``No puedo torcer el brazo al EZLN para forzarlo a dialogar''
Reuters Ť El presidente Ernesto Zedillo puso término a una reiterada polémica sobre la designación del candidato de su partido a sucederlo en el cargo y afirmó que se mantendrá al margen del proceso.
``Yo no escogería en ningún sentido al candidato del PRI'', afirmó en entrevista con la agencia. El jefe de Estado ratificó un anterior compromiso de mantenerse alejado de la selección del candidato presidencial del gobernante Partido Revolucionario Institucional, en el poder desde 1929.
El proceso es conocido como dedazo, debido a la facultad no escrita del presidente saliente para designar al postulante oficialista a sucederlo en la conducción del gobierno, sin consultar a la asamblea del PRI, su máximo organismo.
Pero Ernesto Zedillo, quien en 1994 asumió la Presidencia y en el 2000 completará para su partido 71 años de ininterrumpida permanencia gubernamental, único caso en el mundo, ratificó su decisión de ``cortarse el dedo'', como describió gráficamente su gesto político en una anterior declaración.
``Mi partido tiene que atravesar un proceso de democratización interna y, como consecuencia de ello, el Presidente no tendrá desde ahora ninguna indebida influencia en la selección del candidato del PRI'', señaló.
El mandatario aclaró, sin embargo, que no es exacto afirmar que los presidentes mexicanos tuvieran la facultad de ``escoger con el dedo'' a sus sucesores, y puso como ejemplo su propio caso.
``Estoy seguro en mi caso, y lo puedo afirmar, que yo fui elegido en una democrática, abierta y legal elección'', dijo.
Zedillo se convirtió en candidato del PRI a la Presidencia después del asesinato de Luis Donaldo Colosio, postulante oficial y sin duda favorito, muerto a tiros durante la campaña electoral de 1994.
El actual presidente, entonces jefe de campaña de Colosio, ganó posteriormente la elección, y sucedió en el cargo a Carlos Salinas, quien gobernó entre 1988 y 1994 y actualmente vive autoexiliado en Irlanda.
``Hoy existe competencia política, existe un sistema político abierto y nosotros (el PRI) no tenemos la mayoría en el Congreso'', dijo Zedillo.
El mandatario se refirió así a la apertura política y a las reformas electorales que en 1997 permitieron a la oposición vigorizarse y arrebatarle al PRI, por primera vez en casi siete décadas, la mayoría absoluta en una de las dos cámaras legislativas.
``Este es un México políticamente muy diferente al de pocos años atrás'', agregó.
Manuel Bartlett y Roberto Madrazo, dos gobernadores estatales, líderes de un duro sector del PRI descrito por opositores como dinosaurios, se autoproclamaron candidatos del poderoso partido a la Presidencia en un anticipado gesto político, inconcebible hasta hace pocos años.
Pero Zedillo dijo que un actual proceso interno de selección democrática de candidatos en distintos niveles culminará en 1999 con la designación oficial del aspirante presidencial del PRI, en un procedimiento que definirá una asamblea partidaria prevista para marzo.
Ese procedimiento ``será bueno para la democracia mexicana, pero también será bueno para la competitividad política del PRI'', dijo.
Pero advirtió que la asamblea partidaria deberá fijar penalizaciones para quienes ``no cumplan las reglas''.
Respecto al autoritario ``poder imperial'' que, según los críticos del sistema, ejercieron los presidentes del PRI, Zedillo recordó que él optó por desempeñar su función en un marco estrictamente constitucional.
Sostuvo que, apenas investido como Presidente electo, en 1994, anunció su decisión de autolimitarse en sus atribuciones y que no ejercería ``las facultades metaconstitucionales que, tradicionalmente, no lo podemos negar, habían ejercido los mandatarios de México''.
Agregó que esa actitud, a veces malentendida, fue consecuente con su intención de ejercer únicamente las facultades que están ``precisa, clara y objetivamente definidas en la Constitución mexicana''.
Admitió, sin embargo, que le habría sido fácil apelar a las atribuciones metaconstitucionales para acumular poder y cumplir con mayor comodidad su labor gubernamental.
``Pero yo creo que es un interés del país, un interés del desarrollo político que requiere México, que el Presidente de la República se ciña rigurosamente al ejercicio de sus facultades constitucionales''.
El jefe de Estado fue consultado sobre la polémica aún latente en México en torno a la denominada ``masacre de Tlatelolco'' del 2 de octubre de 1968, cuando tropas militares con apoyo de agentes de seguridad abrieron fuego contra una multitud estudiantil izquierdista, dejando centenas de muertos y heridos.
Zedillo dijo que se hizo la promesa de dar ``algún día'' su opinión sobre el movimiento de 1968 que, reconoció, marcó su vida y la de muchos mexicanos, pero agregó que aún ``no es conveniente'' emitirla.
``No quiero enriquecer una ola de protagonismo que, desgraciadamente, desató el 30 aniversario del movimiento'', dijo.
Múltiples sectores políticos fracasaron nuevamente este año, al cumplirse ese aniversario, en su demanda de apertura de los archivos secretos en manos del gobierno y las fuerzas armadas para establecer responsabilidades sobre la matanza.
Respecto al conflicto en Chiapas, donde hace dos años se estancó un diálogo de paz entre su gobierno y el guerrillero y proindigenista Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), dijo que el asunto va más allá en su voluntad política.
``Si solamente dependiera de mi voluntad, creo que lo habríamos resuelto, pero este es un conflicto entre dos partes'', dijo al responsabilizar a los insurgentes zapatistas de resistirse a negociar una salida política.
Agregó que su gobierno ha sido ``muy tolerante y paciente'' con los rebeldes zapatistas en su intento por encontrar una solución al problema, y que no hizo uso ni pretende usar la fuerza para resolver el conflicto.
``Pero yo no puedo ir a torcerles el brazo y obligarlos a sentarse'' a dialogar, agregó.
``Nosotros continuaremos haciendo lo que sea necesario para tener diálogo y solución política, pero, en definitiva, es la otra parte la que tiene que ser convencida de ello'', dijo.