La mano de la CIA en el golpe de 73, ignorada por la prensa de EU
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 21 de octubre Ť La noticia del arresto de Augusto Pinochet en Londres ha sido ampliamente difundida en Estados Unidos; el New York Times promovió el martes un proceso legal contra el dictador, pero el miércoles el Wall Street Journal estimó que Fidel Castro, y no Pinochet, debería ser arrestado en Europa, ya que él tiene toda la culpa de que se hayan generado las dictaduras latinoamericanas. Sin embargo, nadie menciona un hecho clave en este historia de Chile y Pinochet: la mano estadunidense.
Los medios de comunicación estadunidenses han dado amplio espacio a la detención de Pinochet, el 17 de octubre, a solicitud de un magistrado español. Se hizo un recuento de la carrera del dictador y de la represión que ejerció durante su régimen pero, con contadas excepciones --y aun así, sólo se señala que fue un golpe respaldado por Estados Unidos-- ni se menciona la poco encubierta mano de Washington en los sucesos de septiembre de 1973, y durante los posteriores 17 años de dictadura.
``Hacer que la economía grite'', escribió en un memorándum el 15 de septiembre de 1970 el entonces jefe de la CIA, Richard Helms, durante una reunión con el presidente Richard Nixon y el secretario de Estado Henry Kissinger.
Un cable de la CIA fechado un mes después, desclasificado y publicado por la organización National Security Archives en septiembre, definió la estrategia a seguir por el jefe de estación de la CIA en Santiago: ``es la política firme y continua que Allende sea derrocado por un golpeÉ Hemos de continuar generando la máxima presión para este fin utilizando todo recurso apropiado. Es imperativo que estas acciones sean puestas en práctica clandestina y seguramente para que la mano del gobierno de Estados Unidos...quede bien escondida''.
En los años siguientes, según documentos oficiales secretos hoy desclasificados, Estados Unidos posibilitó dicha estrategia enviando millones de dólares para financiar campañas de sabotaje económico y desestabilización social y política. La CIA gastó 8 millones de dólares entre noviembre de 1970 y septiembre de 1973 para minar la presidencia de Allende.
Fue hasta la presidencia de Jimmy Carter, quien asumió en 1976, y luego de que las brutales medidas del régimen chileno fueran conocidas en la propia capital de Estados Unidos --con el asesinato de Orlando Letelier y la estadunidense Ronni Moffitt, el peor caso de terrorismo internacional ocurrido en Washington-- que las relaciones se enfriaron.
El patio trasero
En varias investigaciones oficiales se ha documentado la intervención de la mano estadunidense. Los documentos secretos del gobierno de Estados Unidos desclasificados recientemente y publicados por National Security Archives (www.seas. gwu.edu/nsarchive) muestran sin lugar a dudas el activo papel de este país en el golpe de Estado y en el apoyo previo y posterior a los militares y a Pinochet.
Nixon decidió, según Helms, jefe de la CIA, que ``un régimen de Allende en Chile no era aceptable para Estados Unidos''. Cuando Allende asumió la presidencia, Helms escribió que se había convertido en el ``primer mandatario marxista democráticamente electo en la historia de América Latina, a pesar de la oposición de Estados Unidos. Como resultado, el prestigio y los intereses de Estados Unidos en América Latina, y en cierta medida, en otros lugares, materialmente se están afectando en tiempos en que Washington no puede tolerar problemas en una área que tradicionalmente ha sido aceptada como el `patio trasero' de Estados Unidos''.
Sin embargo, pese a estos documentos, así como a la profusa literatura sobre el papel desempeñado por Washington --incluida una amplia investigación de un comité del Congreso en los años setenta que reveló sin ambigüedad el programa desestabilizador estadunidense contra Allende-- y su muy cercana relación con Pinochet-- (es obvio que Estados Unidos estuvo enterado de los planes del golpe, y que dio la luz verde), hoy los editorialistas y gran parte de los reporteros aparentemente perdieron la memoria.
No es un secreto que la CIA y la Dina chilena mantuvieron muy buenas relaciones desde el inicio del régimen pinochetista por lo menos hasta 1976 (es poco conocido qué pasó luego en el mundo de la inteligencia luego de ese periodo).
Tampoco es secreta la admiración de Pinochet por figuras políticas conservadoras en este país --especialmente durante el periodo de Ronald Reagan-- y por su colega británica Margaret Thatcher. El dictador siempre dijo que su país favorito era Inglaterra, especialmente por el buen trato de la Thatcher; es posible que su error sea no haberse dado cuenta del cambio de gobierno británico. Incluso el Wall Street Journal no esconde su admiración por el dictador, y lo define como ``el hombre que tal vez hizo más que cualquier otro en América Latina para hacer retroceder la revolución'' de los marxistas, en su editorial de la víspera. ``En septiembre de 1973 --añade--, el general Pinochet encabezó el golpe que salvó a su país'', y lo convirtió en ``un ejemplo de reforma exitosa de mercado libre'', con el libre comercio, la privatización y otras iniciativas que ``inspiraron la reforma en otras partes del continente y el mundo en desarrollo''.
Aunque The New York Times, Los Angeles Times, el Washington Post y el Wall Street Journal publicaron editoriales sobre el tema, ninguno menciona la mano estadunidense. Los reportajes en CNN, ABC, NBC y CBS aludieron a un golpe de Estado ``respaldado'' por Estados Unidos, y punto. Pero las palabras de Nixon, Kissinger y Haig, entre otros, y las acciones encubiertas de la CIA y otras agencias estadunidenses para alimentar y consolidar el golpe de Estado contra un gobierno democráticamente electo, es otra historia. Quizá Time quiera olvidar que la CIA estaba muy complacida con su cooperación, en una operación de ``propaganda'' de la agencia, cuando publicó una nota de portada en 1970 que hacia una invitación implícita a la invasión de Chile. A veces, la amnesia es una apropiada receta médica.