La Jornada 28 de octubre de 1998

La soprano Gilda Cruz-Romo recibió la presea Ave de plata

César Delgado Martínez, especial para La Jornada, Guadalajara, Jal., 27 de octubre Ť ``Los brazos en mi corazón'', dijo Gilda Cruz-Romo al recibir la presea Ave de plata en el Teatro Degollado.

Antes la Orquesta Filarmónica de Jalisco, dirigida por Guillermo Salvador, en su concierto ``lanzó'' a dos sopranos tapatías: Dolores M. Azpeita y Bárbara Padilla. Jaramar Soto con su voz diáfana interpretó No acabarán mis flores (poema de Nezahualcóyotl, con música de Alfredo Sánchez, el director musical del grupo que acompaña a esta artista).

``No cesarán mis cantos... Se reparten... Se esparcen...'', cantaba Jaramar Soto, mientras la soprano, la gran diva tapatía conocida internacionalmente, suspiraba... Recordaba -con seguridad- cuando tenía 15 años y en este mismo teatro descubrió su voz entre el público Pepita Embil.

Una reproducción gigantesca del cartel del Teatro alla Scala que anuncia Un vallo in maschera di Giuseppe Verdi, con una fotografía de Gilda Cruz-Romo, engalanó el momento en que ésta recibió el Ave de plata de manos de Mario Eugenio González López, del Patronato de las Fiestas de Octubre de Guadalajara.

Lluvia de reconocimientos a Gilda Cruz- Romo, quien dijo: ``Muchas, muchas gracias... A mis hermanos, a mis sobrinos, a mi maestra María Garibay, quien me dio clases de piano cuando tenía 4 años... A los del cuerpo de tramoya de todos los teatros en los que he cantado, a los electricistas y a los encargados de vestuario... Mil gracias al buen Dios por haberme dado esta voz y a mis padres Ramiro y María Feliciana... Al público. A todos ustedes''.

En esa noche, para cerrar el reconocimiento a la diva, Rafael Zamarripa presentó su coreografía Homenaje a Gilda Cruz-Romo, con música de Bellini y Villalobos, interpretada por Adriana León, Julio Robledo, Carlos González, Juan Carlos Gaytán, Alexandro Vera y Adrián González Padia del Ballet Folclórico de la Universidad de Colima.

Colima, semillero de bailarines

Rafael Zamarripa por vez primera incursiona en la danza contemporánea. En su obra se advierte una influencia marcada por su trabajo dentro de las artes visuales, que de pronto convierte a la coreografía en gran pintura. La composición es equilibrada y de una belleza insospechada.

Una mujer y cuatro guerreros (que de día son guardianes y de noche iguanas) fueron interpretados de manera extraordinaria por los ejecutantes mencionados. Colima, como muchas ciudades del país, es semillero de magníficos bailarines.

La parte más floja de la obra es lo que corresponde al movimiento.

Rafael Zamarripa necesita experimentar, soltar toda la creatividad que corre por sus venas. Romper las amarras que lo unen a los clichés. Jugar más con sus personajes. Darles una vida interior que necesitan proyectar.

Después de la función, se realizó la cena del recuerdo en honor de Gilda Cruz-Romo, en un conocido restaurante del centro de la ciudad.