La Jornada 14 de octubre de 1998

Zedillo: entregaré una economía sana, no importa el costo político

Rosa Elvira Vargas, enviada, Londres, Inglaterra, 13 de octubre Ť Desde el Canning House, la ventana inglesa más importante hacia Latinoamérica, el presidente Ernesto Zedillo afirmó que sin importar ``el costo político que se deba pagar hoy'', hará todo lo necesario para entregar el gobierno federal, en diciembre del 2000, en condiciones económicas fundamentalmente sanas y protegidas de las crisis financieras como las que se presentaron en las dos últimas décadas. En México, consideró, hoy se da un debate político ``intenso, caliente'', y un nuevo tipo de gobernabilidad sin autoritarismo, en democracia, con división auténtica de poderes y sobre los valores esenciales de la República.

Para enfrentar el sombrío panorama económico mundial, dijo entonces, los mexicanos ``debemos continuar aguantando lo mejor que podamos'', y asumió, por vez primera en la actual coyuntura, que los costos para el país de esa situación se han visto no sólo en tres recortes del presupuesto federal, ``sino también en términos de inflación''.

Contra la versión pendular de la historia

En la tesis zedillista, la salida a la crisis financiera internacional no está en el control de capitales ni en el retorno a las prácticas proteccionistas en el comercio. Rechazó entonces a quienes creen en la ``versión pendular'' de la historia, pues ``ya probó su fracaso en el pasado''.

Incluso, tampoco vino aquí el mandatario mexicano a proponer reformas radicales al sistema financiero mundial. En lugar de pensar en un ``grandioso rediseño'' -dijo a empresarios, banqueros y analistas-, hay que reflexionar en la salud de las piezas individuales y acordar por consenso rigurosos y muy bien definidos estándares para los bancos internacionales, y hacer que cada país cumpla con ellos, ``al ciento por ciento''.

En el último de los palacios privados ``extravagantes'' que quedan de la época victoriana, el Lancaster House, donde asistió a la clausura del seminario México, un socio comercial natural para las Américas y Europa, Ernesto Zedillo insistió en lo inútil de tener ``discusiones sin fin'' sobre eventuales controles al capital financiero. ``Estoy convencido de que esto no funciona y, tal vez, deberíamos poner más atención a cómo reconstruimos, cómo renovamos los sistemas bancarios en las economías emergentes, pero también en algunos países avanzados''.

Y es que, como lo ha expresado a últimas fechas sin ubicar los destinatarios de sus críticas, el mandatario dijo no estar tan seguro de que todos los sistemas bancarios de las naciones desarrolladas ``estén en tan buenas condiciones como la mayoría de la gente cree''. Las situaciones no anunciadas que se han presentado en semanas recientes en el flujo de capitales y las enormes pérdidas potenciales que ello implica, sugieren -planteó- que más tarde o temprano algunos bancos tendrán problemas.

El presidente Zedillo estuvo en enero de 1996 en visita de Estado en Inglaterra. La de hoy tiene carácter de visita oficial, por lo que su agenda, si bien incluye un almuerzo con la reina Isabel II y encuentros con dirigentes políticos, como el programado para el jueves con el primer ministro Tony Blair, y para este miércoles con el líder de la oposición William Hague, está sobre todo compuesta de entrevistas con los influyentes medios periodísticos ingleses como el Financial Times, The Economist y la cadena de televisión CNN, así como con organizaciones empresariales, financieras y académicas.

Cerca de las 14:00 horas, tiempo local, el avión presidencial TP-01 aterrizó en el aeropuerto internacional Heathrow, en una tarde húmeda y neblinosa del otoño londinense. Zedillo y su comitiva se hospedan en el hotel Claridge's. En la misma, además de la esposa del mandatario, Nilda Patricia Velasco, vienen los empresarios Carlos Slim, Eduardo Bours, del Consejo Coordinador Empresarial; Juan Morales Doria, del CEMAI, y Valentín Diez Morodo, de la Cervecería Modelo, y sólo acuden dos secretarios: la canciller Rosario Green y el titular de Comercio, Herminio Blanco.

Una -quién lo duda- rancia cortesía inglesa, acompañó las ceremonias a las que asistió hoy el mandatario. Quizá esa misma condición convierte a lo solemne en cursi y hasta risible. Cuenta de ello se dio en la World Wide Fund for Nature (WWF), donde se entregó la certificación al Presidente por el mantenimiento de los bosques mexicanos.

Se había dado un riguroso control del acceso al palacio de St. James, pero luego de los discursos de Felipe, duque de Edimburgo -quien en su condición de esposo de la reina Isabel II es patrón o encabeza 800 organizaciones-, y del presidente de la fundación, Claude Martin, la distinción fue sacada por éste de la parte posterior de una mampara, donde se encontraba en el piso.

Zedillo dijo en esa breve ceremonia que México tuvo este año una temporada excepcionalmente seca y larga, que provocó numerosos incendios que dañaron miles de hectáreas, y que la certificación hoy recibida es ante todo un tributo para los 70 mexicanos que lucharon contra esos siniestros y perdieron la vida.

En seguida, a pie, el mandatario pasó al Lancaster House, que se mantiene con la arquitectura original desde la época de la reina Victoria y el rey Eduardo VII, y que fue la residencia de los duques de Sutherland entre 1830 y 1911, con el nombre de Stafford House.

Ahí, en una disertación que se estimaba originalmente en quince minutos pero que se prolongó casi una hora, Zedillo hizo un repaso de la crisis financiera mundial, partiendo de las condiciones que se presentaron en la economía mexicana, a partir de diciembre de 1994. Rememoró sus conversaciones con el presidente estadunidense Bill Clinton, no sólo para solicitar ayuda, sino para alertar que se estaba frente a un nuevo ``animal'' que realmente no se conocía y tampoco se tenía idea de cómo reaccionaría

Lamentó que no obstante haber persuadido a la administración de Estados Unidos sobre esa amenaza y aunque se asumieron compromisos (``aunque un poco vagos'') en la cumbre de la APEC, en Vancouver en 1997, ``desafortunadamente no hubo mucha acción'', y desde principios de 1998 los países asiáticos entraron en recesión, además que ``en algún lugar del camino otras cosas se pusieron más duras'', como fue la caída de los precios del petróleo.

Frente a todo ello, las predicciones del mandatario mexicano son de dos tipos: las malas y las peores. Cero optimismo. En el primer caso, porque resulta inevitable que casi todas las economías globalizadas ``sufrirán al menos una caída en el ritmo de su crecimiento económico'', y para constatarlo ahí está la revisión, a la baja, de las predicciones de avance formuladas por el Fondo Monetario Internacional para este y el próximo años.

Pero ``la peor'', asumió entonces, es ``terrible'', pues se trata de la recesión mundial. Ello, por el descenso económico de Estados Unidos, que había experimentado muy buena forma en fechas recientes; también, ocurría lo mismo en las economías europeas. Sin embargo, continuó, resulta paradójico que ante esas circunstancias los historiadores económicos del siglo XXI, con una recesión, dirían: ``Estos tipos eran realmente estúpidos, pues con tan buenas condiciones, cómo fue posible que entraran en recesión''.

Al final de esa reflexión, el jefe del Ejecutivo quiso ver luces de esperanza en el panorama, y señaló que ``hay cosas por hacer para prevenir el peor escenario''.

Las ubicó, por ejemplo, en la toma de decisiones para hacer frente a la coyuntura, las declaraciones recientes de Blair y Clinton, y la propuesta japonesa para trabajar en su problema bancario, así como la posibilidad de que Estados Unidos pague las cuotas que adeuda al FMI.

Zedillo acudió entonces a su recurrente teoría de que la crisis financiera no tiene por qué conducir a un movimiento pendular en el libre comercio, para volver a la nostalgia por la autarquía. Desde su perspectiva, la crisis de 1929 se prolongó tanto tiempo porque tuvo como respuesta una promoción del cierre de economías. La respuesta a ello, por el contrario, es desde su óptica, ``promover más el libro comercio''.

Respecto al control a los flujos financieros, se refirió a una vieja anécdota de sus años mozos como economista, cuando en el Banco de Francia le dijeron que tales ajustes ``funcionan cuando no se necesitan, y no funcionan cuando sí se necesitan''.

La respuesta está, entonces, en los sistemas bancarios, y en dotarlos de estándares internacionales que todos respeten: ``aun en el peor escenario, deberíamos seguir básicamente las mismas reglas''.