Extranjerizantes, los colegios biculturales
Claudia Herrera Beltrán/ II Ť Angélica, de 15 años e hija de un funcionario de la Secretaría de Hacienda, no duda cuando le preguntan las ventajas de estudiar en el Colegio Alemán: ``aprendemos que México no lo es todo''. Signo de los tiempos del neoliberalismo, las escuelas bilingües y biculturales se han convertido en un exitoso negocio gracias a la preferencia que les dan familias mexicanas acomodadas.
Acusados de ``extranjerizantes y exclusivistas'' por especialistas en la materia, estos colegios nacieron para atender las necesidades de colonias foráneas radicadas en el país. Con el tiempo se han convertido en la mejor opción para los mexicanos, tanto que sus egresados y profesores fundaron escuelas que imitaron los modelos de enseñanza de aquéllos y hasta sus nombres, como sucedió con el Colegio Americano y el Moderno Americano.
En algunos de estos planteles también hay rechazados, reprobados y desertores, pero no por causas económicas sino por sus fuertes exigencias académicas. Es el caso del Colegio Alemán Alexander von Humboldt, donde aproximadamente la mitad de sus alumnos de nuevo ingreso a primaria no llega a concluir la preparatoria ahí, porque en el camino se cambia a otra escuela. Otras instituciones son tan estrictas como el Liceo Mexicano Japonés, que desde el examen de admisión deja fuera a decenas de solicitantes que no cubren el perfil académico.
A partir de los cincuenta las congregaciones religiosas comienzan a perder presencia en la educación privada, y al mismo tiempo se reproducen escuelas bilingües y laicas que ofrecen sobre todo la enseñanza de idiomas y los avances de la técnica moderna a cambio de las colegiaturas más altas, asegura Valentina Torres, especialista en el tema de la Universidad Iberoamericana.
``Un país generoso'', fue lo que encontraron los japoneses cuando fundaron el Liceo Mexicano, señala su director administrativo, Ryuhei Kato. ``En México ha sido fácil trabajar; en Estados Unidos no hubiéramos podido hacer una escuela así, porque allá obligan a los japoneses a educarse en el sistema norteamericano''.
Sin embargo, Torres fundamenta que muchas de estas escuelas forman a ``mexicanos con sus ojos puestos en otra realidad y que sufren una especie de desnacionalización o de pérdida de identidad''. Menciona como muestra el Colegio Americano, fundado el siglo pasado, y que ha provocado a muchos de sus egresados ``serios choques culturales'' en el momento de enfrentarse tanto a las universidades mexicanas como a las extranjeras.
Para competir entre ellos mismos, estos centros escolares tienen a su favor ingresos que llegan a ser en un año hasta de 30 millones de pesos, tan sólo en colegiaturas de mil alumnos. Con cuotas que van de 12 mil a más de 60 mil pesos al año por educando, acceder a ellas es privilegio de un sector pequeño de la población, aunque hay cinco por ciento como mínimo, reglamentado por la SEP, que ingresa becado.
``No es malo formar líderes'', señala el director del plantel Xochimilco del Colegio Alemán, Peter Kammann, quien admite que son pocos los niños de bajo nivel económico que estudian en esta prestigiada escuela. Pero considera que es preferible formar una élite con responsabilidad social y bien preparada, que jóvenes sin compromiso.
Las escuelas biculturales y bilingües cuentan además con el apoyo de gobiernos extranjeros y de algunas empresas trasnacionales. La compañía Nec, por ejemplo, regaló todo el equipo de cómputo al Liceo Mexicano Japonés, y Panasonic, el audiovisual. Lo mismo sucedió con el Colegio Alexander Bain, que sirve como escuela piloto de todos los programas educativos de IBM.
La ventaja para México, dice la directora del Colegio Israelita, Raquel Kleinberg, es que la comunidad judía ha sido autosuficiente y aporta jóvenes sumamente competitivos en el mundo académico. Y para los alemanes, argumenta por otro lado Kammann, lo bueno es que incrementa su red internacional de amistad.
La modernidad, desde la cuna
En las escuelas privadas los niños pueden permanecer en un mismo colegio casi desde que nacen hasta los 18 años. Por eso la preocupación de la directora del Alexander Bain, Monica Crenier, por asegurar el éxito escolar de sus alumnos en el futuro, ofreciendo clases de estimulación temprana desde los tres meses de edad, y laboratorios de computación desde el jardín de niños.
Ese plantel junto con otros cuatro integra el grupo Alexander Bain, una cadena de colegios cuyo antecedente fue una escuela de comercio fundada en 1956, y que se asienta en la exclusiva colonia San Angel Inn, al sur de la ciudad. Ocho años después, la señora Carmen Arriaga de Crenier la convirtió en un sistema que va de jardín de niños a preparatoria.
Ahora, su hija Monica Crenier se enorgullece de que es la única institución con tres tipos de bachillerato: la preparatoria tradicional, el Colegio de Ciencias y Humanidades y un sistema avalado por la Organización de Bachillerato Internacional. ``Esto permite que nuestros egresados puedan ingresar a cualquier universidad del mundo'', se complace.
Por las aulas del Alexander Bain han pasado Carlos Tello Díaz; el hijo del ex embajador Jesús Silva Herzog; el subdirector de Banobras, Marco Aurelio Torres, y el comentarista deportivo Heriberto Murrieta, y hay otros que asisten en esta época como el hijo del director de Servicios Educativos en el Distrito Federal, Fernando Viveros.
Desde la edad de tres años los alumnos reciben clases de inglés, que se convierte en su ``segundo idioma'', pero Crenier aclara que celebran todas las tradiciones mexicanas: ``Rompemos la piñata y hacemos honores a la bandera'', para no confundirse con otras escuelas, sobre todo las biculturales, que omiten las ceremonias y costumbres mexicanas.
La disciplina japonesa
Dos cosas atraen a los padres que inscriben a sus hijos al Liceo Mexicano Japonés: la disciplina y las instalaciones, resume Kato, director administrativo de la escuela desde hace un año, y quien antes encabezara la Cámara Japonesa de Industria y Comercio de México. Kato está tan complacido de la creciente demanda de ingreso al Liceo, que planea ampliar sus instalaciones ubicadas en la colonia Jardines de Pedregal. Para él, la mejor prueba del reconocimiento social y académico que tiene es que el secretario de Educación Pública, Miguel Limón, y el ex presidente Carlos Salinas escogieron a esa escuela para educar a sus hijos.
Inaugurado en 1975, el Liceo se conforma de tres secciones: la japonesa, la mexicana y el centro cultural. En la primera, se imparten los planes de estudios del Ministerio de Educación de Japón y clases obligatorias de español y cultura mexicana a alumnos preferentemente japoneses. La segunda es para mexicanos y cuenta con primaria y secundaria incorporadas a la SEP, y con la preparatoria, dependiente de la UNAM.
Unica escuela japonesa en todo el mundo que abre sus puertas a niños del país sede, cuesta en promedio 13 mil pesos al año en primaria, lo que según su director, la ubica entre las más baratas de un grupo de 40 escuelas internacionales en la ciudad de México, entre las que se encuentran la American School Foundation, el Instituto Westhill y el Green Hills. Para asegurar la excelencia, dice Kato, este colegio tiene un sistema ``piramidal''. Con el fin de generar competencia entre los alumnos reduce su número de lugares conforme sube el nivel educativo. ``Así, si hay 100 espacios en primaria, existen 80 en secundaria y 60 en preparatoria'', explica.
La tradición judía
Lo primero que los judíos hacen cuando llegan a algún país, es crear una escuela. En México fue el Colegio Israelita, explica su directora, Raquel Kleinberg, quien explica que a 74 años de su fundación la escuela atiende a mil 100 estudiantes de preescolar a preparatoria, que aprenden tanto el yiddish, idioma de los judíos ashkenazies, como el hebreo y el inglés.
Con una combinación de métodos de enseñanza, ``un sistema ecléctico'', dicen sus directivos, el Colegio Israelita ha formado en sus salones a personajes como el historiador Enrique Krauze y la funcionaria del gobierno del Distrito Federal, Clara Jusidman, que encontraron en éste un colegio ``exclusivo mas no excluyente''.
Andrés Bendesky, un joven de 17 años que ganó la Olimpiada Nacional de Química, se refiere al Israelita como ``una escuela que exige mucho''. Para estudiar en el futuro Ingeniería Genética en la UNAM, dice que debe trabajar por las tardes más que sus amigos de otras escuelas públicas o privadas''.
Además de este colegio, los 10 mil niños de origen judío que viven en México cuentan con nueve escuelas más, explica Kleinberg, y dice que a estas alturas ``la integración de la cultura judía a la mexicana es buena'', pero no hay una asimilación ``porque nosotros somos muy celosos de nuestra cultura''.
Empuje alemán
``Somos una de las mejores escuelas porque tenemos el empuje de otra educación, de otras técnicas y la ayuda de un país poderoso'', define Sylvia Garduño, directora técnica general del Colegio Alemán Alexander von Humboldt. Informa que de sus 200 profesores la mitad son alemanes, muchos de ellos contratados directamente por el gobierno de esa nación, y el resto son mexicanos.
En 104 años de funcionar el colegio ha vivido diversas historias: en un principio sólo atendió a alemanes; después, durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno la clausuró a raíz del respaldo que México dio a los aliados en contra de Alemania y las sospechas de ``prácticas fascistas'' en la escuela.
En los últimos 60 años pasó por un proceso de ``mexicanización'' que terminó cuando grandes empresas de aquel país se establecieron aquí y aportaron nuevos capitales al colegio, que cuenta con dos campus, uno en Xochimilco y otro en Lomas Verdes, explica Torres en su libro sobre la historia de la educación privada.
Sus egresados dominan el inglés, alemán y próximamente el francés, que se convertirá en materia obligatoria, explica Kammann, un sociólogo alemán con apenas medio año de residir en México. El dominio del alemán es posible gracias a que los jóvenes lo estudian de cinco a seis horas a la semana, y cuando están más avanzados reciben sus clases de matemáticas, física y química en esta lengua. Por eso, prefieren que los alumnos ingresen desde el jardín de niños y, los que lo hagan después, tengan nociones de alemán.
Sus estudiantes se distinguen por ``discutir mucho'', sostiene Kammann, que ve en ello una de las aportaciones del sistema alemán. ``La teoría pedagógica hace a nuestros alumnos muy diferentes porque jamás aceptarían el maestro dijo''.
Los directivos del Colegio Alemán rechazan que sus educandos se ``germanicen'' por su estrecho contacto con la cultura de ese país, y por el contrario, añade Garduño, ``los alemanes terminan pareciendo más mexicanos''. Pero no niega que en algunas escuelas los muchachos ``terminan siendo nada por tener tal aferramiento a lo extranjero''.
PERFIL DE UN ESTUDIANTE DEL COLEGIO ALEMAN
Benito Campos Benhke, hijo del investigador en geofísica Oscar Campos, estudia el tercer año de preparatoria en los sistemas mexicano y alemán, con un promedio de 9.6. Su tiempo lo dedica básicamente a dos cosas: ``estudiar y hacer deporte''.
Cuando platica, su acento revela que vivió cinco años en Alemania con su familia materna. Ahora planea estudiar medicina general y después la especialidad de neurología en una universidad de ese país. ``Me gusta la lengua alemana, la manejo, me siento cómodo'', argumenta.
De su escuela, señala que le gusta la orientación de los profesores y las tendencias ideológicas que le han inculcado; incluso, confiesa que son los personajes que más admira.
Piensa regresar a México porque sabe que es un país que necesita mucho del apoyo de sus investigadores y especialmente ``sufre del capital intelectual que emigra''. Sin embargo, reconoce que las condiciones de los científicos aquí no son cómodas y, por ello, planea establecerse en Alemania y alcanzar un buen nivel de vida para después regresar a nuestro país.
Se siente en ventaja con respecto a sus amigos de escuelas públicas y de otras privadas, porque él recibe una mejor formación y hay grandes empresas alemanas que contratan a profesionales con conocimiento de ese idioma.
Describe un día de clases: ``Entro a las 7:10 de la mañana. Tengo dos horas de filosofía. Después una de inglés y otra de biología. Dos horas de alemán y termino el día con historia en alemán; salgo a las 13:20 horas''. El resto de la jornada de este joven de estatura alta y corpulento es la siguiente: ``Llegó a mi casa, voy a correr, me pongo a hacer mis tareas y salgo a un gimnasio. En resumen, le dedico tres horas diarias al deporte y cuatro o cinco a tareas''.