Interpreto el premio Nobel a Amartya Sen como un reconocimiento (y un mensaje del jurado del Nobel al mundo) del fracaso del neoliberalismo y de la necesidad de cambiar las políticas económicas para disminuir la pobreza y las desigualdades en el planeta. La evidencia para fundamentar mi interpretación fue el tercer Congreso Internacional del Centro Latinoamericano de Administración para el Desarrollo (CLAD) que se realizó del 14 al 17 de octubre en Madrid, España.
Tradicionalmente el CLAD, como su nombre lo indica, ha querido promover el desarrollo de los países latinoamericanos a partir de las administraciones públicas, es decir de los gobiernos de la región. Todavía ahora, a juzgar por el contenido de muchas ponencias presentadas en el Congreso, se defiende no sólo el neoliberalismo sino a las políticas de la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos, pese a que se ha demostrado que estas políticas han aumentado la pobreza y la desigualdad en nuestros países. En el caso mexicano, como ya se ha dicho en estas páginas, el gobierno de Zedillo ha estado (y está) a la zaga incluso del Banco Mundial que reconoce que la pobreza, lejos de disminuir, ha aumentado. Zedillo reprobaría al nuevo premio Nobel de economía al reafirmar en Londres que la estrategia en esa materia seguirá siendo la misma.
Sin embargo, el pensamiento de Amartya Sen ha influido en el Banco Mundial, en Naciones Unidas y en el Banco Interamericano de Desarrollo, como se demostró en la mesa del congreso en que tuve el privilegio de participar junto con Bernardo Kliksberg (coordinador del Instituto Interamericano para el Desarrollo Social del BID) y con Guido Bertucci (director de la División de Gobierno, Administración Pública y Finanzas de Naciones Unidas). En este congreso Kliksberg reconoció que entre muchos funcionarios del BID la influencia de Sen ha sido decisiva y que muchos de los economistas que antes defendían las políticas neoliberales han reconocido su error y plantean ahora la necesaria intervención del Estado para regular la economía y disminuir las desigualdades sociales y, desde luego, la pobreza. En otros términos, la corriente mundial basada en más de 65 trabajos que postulan la necesidad de la equidad como una política económica que sólo puede ser impulsada desde el Estado en cada país, remite a la necesidad imperiosa de revisar su papel en el mundo actual, ya que las desigualdades son costosas, ineficientes y éticamente inaceptables, aparte de ser un obstáculo para el crecimiento económico y todavía más para el desarrollo de los pueblos y de las naciones.
El papel del Estado es importante porque es la instancia que puede proveer o promover, siguiendo a Sen, apropiados estándares nutricionales y de salud y una adecuada y eficiente educación para todos, especialmente para quienes tienen escasos recursos. Es decir, revisar la política de privatizaciones de la salud y de la educación, mejorando sustancialmente las instituciones encargadas de proporcionarlas, y modificar la política de precios y de subsidios de los productos básicos de consumo de los pueblos, pues, como dijera Sen (en Inequality re-examined), lo que más importa no es el ingreso sino las posibilidades de acceder a lo necesario para mejorar el nivel de vida, y cita el ejemplo de la población negra en Estados Unidos, que teniendo un alto ingreso, comparativamente hablando, tiene menor expectativa de vida que otros pueblos con menores ingresos, tales como los del estado de Kerala en India, Sri Lanka, Costa Rica y Jamaica. Se trata del papel del Estado, y no sólo de los ingresos de la población, los cuales además de todo se han desplomado en los últimos diez años, como señaló recientemente el Banco Mundial.
Si el Banco Mundial y el Interamericano de Desarrollo, otrora defensores de las políticas neoliberales, proponen la necesaria disminución de la pobreza y de las desigualdades modificando sustancialmente las políticas públicas, ¿qué espera Zedillo para cambiar su política? Quizá sea tiempo de que se lea con atención a Amartya Sen en la Presidencia y en el gabinete del gobierno mexicano.