La Jornada 16 de octubre de 1998

Bienvenido, Mario Lavista, y que suene la música: Alejandro Rossi

Pablo Espinosa Ť El Colegio Nacional -son palabras de José Emilio Pacheco- volvió desde ayer a ser ``caja y casa de música'': el compositor Mario Lavista ingresó con una lección inaugural que dotó a ese centro de saber -quien habla ahora es Alejandro Rossi- de ``un conjunto de incitantes enigmas, nos ha prodigado muy valiosos materiales de discusión. Bienvenido, Mario, y que suene la música''.

Sonó, entonces, un estrépito de congas, tambores, tumbadoras, una artillería de percusiones que ocuparon el lugar de muchas sillas al frente de una variada multitud que atiborró el Aula Magna y otro par de salas del bello edificio sede de El Colegio Nacional, donde el Cuarteto Tambuco hizo sonar la Danza isorrítmica y antes el Cuarteto Latinoamericano puso en vida esa, también, obra maestra titulada Reflejos de la noche.

La música, dijo el maestro Mario Lavista en un momento de su discurso, ``es una sustancia, compuesta de sonidos, que encierra una verdad que no puede ser dicha: sólo puede ser escuchada. En este sentido, cada obra es la página de un diario íntimo en el que el músico narra, sobre un fondo de silencios, la historia de los sonidos. Un diario cuya escritura vuelve innecesarias las palabras''.

Sucesor de Chávez y Mata

La relación de las palabras con la música, una de las constantes en la vasta y polifacética tarea cultural que ha cumplido uno de los valores más importantes de la cultura nacional contemporánea, Mario Lavista, fue glosada por el escritor José Emilio Pacheco, quien dio la bienvenida al compositor, en su calidad de presidente en turno de El Colegio Nacional, y también por Alejandro Rossi, quien hizo el discurso de respuesta.

Ambos, Pacheco y Rossi, hicieron hincapié en la existencia de Pauta, ``una de las mejores revistas de México y de lengua española'', dijo José Emilio Pacheco; publicación ``singular, horizonte de levedad y de gracia, cargada de música y de literatura'', apuntó Rossi.

Señoras y señores, abrió la sesión el presidente de El Colegio Nacional, ``Mario Lavista ocupa el lugar que le corresponde por su obra en todos los campos de la música y al mismo tiempo llena el sitio que tuvieron aquí su maestro Carlos Chávez y su amigo y compañero Eduardo Mata, a quienes no olvidamos ni olvidaremos. En estas décadas, sólo hemos pasado de una crisis para hundirnos en otra. Nada más como resistencia puede explicarse el raro esplendor de las artes mexicanas en un panorama tan sombrío.

``No es un elogio de circunstancia sino un acto de justicia decir que sin el talento, la presencia, la actividad continua de Mario Lavista, la música mexicana no sería lo que es, lo que ha llegado a ser pese a todos los obstáculos. Es una figura internacional en un momento en el que han desaparecido el interés y la benevolencia con que en otros tiempos se recibieron las producciones artísticas de México.

``Podría estar donde quisiera, pero él ha elegido vivir y trabajar en su país. Es mucho lo que le debemos y nunca se acabará nuestro agradecimiento hacia él''.

En la respuesta al discurso inaugural de Lavista, Alejandro Rossi tendió gentil diapasón del tono aleve, fraterno y amistoso, hacia las profundidades filosóficas del contenido del discurso del compositor. Del poema Eco, de Xavier Villaurrutia, al que alude el título de la primera obra de Mario Lavista que sonó anteanoche en la sede de El Colegio Nacional, inició, de nueva cuenta, el diálogo de las artes y las ciencias en ese recinto de excelencia:

La noche juega con los ruidos/ copiándolos en sus espejos/ de sonidos.