Como el rábano, el gobierno italiano es rosáceo por fuera pero blanco por dentro y el mismo Massimo D'Alema, al igual que los rabanitos, tiene también lo mejor --es decir, Gramsci y todo el pasado de los militantes-- bajo tierra. En efecto, Romano Prodi era democristiano pero de izquierda y el suyo era un equipo de centroizquierda aunque su característica fundamental, como la del actual, eran los hombres que garantizan los intereses del gran capital italiano y de la gran finanza, itálica o europea, como el banquero Azeglio Ciampi o el ministro de Relaciones Exteriores anterior y actual, Lamberto Dini, ex ministro del Tesoro de Silvio Berlusconi. En cambio, en el gabinete D'Alema, éste es un ex comunista, lo cual no quiere decir mucho sobre sus cualidades aunque el hecho marque en sí mismo el fin de las exclusiones por prejuicios ideológicos, pero la voz cantante la tiene la derecha y es, por lo tanto, de centroderecha. Veamos si no: además de la gente ya mencionada, está el nuevo ministro de Defensa, que fue presidente del Senado con Berlusconi, y con él hay otros dos del partido derechista del ex presidente Francesco Cossiga, un democristiano anticomunista desde siempre, hombre del ejército secreto Gladio financiado por Estados Unidos desde 1948, destructor cotidiano de la Constitución cuando ocupaba la primera magistratura, al extremo de que toda la izquierda, incluido el grupo de D'Alema y de Armando Cossutta, pidió entonces el impeachment. El líder comunista Enrico Berlinguer, primo de Cossiga pero hombre de principios y tenía sentido del Estado, le había retirado la palabra.
D'Alema lo incorpora ahora al gabinete con sus secuaces lo cual ha hecho que 10 miembros de la dirección del partido d'alemiano de los demócratas de izquierda se hayan tomado en serio la definición de sí mismos como liberalsocialistas y se hayan negado a respaldar la incorporación al gobierno de esa gente indeseable. Menos mal que a causa de la protesta de su propio partido, D'Alema no concedió como quería el Ministerio de la Instrucción Pública al filósofo fundamentalista del Vaticano, Rocco Buttiglione, quien quiere que los italianos paguen la enseñanza católica, ni el de Trabajo a Clemente Mastella, quien ocupó el mismo cargo antiobrero con Berlusconi (ambos son de la derecha democristiana). De este modo, D'Alema tiene en su gabinete un llamado socialista (Amato), promovido por Craxi, el Carlos Salinas de Gortari italiano, hoy fugitivo en Túnez, dos estalinistas (por lo tanto, conservadores y adoradores de la razón de Estado ) tan hambrientos de poltronas que se tragan la cohabitación con Cossiga sin ningún problema, y cinco miembros de su partido, algunos de los cuales, como Bassolino, son lo mejor del gabinete, pero tiene también siete democristianos, además de los hombres del capital financiero, que cuentan doble. No hay que extrañarse, por lo tanto, si el patrón de la FIAT y gran financiero internacional, Giovanni Agnelli, se felicita públicamente por el nuevo gabinete, que despierta entusiasmo entre los industriales y en la Bolsa de Valores. Podemos apostar a que la ley sobre las 35 horas que Refundación Comunista le había impuesto a Prodi y a D'Alema esperará bastante su aplicación.
El problema es que, de todos modos, esta mayoría democristiana-estalinista-liberal socialista tendrá que ir a elecciones dentro de pocos meses y encontrará ahora una oposición de izquierda (Refundación Comunista) además de la de extrema derecha (Berlusconi-Fini y su Polo, más la Liga de Bossi). No tendrá tiempo ni para cambiar la ley electoral, como quiere hacer, para impedir que la representación proporcional pueda darle peso a Refundación y ésta recuperara, como espera Bertinotti, los diputados que la escisión de Cossuta y sus estalinistas-institucionales le han robado a sus electores para llevárselos al gobierno contra el cual éstos habían votado. Pero no es correcto hacer sólo cálculos electorales o pensar sobre todo en el partido: Bertinotti y Refundación podrían haber buscado el modo de dejar claro ante todos que la compra de los diputados de Cossutta con unas poltronas significaba la alianza con la derecha democristiana, enterrar la defensa de los intereses populares, darle garantías al capital financiero, y que la política del gobierno está a la derecha de la de los socialistas franceses o alemanes, de modo de hacer pagar muy caro a Cossuta y a los verdes su ruptura con la izquierda. Refundación Comunista tendría que haber retrasado, de todos los modos posibles, la entrada en el gobierno de Cossiga y sus secuaces e incluso el traspaso de la dirección del partido de los demócratas de izquierda de las manos de D'Alema, que es un burócrata frío y calculador formado en el estalinismo e hijo de estalinistas y, por lo tanto, no pierde de vista el electorado ni el aparato, a las de Walter Veltroni, quien ha declarado que su modelo de político es Bill Clinton y su modelo de partido nada menos que el Demócrata de Estados Unidos. No es cierto que tanto peor mejor porque siempre tanto peor es tanto peor. Los desastres deben ser anunciados para enfrentarlos con conciencia. D'Alema, Dini y Agnelli, es cierto, estaban desesperados por sacar a Refundación de la mayoría y remplazar su apoyo por el de la derecha, sacando del paso al democrático Prodi, y Cossutta de todos modos iba a escindir pero el motivo programático y político de todo eso debía haber quedado claro ante todos, para poder hacer frente a este nuevo aliento que recibe la derecha en Italia. Ahora sólo queda recoger los trozos rotos del jarrón de la posible alianza entre Refundación Comunista y un ala de los demócratas de izquierda y de los cristianos de izquierda para pegarlos del mejor modo posible.