La detención de Pinochet en Inglaterra es, por supuesto, un asunto judicial y jurídico. Está sujeto a proceso en juzgados españoles por el asesinato de varios ciudadanos de esa y otras nacionalidades, entre otros cargos. Pero también es, como dice la señora Thatcher, un asunto político, lo cual no justifica que esta mujer lo defienda: la de Pinochet fue una política indefendible, basada en la comisión de múltiples crímenes y generadora de miseria y de terror. Como hecho político que es, esta detención se inscribe en un contexto más amplio de cambios políticos y económicos que se dan, de manera especialmente notoria, en Europa.
Ya hemos hablado del viraje a la izquierda en las elecciones europeas recientes. Casi toda la Unión Europea, con la excepción sobre todo de España, está gobernada por coaliciones o partidos de izquierda o centro izquierda. El hecho de que ninguno de estos agrupamientos gobernantes se proponga acabar con el capitalismo durante su presente gestión, no debe impedirnos prestar atención a las medidas que sí se adoptan. Entre éstas destacan la reducción de la semana de trabajo a 35 horas en Francia e Italia, a los acuerdos de paz negociada en Irlanda, a las políticas europeas de promoción y apoyo a la investigación y desarrollo tecnológico y a modelos de desarrollo más sustentable con fuentes de energía renovable, reciclaje obligatorio de ciertos desechos y otras medidas. Es indicativo el apoyo del Parlamento Europeo a la detención de Pinochet, con 184 votos a favor y sólo 12 en contra. Se habla ahora de la posibilidad de la liberación del general por clemencia, por razones humanitarias, y de que esto sea a cambio de su retiro de la vida política.
¿Acaso Augusto Pinochet fue humanitario o tuvo clemencia con los miles de torturados, asesinados y desaparecidos durante su dictadura? Tal vez pueda parecer a algunos que su retiro sea una solución cómoda en lo inmediato, pero el mensaje que se estaría mandando si se libera al senador vitalicio es en el sentido de que se puede cometer todo tipo de atrocidades y, al final de cuentas, todo se arreglará con un retiro.
No hubo clemencia en los juicios de Nürenberg ni tiene por qué haberla ahora.
En cuanto a la situación europea, la actual tendencia a la reducción de tasas de interés para estimular el crecimiento económico y el empleo, que se da en Estados Unidos y en parte de Europa, en este último caso tendrá una expresión más amplia al entrar en vigor, dentro de poco más de dos meses, la unión monetaria europea con el Euro. Las tasas de interés con esta última moneda serán únicas en Europa y aún más bajas que el promedio actual, pues se trata de una moneda más sólida y de uso más extendido. Ya las tasas preferentes de interés en Suiza, Bélgica y Alemania, por poner tres ejemplos, andan alrededor de la mitad que las de Estados Unidos.
No podemos ni debemos, en México, ignorar experiencias positivas en otros lugares del mundo. No vamos a copiar recetas para la solución de nuestros problemas, pero sí debemos analizar nuestra realidad en el contexto mundial de hoy, y no de tiempos de Reagan y Thatcher.
No procede copiar un modelo de desarrollo de otro país sin considerar diferencias nacionales, aunque éste tenga éxitos; pero es peor copiar otro modelo que está siendo abandonado en sus países de origen porque fracasó.