Hace pocas semanas surgió el rumor que el Banco de México estaría pensando en instituir un consejo monetario, siguiendo el modelo argentino. Ello significaría introducir un nuevo peso, cuyo valor sería estable con respecto al dólar de Estados Unidos. En este contexto, un empresario hizo una declaración pintoresca que, en sustancia, significaba que estaba de acuerdo con esta idea. Muchos espíritus simples se han entusiasmado con el hecho que, en este caso, los ingresos que perciben serían equivalentes a dólares.
Existen dos regímenes extremos de tipo de cambio: el que establece una paridad fija y el plenamente flotante. Entre ellos, hay una diversidad de formas de regulación de la paridad de la moneda que permiten una fluctuación más libre o menos volátil a la paridad. El régimen clásico de tipo de cambio fijo es el patrón oro, que rigió entre las últimas décadas del siglo pasado hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial. En este sistema, cada moneda establece su paridad en un peso determinado de oro, lo que permite conocer los tipos de cambio de las monedas entre sí. La onza de oro vale, en dólares, una cierta suma, y la misma onza cuesta otra cantidad de libras esterlinas, con lo que se establece la paridad entre dólares y libras, la que se mantiene fija mientras no se modifique el valor de la onza de oro expresado en dólares y libras. Bajo este régimen funciona el siguiente mecanismo de ajuste del balance de pagos: suponiendo que un país tiene un déficit en sus cuentas externas, la diferencia entre lo que ingresa y gasta debe ser cubierta con pagos en oro. Dado que la oferta monetaria está regulada por las reservas de oro, la salida de este metal provoca la reducción de la base monetaria. En este planteamiento ello reduce los precios de los bienes producidos por el país en cuestión, con lo que tenderá a restablecerse el equilibrio en las cuentas externas dado que aumentarán las exportaciones a la vez que se reducirán las importaciones, ya que los precios internos se habrán reducido en comparación con los precios del exterior. Este mecanismo de ajuste es difícil, pues para que los precios se reduzcan deben hacerlo los salarios, lo que significa que también se contraen el empleo y la producción.
En caso de superávit, el mecanismo que permite llegar al equilibrio funciona de manera opuesta, provocado por el aumento de los precios internos derivado de la expansión de la oferta de dinero.
El régimen generalizado que sustituyó al patrón oro fue establecido en la conferencia de Bretton Woods, que consiste en tipos de cambio fijos pero ajustables si los países enfrentaban un desequilibrio fundamental en sus balances de pagos. La onza de oro costaba 35 dólares, y la paridad de las monedas se establecía en dólares. Este sistema funcionó hasta comienzos de la década de los setenta, siendo una de las condiciones que permitió el largo periodo de estabilidad y crecimiento de la economía mundial. La imposibilidad de Estados Unidos de garantizar la convertibilidad de todos los dólares en circulación en oro al tipo de cambio establecido determinó el quiebre de este régimen, con lo que se fue configurando el sistema actual de tipo de cambio flotante, en que la paridad de las monedas está regulada por la oferta y demanda de divisas, con lo que el ajuste en las cuentas externas es provocado por el movimiento en el tipo de cambio. Las diversas formas de regulación del tipo de cambio flotante aspiran a darle una cierta estabilidad a la economía, evitando el ajuste doloroso del sistema de cambios fijos.
El consejo monetario significa volver al tipo de cambio fijo con todas sus consecuencias sobre los salarios, el empleo y la producción en caso de desequilibrio en el balance de pagos.
Además, desaparece la política monetaria del banco central, dado que la oferta de dinero está regulada por las reservas de divisas.
En los últimos años se ha insistido que los gobiernos no deben hacer uso de la política fiscal, de lo que se ha derivado el énfasis en el equilibrio presupuestario, mientras que la autonomía de la banca central pretende dejar fuera de la esfera del gobierno a la política monetaria.
Con el consejo monetario, el banco central pierde esta capacidad. O sea, la política monetaria será la establecida en la Reserva Federal de Estados Unidos. Lo que el país puede solicitar, en este caso, es un par de asientos en el consejo de la Fed.