Arnoldo Kraus
Desnutrición, un problema ético

El 16 de octubre es el Día Mundial de la Alimentación. Suele ser verdad que los días o los años ``inventados'' sólo sirven para señalar llagas y ``curarse en salud''. Los hay de la tolerancia, del sida, de la mujer, del refugiado, contra la violencia y otra serie de cotidianidades nada jubilosas. Los ``días y los años creados'' sólo recuerdan lo mal que estamos. El de la alimentación no es la excepción.

He escrito en estas páginas, al menos en dos o tres ocasiones, acerca del hambre en México. Ya que la desnutrición sigue rebasando la buena voluntad del gobierno, retomar el tema no es un despropósito.

Hace pocos días, en estas páginas, en un excelente y devastador artículo, Julio Boltvinik decía que ``la economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del `libre mercado': el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente''.

Y agrega, al hablar del sexenio actual, que ``no hay antecedentes de una pauperización de estas proporciones en un periodo tan corto''.

Es evidente que la conclusión es cierta. Lo que sin embargo no es claro, leído el artículo y vivida la realidad, son los motivos que han evitado mayor número de protestas o manifestaciones antigubernamentales. ¿Quién no ha soñado que por la mañana encontrará saqueados los supermercados vecinos, no por hordas salvajes, sino por mexicanos hambrientos? ¿Será que la desnutrición es propositiva pues amaina la rebeldía?

No soy experto, ni por asomo, en los problemas de desnutrición. Escribo tan sólo con la pluma de la obligación y con algunos conocimientos médicos, que me permiten afirmar que el desarrollo intelectual deficiente por escaso aporte proteico in utero, y en los primeros años de vida, es una cuestión que atenta contra la ética, y quizá, incluso, un crimen de lesa humanidad.

Para los fines de este escrito, sería idóneo contar con datos fidedignos --no cuento con ellos porque no existen-- que demostrasen, estado por estado, el nivel, tipo y la frecuencia de la morbilidad y mortalidad infantil. Mejor aún sería reproducir las encuestas anuales, o por sexenios, del impacto de la desnutrición y los montos asignados por cada gobierno para abatir el hambre en los grupos más pobres y en las comunidades indígenas. El ejemplo de Benito Juárez ya nos tiene enfadados.

Hace tanto tiempo que no nace otro clon zapoteco, que la idea de que Juárez fue tan sólo un mito empieza a permear, incluso, las mentes más sanas. Bienvenir el próximo milenio sería cierto si muchos zapotecos, tarahumaras, tzotziles o vecinos afincados en la Babilonia mexicana --llámese Ciudad Nezahualcóyotl-- llegasen a ocupar el poder en México.

La insípida política social y los equívocos de la política económica quedaron reflejados en la Encuesta Nacional de Alimentación y Nutrición en el Medio Rural (1996) y en la Encuesta de Alimentación y Nutrición en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (1995). Mientras la primera enseñó que la prevalencia de desnutrición es de 43 por ciento --en 17 por ciento se consideró que había riesgo para la salud, el desarrollo y la supervivencia--, la segunda demostró que uno de cada 20 niños se encontraba desnutrido. Cálculos conservadores sugieren que a nivel nacional existen cuando menos 2 millones y medio de niños desnutridos y algunos grupos --Frente por el Derecho a Alimentarse, AC-- han considerado que aproximadamente 158 mil niños/niñas mueren anualmente antes de cumplir los cinco años por enfermedades relacionadas a la desnutrición.

Desnutrición es subdesarrollo biológico. Desnutrición implica miseria gubernamental. En los últimos 30 años la prevalencia de mala alimentación infantil en el medio rural se ha mantenido sin cambios.

Las desventajas intelectuales y físicas adquiridas antes de la concepción atentan contra los principios básicos de cualquier Constitución y cuestionan la viabilidad de la justicia.

El hambre es también un problema bioético pues el derecho a la salud en México es constitucional y no dádiva. Son prioritarias las carreteras, el rescate financiero de la banca, las deudas con el Fondo Monetario Internacional y la miríada de urgencias hacendarias.

Pero, ¿cuándo será la gente lo más importante en México?