Cánto ir y venir en tareas que solo se notan cuando no se hacen. ¿Y la cama? ¿Quién no la hizo? ¿Y la mesa? ¿Quién no la puso? ¿Y los trastes? ¿Quién no los fregó?

Según Joaquín Fernández de Lizardi, Pudenciana y Pompositva se escaparon de las tareas del hogar para aprender cosas más elevadas y Pudenciana lo hizo a profundidad y Pomposita muy por encima. Las pompositas de hoy, bajo sus inmensos sombreros redondos, equilibran la balanza y Maya Goded, fotógrafa de excepción, lo sabe y no olvida a las putoncitas que lo son porque la vida es canija y la gran mayoría de los seres humanos nacen sin angel de la guarda. ¿Nada más desigual sobre este pinche y hermoso mundo que el reparto de dones! La fotografía rescata, la fotografía evidencia, la fotografía acusa, la fotografía es prueba condenatoria.

Miro las tres fotogtafías de Maya Goded que Raul Ortega puso en mis manos. Las barajo y las vuelvo baraja. Las veo de adelante para atrás y de atrás para adelante, una y otra vez. Y salvo la propia Maya, que como Lázaro resucita del fondo del agua, su niña por delante, me pregunto qué es lo que nos espera.

Hace años, Alaide Foppa me contó una anécedota acerca del progreso de la mujer soviética, su acceso a labores que sólo desempeñan los hombres, el privilegio de manejar tractores, tranvías, trailers, trascabos, remover la nieve en invierno con palas mecánicas, conducir autobuses, un sin fin de tareas antes reservadas al hombre. Dentro del grupo de empleadas, obreras y campesinas que festejaban su promoción a la modernidad, una mujer pequeña, con guantes y sombreros, se atrevió a levantar una voz adelgazada por la timidez: ``!Ay no! Yo, mejor puta''-

¿Todavía oscila la población femenina entre esas dos alternativas? Maya Goded fotografía a cuatro manos que despluman a una gallinita a punto de quedar descuartizada. ¿Es esa la suerte que nos espera?


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