La Jornada lunes 19 de octubre de 1998

Héctor Aguilar Camín
PRI: viejas trampas, nuevos riesgos

La manipulación de los votos y el fraude de viejo tipo se han ido impunes en distintas elecciones estatales de candidato priísta a la gubernatura. Distintos gobernadores priís- tas han impuesto candidaturas con los viejos métodos, pagando precios muy bajos por sus procedimientos. Les han costado escándalos de prensa, protestas de los derrotados, y hasta el tránsito de alguno de los inconformes a la tienda hospitalaria del PRD. Nada grave: ni sanción ni enmienda del resultado fraudulento.

El PRI nacional y el Presidente, antiguo jefe nato de ese partido y antiguo poseedor del dedo que señalaba a los beneficiados con las candidaturas a gobernador, jugaron el papel de testigos. Poco hicieron para evitar que en la ausencia del dedo mayor se impusieran los caprichos de los dedos locales. Las consecuencias de esa omisión no se resienten gran cosa en la prensa de la capital de la República, donde los dimes y diretes regionales parecen pleitos pueblerinos, trifulcas divertidas más que agravios de consideración.

Pero el abuso y la imposición de viejo tipo dejan huellas profundas en los estados, acumulan cuentas, rencores y suspicacias para las siguientes rondas priístas. Así, tanto los que ganaron por la trampa como los que perdieron por ella habrán sacado su conclusión para la próxima. Esa conclusión es que la trampa se vale. Más aún: ay del que no haga trampa.

Sucede que la próxima elección priísta, en casi todos los estados, será la elección del candidato a la presidencia de la República. Si el PRI y el Presidente no corrigen radicalmente la ausencia de reglas y la impunidad fraudulenta conque se dirimieron varias de las contiendas estatales, la contienda presidencial será un carrusel de trampas, entre votantes educados por las trampas previas.

La diferencia es que los agravios electorales por trampas de la sucesión presidencial priísta no se sofocarán tan fácilmente como se han sofocado los de algunas elecciones estatales. Los niveles de adrenalina, la visibilidad y la importancia del proceso presidencial son incomparables con ningún otro. Los priístas irán a su elección interna sabiendo que si ganan esa, habrán ganado más de la mitad de la Presidencia.

Dígase lo que se diga, salvo que hubiera un candidato de coalición PAN-PRD, que uniera todos los votos opositores, el candidato del PRI sigue siendo un probable ganador de la contienda presidencial. Así lo muestran distintas encuestas de intención de voto que siguen poniendo al PRI como partido -antes de saberse el candidato, factor decisivo- adelante en las preferencias del electorado.

¿Quién arbitrará las pasiones priístas burladas por las trampas de otros priístas? Los árbitros nacionales del PRI, es decir, el Presidente y la dirigencia nacional de ese partido, han dejado pasar una oportunidad de oro para sancionar a los tramposos y advertir a los priístas que esas impunidades no serán toleradas en la próxima elección.

A partir de la experiencia de la trampa triunfante en varios estados, puede anticiparse el riesgo de que en la contienda presidencial dentro del PRI la vieja cultura del fraude vuelva a asomar la cabeza e incluso triunfe en toda la línea sobre las intenciones democratizadoras que muestran las elecciones primarias del PRI.

La cultura del fraude electoral está en retirada en el país. Es difícil, hasta imposible, que por simples expedientes de manipulación y fraude alguien pueda ganar una elección formal. Pero la cultura de la trampa y la manipulación subsiste en las prácticas internas de los partidos, en muchas de cuyas elecciones primarias, vemos hoy conflictos e inconformidades como las que se veían antes después de las elecciones legales.

Aun un partido con reglas internas probadas como el PAN padece ajustes y reajustes a la hora de nominar sus candidatos. En el PRD, los candidatos externos tienden a sustituir las elecciones primarias con designaciones. Y el PRI sigue ofreciendo, hacia adentro, algo del espectáculo de fraude que ya no puede oficiar, sin altos costos, afuera. Con todo, el verdadero peligro nacional es la trifulca presidencial del PRI, una trifulca que si no se regula con mano firme puede envenenar y violentar como ninguna otra el ambiente político nacional.