Así como el siglo XX marcará mucho tiempo la visión y los problemas en el XXI, el nuevo siglo ha empezado a escarbar y presionar sobre esta época. Son los ``recuerdos del porvenir'' o vivir el futuro anticipado como un día descubrió Elena Garro al descifrar que, además de las leyes de la relatividad del tiempo, poseíamos el surrealismo para armar otras nociones de lo que somos y seremos.
Ante la crisis anticipada, Bill Clinton ha llamado desde el 14 de septiembre a reformar el nuevo mundo de economías integradas, luego de los impactos de la crisis rusa en la estructura financiera mundial, que puso en jaque al FMI como apéndice regulador al servicio de la economía estadunidense.
Gracias a Rusia, un país desprestigiado dentro del capitalismo y el socialismo, la globalización no carga ahora con las culpas de todos los ``errores de diciembre'' de todo el mundo; el borracho Yeltsin lo hace solo.
Clinton ha tomado este fenómeno para armar su discurso de nuevo milenio en tres sentidos: ``nuestros amigos no son responsables de los efectos de las crisis en otras partes'' (Zedillo, Ortiz y Gurría están disculpados); ``debemos apoyarlos, porque así nos apoyamos'' (el rescatismo financiero se convierte en una política económica ``de Estado''); y ``debemos actuar contra la pobreza'': 17 mil millones de dólares al FMI, aprobados por el Congreso estadunidense (una especie de Pronasol que podrá ser convertido en votos para el 2000 a favor de ``sus amigos'').
No obstante las intenciones reformadoras, se anuncia una crisis con efectos mayores a la de 1929, ya que reflejará las consecuencias de la destrucción de los procesos productivos básicos en los países periféricos que se integraron a la globalización de manera subordinada y antinacional, como en México.
Gastar y no producir es una causa -sin explicación en Rusia- que origina las crisis recurrentes, y que paga la mayoría pobre del mundo.
El informe reciente del Banco Mundial sobre el crecimiento de la pobreza en México, dado a conocer por David Brooks y Jim Cason, confirma que sólo estamos frente a una crisis mayor anticipada y que el problema pasará de ser un simple fenómeno de ajuste del modelo, a uno estructural de los límites de la globalización, que ha destruido más fuerzas productivas que la primera y segunda guerra mundiales.
Mientras Clinton rescata países con lo que queda del FMI, los amigos del proyecto globalizador pretenden salvar los viejos sistemas financieros ya caducos. Estados Unidos habla de una reforma necesaria e inminente, y aquí los aldeanos de la globalización dicen que seguirán el mismo camino y que no se admiten cambios. Los efectos de una inte- gración antinacional hacen estragos, y Zedillo, nuestro mandatario autista, ni siquiera ha detectado los mensajes que le mandan desde Washington. El camino de la recesión sigue siendo su vía.
La detención de Augusto Pinochet en Inglaterra, acusado de criminal y genocida, es un fuerte presagio antes impensable, ya que Margaret Thatcher dictó los fundamentos teóricos y prácticos para justificar el apoyo al golpe militar en Chile con el que se inauguraría a sangre y pólvora el neoliberalismo en América Latina.
Los efectos en Chile ya pusieron en crisis el pactismo que excluyó la justicia pendiente, como la que tenemos aquí por el 2 de octubre de 1968 y que alcanzará el nuevo siglo.
El siglo XXI también penetrará como cuchillo para que se restituya el humanismo, el único que puede salvar este planeta de los ensayos económicos y reintegrarnos al desarrollo tecnológico. Los premios a Darío Fo y Saramago apuntan para allá, así como el fin de la guerra en Irlanda del Norte y la negociación con el País Vasco. Y en México, Sánchez Vázquez nos refresca recordándonos la vigencia de las ideas socialistas.
Como parte de este siglo y el entrante, otras personalidades, que no faltarán como humanistas y ejemplo del derecho de las naciones a no vivir sometidas, serán Fidel y Cuba, a los cuales luego de tantos años se les recibe con vino, consignas antimperiales y no con tribunales.
Es seguro que la globalización tome un giro opuesto en contenido y que nos acerquemos a la idea del internacionalismo y la fraternidad de los pueblos contra el hambre y la injusticia. Los hechos anuncian que la larga noche llegará a su fin y que ahora veremos tiempos anticipados de lo que será el nuevo siglo: el tiempo del hombre.