La Jornada 22 de octubre de 1998

Bailar implica tener un método para construir el cuerpo: Bravo

Mónica Mateos Ť A punto de llegar a los 78 años de edad, la maestra Guillermina Bravo es una mujer cuyo máximo orgullo es ser el pilar de cinco generaciones de bailarines. Hace apenas siete años que creó su coreografía número 57, y aunque por el momento no tiene planes de hacer otra, se mantiene ocupada coordinando las actividades de su escuela de danza en Querétaro y terminando el proyecto para la construcción de un teatro en esa entidad.

Para ella lo más importante es tener, siempre, tiempo para estar atenta durante la preparación de cada espectáculo de su Ballet Nacional de México (BNM). Ningún detalle se le escapa: ni una luz mal puesta ni un vestuario inadecuado ni un montaje coreográfico que no haga brillar el desempeño de ``sus'' bailarines.

No obstante que este año se cumple medio siglo de la fundación del BNM, Guillermina Bravo no recuerda la fecha exacta del aniversario; para ella es mejor que los festejos hayan sido con estrenos y que la celebración continúe ``por lo menos dos años más''.

Breve, pero precisa en sus comentarios, la maestra charla con La Jornada durante los ensayos del programa que el Ballet Nacional interpretará mañana en el Palacio de Bellas Artes. Nada de pasado, ``que ya ni se acuerda'', sólo muchos proyectos para el futuro existen en la inquieta mente de Guillermina Bravo.

``La importancia real que tiene para mí celebrar 50 años del Ballet Nacional es que, por ejemplo, en la función de este sábado se juntan cinco generaciones de bailarines, desde los maduros, experimentados, como Jaime Blanc o Antonia Quiroz, pasando por los que están en la edad de florecimiento artístico -entre 30 y 45 años-, luego viene una generación más joven de treintones, luego más jóvenes, hasta la última que se acaba de graduar en Querétaro, después de siete años de estudio. Para mí eso representa una trayectoria completa de un grupo que ha conservado a algunos miembros que ya son coreógrafos como Federico Castro. Es decir, hay cierto atractivo en Ballet Nacional que hace que las personas se junten y se queden'', afirma la coreógrafa.

Un arte que es elitista

Hace siete años el BNM estableció una escuela de danza en la ciudad de Querétaro. Tarea difícil sobre todo porque la nostalgia hizo presa de los jóvenes bailarines que dejaron todo en el Distrito Federal para perseguir su vocación.

``¿Sabes?, la danza es muy elitista. Por ejemplo, en nuestra escuela ingresan grupos muy grandes, a veces tenemos audiciones de 30 o más personas. Pero empiezan las clases y no pueden y se van saliendo por falta de facultades o por incapacidad. Y se reciben cinco o seis, quizá ocho. Ahorita tenemos la experiencia de seis. Nuestros muchachos son muy consentidos. Sólo dos de ellos quieren hacer su propio grupo; una ser directora, maestra, publicista, es decir, cabeza de una compañía, es muy decidida; y otro muchacho se nos va a Canadá, a continuar estudios y a regresar algún día a bailar con nosotros. Un tercero está haciendo su práctica de tesis. Y sólo tres se quedaron en Ballet Nacional, cosa que me agrada mucho, pero no es la meta del colegio. Primero, porque el Ballet no puede absorber tantas personas y, segundo, porque quiero que vayan al mundo, a otros grupos, a otros países, a seguir su profesión.''

-¿Se nace con esa sangre de bailarín?

-Mira, se nace con determinadas facultades. Capacidades. Como en cualquier profesión. Hay capacidad para las matemáticas o hay capacidad para la biología o para la danza. Pero esa capacidad tiene que ser cultivada, el cuerpo tiene que construirse mínimo siete años. La profesión es otra cosa, requiere de más años. Es decir, no se puede bailar sólo con la capacidad, espontáneamente. Bueno, se puede hacer, pero no hay profesión, no hay bases. En mis tiempos bailábamos espontáneamente, pero no había un método de trabajo para construir el cuerpo.

Estreno de La corrupción del Edén

-¿Qué es lo que más le satisface de estos 50 años del Ballet Nacional de México?

-La graduación de los muchachos, ocurrida precisamente en este 1998; ha sido un año de festejos, el gobierno del estado de Querétaro nos hizo un reconocimiento, hemos estrenado algunas obras, la función de mañana será un penúltimo festejo, porque nos falta una gira por Mérida, donde también nos van a homenajear. Lamentablemente este año no pudimos salir al extranjero, como en 1997, cuando fuimos a Suiza. Sucede que somos una compañía muy grande, de 25 personas. No somos el único país que está en crisis, la globalización extiende la crisis y la pobreza a todo el mundo. Por ejemplo, yo tenía muchas ganas de que fuéramos a toda América Latina, se lo había prometido al grupo, pero fue imposible. Vamos a ver si el año entrante lo logramos porque yo voy a extender el homenaje uno o dos años más.

``Hay muchos planes para concluir el siglo: invitar a más coreógrafos e incluir en nuestro repertorio la obra de varios creadores extranjeros. Seguir con nuestros talleres de coreografía, seguir produciendo. Definitivamente, de los 50 años esta es la etapa que más me gusta del Ballet Nacional. El proyecto Querétaro es mi pasión, todavía me falta construir un teatro, porque allá no tenemos. Existe sólo un auditorio que no nos sirve para bailar. Entonces estoy uniendo fuerzas, apretando tornillos para hacer un buen foro. Por eso digo que a México, si no es a función, no tengo a qué venir''.

El Ballet Nacional de México interpretará mañana Constelaciones y danzantes (homenaje a Rufino Tamayo), de Guillermina Bravo, y el estreno de La corrupción del Edén. Caos de sangre en la blancura del alba, del coreógrafo francés Philippe Trejet, con música de Philippe Glass, hoy a las 20 horas, al igual que los días 30 y 31 de octubre.