Masiosare, domingo 18 de octubre de 1998


EL RIESGO ELECTRICO


Muerte
en el tendido


Jesusa Cervantes


Ricardo Diez García, empleado de la Compañía de Luz y Fuerza, reparaba un cable de baja tensión cuando su antebrazo rozó con otra línea. Ya no pudo graduarse como ingeniero. El tendido le ganó la partida. La descarga le detuvo el corazón. El accidente ocurrió en un punto de los 22 mil kilómetros de líneas de alta y baja tensión que corren por la zona metropolitana. Ricardo es uno de los 41 trabajadores electricistas -sólo de la Compañía de Luz- que han muerto en los últimos cinco años a causa de los descuidos, la falta de capacitación y los equipos deficientes, mismos que forman el coctel de la muerte en las líneas eléctricas

El equipo de trabajo y los materiales que utiliza la Compañía de Luz y Fuerza para generar y distribuir energía datan de hace 15 años, algunos hasta de 50. ``Trabajar con ellos es una verdadera proeza'', dice Rubén Sánchez, asesor técnico de la Comisión de Seguridad e Higiene del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME).

La reparación de cables de alta y baja tensión, transformadores y fusibles antiguos representa varios peligros: El menor, caer de una altura de siete metros; lo peor, morir electrocutado. Un efecto más, generalmente imperceptible a quienes trabajan con la energía, son las enfermedades que contraerán, lentamente, en el transcurso de su vida.

¿Quién expone así su vida por un salario que varía de los 73 a los 124 pesos diarios? Los trabajadores de líneas aéreas de la Compañía de Luz y Fuerza.

* * *

Luz y Fuerza lleva energía a por los menos 25 millones de habitantes. Llueve o truene, los 45 mil trabajadores de la compañía deben mantener la luz del centro del país, y por lo menos unos seis mil tienen que laborar con cables por los que circulan energía de una intensidad que va de los 110, 23 mil y hasta 85 mil voltios. Su vida la arriesgan unas diez veces al día.

Esos hombres arreglan cables desde las alturas, cambian fusibles, reparan transformadores o desenredan líneas de alto voltaje.

Ellos mismos describen su labor como si se tratara de un juego, pero también saben que su vida puede ser igual de efímera que un chispazo.

``Y es que tú sabes que vas subir, pero no estás seguro si volverás a bajar'', dice Arturo Mecalco, liniero ``D'' que trabajó durante más de 23 años con cables de alto y bajo voltaje, y se jubiló hace apenas un mes.

Riesgo

Cuando se va la luz en su casa, ¿tiene idea de qué ocurre para que se restablezca? Llega una cuadrilla con tres hombres. Al de más experiencia y jefe del grupo le llaman liniero ``A'' -gana 124 pesos al día-, los otros dos son un practicante -85 pesos- y un liniero ``C'', que recibe por cada 24 horas la cantidad de 104 pesos.

Este último es el que ``se la juega y el de la chinga'', --pues una vez detectada ``a ojo de buen cubero'' la falla-- es quien sube al poste, manipula la energía y restablece la corriente.

La falla puede estar en una línea de baja o de alta tensión. Si es el primero de los casos, el riesgo del trabajador consiste en llegar a una altura de siete metros por medio de una escalera que se coloca sobre el poste y desde ahí trabajar en el transformador, los cables de baja tensión o sobre un aislador de energía.

La corriente a la que se expone es de apenas 110 voltios, intensidad que puede parecer mínima si se desconoce que basta un roce de piel para ser expulsado por los aires y morir de una caída. Claro que en teoría esto sólo ocurre cuando el electricista no lleva el equipo adecuado.

La realidad es otra. Aquí un ejemplo.

En junio pasado, Ignacio Trejo Arana, linero ``C'' con 15 años del experiencia, iba a arreglar un transformador, esas cajas grandes que están arriba de los postes. Aparentemente el riesgo era mínimo, sobre todo si se compara con el manejo de líneas de 23 mil voltios.

Pues bien, don Ignacio se preparaba. Seguía todas las medidas de seguridad, como el colocarse ``una bandola alrededor de su cintura y del poste'' para evitar una caída, cuando el campo magnético al que se expuso ``lo rozó'' -ni siquiera tocó un cable- y la fuerza de la energía lo ``arrancó'' del poste y lo mandó a tierra. El campo lo puede generar el cable mismo o el transformador.

``En fracción de segundos el compañero ya estaba tendido en el suelo, muerto'', cuenta Adolfo Livie Zedillo, liniero ``C'' de la subestación de Tlalnepantla.

Sin embargo, el peligro al que se exponen los trabajadores no sólo es morir por una descarga.

* * *

¿Cuánto ganaba don Ignacio? ``104 pesos al día'', responde Gustavo Cipriano Avila, practicante de distribución foránea.

¿Y vale la pena arriesgar la vida por apenas 100 pesos al día? ¿No les da miedo jugársela?

Alfonso Galván Zúñiga, un experimentado liniero clase ``A'', del área de quejas en baja y alta tensión, responde sin pensarlo: ``¡Claro que no! Esto de la electricidad es bonito, es desafiante''.

El diablo andaba suelto

Abogado de profesión y electricista de oficio, don Alfonso tiene 22 años de trabajar en Luz y Fuerza. Su padre, dos tíos y un hermano son jubilados de la compañía. El amor que siente ``por este oficio'' es grande.

Todavía nervioso por la muerte de uno de sus compañeros que estaba bajo sus órdenes, don Alfonso se atreve a decir que no dejará Luz y Fuerza ``hasta que me jubile''.

En el relato, la causa de la muerte resultó absurda. La generó el viento, la activó una rama y un equipo técnico en mal estado no la pudo evitar.

``Ocurrió en julio pasado, teníamos que hacer un trabajo en baja tensión y según informes del operador se trataba de un transformador que había explotado.

``Revisamos el lugar y detectamos que la falla era una rama que con el viento tocó los cables y provocó un corto circuito. La solución era sencilla: cortar la rama, irnos del lugar y esperar una nueva emergencia. Pero parece que ese día el diablo andaba suelto y no todos salimos con vida'', dice.

Cuenta que cuando Jesús Gutiérrez Vásquez, de 44 años, estaba sobre la escalera sostenida en el árbol, pidieron al operador que verificara la suspensión de la energía, a fin de cortar la rama.

``Se nos dijo que no había flujo, pero cuando mi compañero dio el primer machetazo a la rama sólo escuché sus gritos: ``¡Ay, ay, ay!'' Al voltear sólo vi a mi amigo desvanecido sobre la escalera, pegado. La verdad es que la energía nunca dejó de fluir por el segundo cable de los tres que tiene el tendido''.

Jesús Gutiérrez murió minutos después a causa de un paro cardiaco.

Equipo deficiente

Lo que aparentemente fue un error de comunicación y causó la segunda muerte del año en Luz y Fuerza, en realidad fue resultado de un equipo deficiente.

El mismo Adolfo Livie, responsable de la comisión de seguridad de su área de trabajo y a la que pertenecía Jesús Gutiérrez, detalla que en la subestación donde se encontraba el operador encargado de informar si los cables tenían energía, las computadoras marcaban que no la había en ninguna de las tres líneas. Al revisar el equipo detector se descubrió que uno de ellos estaba roto y nunca marcó que los 110 voltios no dejaron de fluir.

Al mal estado en que se encuentran los equipos de las subestaciones hay que sumar las inadecuadas herramientas de trabajo.

Un ejemplo. A pesar de que el operador les avisa que no hay energía, ellos mismos verifican mediante un bastón que mide el voltaje de cada dos líneas. Si en la de en medio existe, el aparato no la detecta.

Ese bastón no es el adecuado, según Rubén Sánchez, asesor técnico de la Comisión de Seguridad e Higiene del SME.

La empresa debe entregar a cada una de las aproximadamente mil cuadrillas un detector de potencial sonoro que cuesta cuando menos siete mil pesos.

``Esos pollitos o chillones, como les llamamos, miden la intensidad sin tocar los cables, son muy seguros, pero no los hay en cantidades suficientes, y como aquí siempre urge la chamba, pues improvisamos esos bastones, pero es responsabilidad de la empresa proporcionarlos y no lo hace'', afirma Rubén Sánchez.

Como pajaritos

Arturo Mecalco se jubiló hace un mes. Durante más de 22 años trabajó con lo que llaman ``línea viva''.

El trabajo consiste en manipular los cables de 23 mil voltios, esos que cuando usted voltea están en lo más alto, al lado de una banqueta, y son utilizadas por grandes empresas o fábricas.

``Cuando las agarras se te paran los vellitos, pero no te pasa nada porque ocurre al igual que los pajaritos cuando se trepan en el alambre, te aíslas''.

Para que esto ocurra, un liniero de alto voltaje se sube a una canastilla que le protege la mitad del cuerpo, el resto --en especial los brazos-- se protegen primero con guantes de lino, luego con otros de hule que llegan hasta los hombros y sobre de ellos se colocan los de carnaza. La cabeza se protege con un casco.

Los linieros suben por lo menos 13 veces a los postes cuando trabajan en baja tensión y otro número igual cuando lo hacen en alta.

``En la primera actividad del día sientes el cuerpo todo calientito, como que la adrenalina se te sube y la verdad es que los nervios siempre están ahí, pero los puedes controlar. Sabes que te puede ocurrir algo, pero dices: "ni modo, para esto me alquilé'', dice Mecalco.

Arturo tiene 50 años. Es como Zúñiga, de oficio electricista, pero se ha dedicado también a la pintura (la crítica de arte Raquel Tibol lo define como un artista que ``no establece dicotomía entre su trabajo proletario y su trabajo artístico'').

En tercero de primaria empezó a esbozar sus primeras líneas, pero la tradición familiar y la necesidad lo llevaron a manejar otras, las de alto y bajo voltaje. Ahora que se jubiló retoma la pintura.

Quienes trabajan con ``línea viva'' se jubilan a los 27 años, seis meses, un día, en lugar de 30 como ocurre con el resto de los trabajadores.

Leticia Campos, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, explica que ello se debe a que el cuerpo se deteriora más rápido, debido a que está expuesto a la tensión constante de manejar la energía.

``En la última (subida) del día empiezas a sudar y de paso te llevas los riñones, porque estás de lado trabajando las líneas. Hasta cuando tocas tierra lo primero que piensas es: `ya chingué, por este día la hice«", cuenta ahora divertido Mecalco.

``Y más al rato, lejos del trabajo, te empieza como a temblar todo. Muchos se sienten unos chingones y muy machos, porque pudieron agarrar 23 mil voltios sin morirse'', cuenta Mecalco.

Dice que para evitar accidentes existe un antídoto: ``Llegar al trabajo de buen humor, si no todo te falla y aquí un error está canijo''.

Nomás le vas midiendo

El equipo con que trabajan los linieros de Luz y Fuerza es deficiente, afirma Rubén Sánchez de la Comisión de Seguridad del SME.

Según las normas, todo el equipo, desde canastillas, guantes, pollitos, bastones, zapatos o la misma ropa, debe someterse a una prueba de laboratorio que se conoce como protocolo.

``Debe hacerse cada seis meses y ya que pasó la prueba distribuirse entre las subestaciones, pero aquí no se prueba nada porque el trabajo siempre urge''.

Incluso el material de trabajo, no el de protección, debe someterse a pruebas, y quienes lo manejan deben estar capacitados.

Cuenta Roberto Carlos Rojas, miembro también de la Comisión de Seguridad y que en un tiempo trabajó en el almacén, que después de algunos años se enteró que ciertos tubos no debía aventarse, porque se podían despostillar y por ahí salir la energía con la probabilidad de que un trabajador estuviera expuesto a sufrir un accidente.

``Pero no se me capacitó ni se me explicó, y como yo hay muchos otros''.

Adolfo Livie detalló que ``el liniero'' tampoco cuenta con una capacitación sistemática.

Gustavo Cipriano Avila, practicante del área de distribución foránea, cuenta que a ellos les toca aprender de sus jefes.

``Con lo que ves aprendes, sabes que debes mantener una distancia de 30 centímetros del campo magnético, porque te lo dice tu jefe, no porque la empresa te haya proporcionado un curso. Al peligro ahí nomás le vas midiendo''.

De acuerdo con el reporte de la subdirección de Recursos Humanos de Luz y Fuerza, el año pasado el mayor número de accidentes se dio entre los linieros y peones, además, entre las personas que cuentan con entre seis a nueve años de trabajar en la compañía. Cipriano tiene siete.

El mismo reporte establece que la segunda causa de accidentes se da por desconocer el procedimiento de trabajo.

Las estadísticas de la muerte han variado. En 1993 fueron diez y el año pasado cinco. Este año van tres y pueden aumentar, porque la demanda de energía se incrementa. ``A fin de año todos quieren luz y si no la tienen se cuelgan de las líneas generando cortos circuitos que después hay que arreglar'', dijo Rubén Sánchez.

Según Arturo Mecalco, ``un viernes social'' en cualquier época del año es peor que el fin de año. ``Y es que ocurre cada borrachazo que los que van bien jarra tienen el tino de irse contra los postes y tirarlos''.

Del paro a la leucemia

A los linieros generalmente les atemoriza más caerse de un poste que exponerse a la energía.

Para la investigadora Leticia Campos hay otros elementos que no son tomados en cuenta. Es el caso de los efectos secundarios que se producen en el individuo que maneja directamente la energía.

El doctor Arturo Fajardo Gutiérrez, de la Unidad de Investigación Médica en Epidemiología Clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social, ubicada en el hospital Siglo XXI, explicó que hay estudios que indican que la constante exposición a campos magnéticos provoca leucemia, tumores cerebrales y hasta malformaciones en los hijos de trabajadores.

El otro problema, comentó Rubén Sánchez, es el alcoholismo. ``Eso lo hemos visto durante años entre los compañeros. Empiezan por echarse una para darse valor y terminan cayendo en el alcoholismo, aunque nadie lo quiere reconocer''.

Otro de los peligros, cuenta el ex liniero Arturo Mecalco, es que te ahogues con tu propia lengua al quedar pegado en un cable de baja tensión, ``y si los de tu cuadrilla no se dan cuenta, pues te mueres''.

Otra causa de muerte, y que es común, es por paro cardiaco provocado por pequeñas descargas eléctricas.

Entonces, ¿qué les da más miedo, la altura o la energía?, se le pregunta a Alfonso Galván, liniero ``A'', y a Arturo Mecalco.

``Pues caerte, pero más que eso, que te agarren los chemos y te maten por el cobre que traes'', dice el primero.

El segundo completa: ``O enfrentarte a los usuarios como le pasó a un compañero que por querer quitar un diablito en Chalco en 1993, lo mataron de un palazo''.

¿Pero de verdad, no le dio miedo en esos 27 años que fue electricista?, se le pregunta a Mecalco.

``Claro, pues como decía mi jefe, en esto sólo los valientes y los pendejos están bajo tierra... Yo sigo pintando''.

Recuento de la muerte

Las causas de muerte más frecuente son por descargas eléctricas y caídas.

Muertes

1993 - 10

1994 - 10

1995 - 5

1996 - 8

1997 - 5

1998 - 3

Durante 1997 los accidentes no mortales sumaron mil 122. Su costo para la Compañía de Luz y Fuerza fue de 77 millones 162 mil 761 pesos. En el caso de los linieros sumaron 292 casos, le siguieron los peones con 160 casos. Las partes del cuerpo más dañadas son las manos, dedos, cintura, ingle, rodillas o tobillos.

Fuente: Subdirección de Recursos Humanos, gerencia de previsión social de la CLyFC.