DISQUERO Ť Pablo Espinosa
La voz de Gal Costa causa efectos devastadores en las sensibilidades del lado gozador. Escucharla es equivalente a palpar el Santo Grial con una mano y el Vellocino Dorado con la otra. Sol, espesura verde intensa, el sudor que perla muslos femeninos, Sonia Braga en una película de Carlos Diegues. Un texto de Jorge Amado. Clavo, canela, bailecito interior del cuerpo. Así como la voz de Billie Holiday hace estremecer los corazones masculinos (porque hay a su vez voces masculinas dirigidas a las almas femeninas), cuando canta Gal uno siente todas y cada una de sus sílabas acariciando nuestros lóbulos. Otro símil: el equivalente de la frase de Jeanne Moreau: ``tengo debilidad por los hombres devorados por la pasión''. Gal, siempre Gal. Está ya entre nosotros nuevamente. Aterrizó en tierra mexicana la noche del viernes para, a diferencia de noviembre de 1991, cuando cantó solamente una hora, ofrecer un espectáculo completo, el próximo miércoles en el Auditorio Nacional. Como preámbulo para ese seguro Paraíso, demos un vistazo y prestemos oídos, corazón y entendederas a la discografía galiana, que es vasta e infalible. Es decir, cualquiera de los discos de Gal Costa es un pasaporte al edén; podemos estar seguros que su voz nos va, nuevamente, a derretir. Entre sus muchos discos, resulta imprescindible Domingo, cuando ella y Caetano Veloso aparecen en la portada como dos muchachitos de prepa y cantan a dúo ese mazazo de terciopelo en pleno vientre que es Coracao vagabondo ( ``...um vulto feliz de mulher/ que passou por meu sonho/ sem dizer adeus/ e fez dos olhos meus/ um chorar mais sem fim''), así como infaltable resulta el disco Gal a todo vapor, donde vocaliza de una manera irrepetible, apabullante la canción Vapor barato, o bien Gal tropical, o bien o bien o bien. Qué bien.
De entre esa discografía, para nuestra fortuna inabarcable, el más reciente constituye la materia de su recital del próximo miércoles en México: Acústico (BMG), de la serie unplugged de MTV, que se coloca entre las joyas, contadas con los dedos de una mano, logradas en ese invento del hombre blanco llamado MTV, porque esta grabación de Gal resultó tan íntima, exquisita y única como las que grabaron para MTV, entre otros jefes, el mismísimo Dios (Eric Clapton), su Majestad Bob Dylan, el jefe Neil Young y sus Satanísimas. La sesión acústica de Gal, Diosa, es un prodigio de placeres: 16 piezas de antología en versión de voz madura, sapientísima, tesitura de sirena. Por igual el melómano adorador de su voz, de su belleza, hallará caminos nuevos en canciones ya sabidas de memoria, que el recién iniciado caerá rendido en los brazos mullidos, aéreos que tiende su negra cabellera. Inicia Baby, mientras Coracao vagabundo pone la piel chinita y el tono enternecido se mantiene con London, London, Só louco y Sua estupidez con pasajes para bailar de cachetito en una noche íntima, de luz de velas, de samba suavecita, jazz, sudor en la frente de esa voz y berimbao. Resulta interesante comparar grabaciones viejas con este disco reciente: no sólo el fraseo, la manera de enunciar, la manera de respirar las estrofas, de acariciar con música, sino la forma de emprendimiento de las historias, para narrarlas de manera muy íntima, lo cual es evidente en el track 13: Vapor barato, que en el disco Gal a todo vapor es aullido, gemido de valquiria y aquí es pasión intensísima sin pausas ni prisas, acto creativo sin urgencias, cuasi recitativo, amor en los brazos de la mujer madura. Si quien está escuchando este disco al llegar a esta canción no está aún en éxtasis, la respuesta está en el título del track siguiente: Vocé náo entende nada.