La Jornada 28 de octubre de 1998

PURASANGRE Ť Cesar Güemes

1. Si existe una ventaja en las colecciones literarias es la de la memoria. Oír hablar de Chesterton, haber leído de él algún texto en los años de formación, parecería acaso suficiente. Y no lo es. Losada, en su serie impresa en nuestro país, Biblioteca Clásica y Contemporánea, acaba de incluir El hombre que fue jueves, del maestro Gilbert Keith, conocido simplemente como Chesterton.

2. Decir que el texto es un clásico no basta. Es necesario explicar que la traducción y el prólogo son de Alfonso Reyes; que ésta es una de las escasas novelas en un prosista dedicado al cuento con la saga del padre Brown; y que la edición es de bolsillo, lo cual la vuelve asequible.

3. Luego, si bien es fácil a la lectura, aun con la considerable cantidad de paradojas, de las que es cazador, y que gusta incluir para dar tono a las situaciones, no es sencillo aunque tampoco necesario comulgar con las ideas religiosas que no sólo profesa sino que difunde. El hombre... no es nada más una crítica mordaz contra lo que Gilbert Keith consideraba como anarquismo (algo así como la destrucción del mundo y no la abolición del concepto totalitario de gobierno), sino una defensa completa de su personal credo.

4. Resulta complejo, pues, aceptar esta postura porque no estamos frente a un ensayo, sino ante una obra de ficción en la cual los personajes con capacidad de raciocinio o de virtud cualquiera han de pertenecer necesariamente a un conglomerado religioso o, para el desarrollo particular de la intriga, a la policía londinense. Esa visión opera y atañe a la fluidez de la historia, llena de rocambolescos trances y con manejo eficaz de los diálogos.

5. Reyes hace una linda defensa de Gilbert Keith en su prólogo donde encontramos, por ejemplo, estas líneas: ``En todo caso, cuando todos los valores dogmáticos de la obra de Chesterton hayan sido discutidos -su ortodoxia, que acaba por admitir todas las heterodoxias cristianas en su seno; su antisocialismo especial, su democracia caprichosa, su política díscola, sus teorías históricas y críticas- Chesterton, el literato, quedará ileso. Sus libros seguirán siendo bellos libros, su vigorosa elocuencia seguirá cautivando. Sus relámpagos bíblicos, su alegría vital, su naturaleza abundante hacen de este periodista, por momentos, un inspirado''.

6. Sí, pues, sólo que la lógica del narrador, fuertemente estructurada, no puede evitar la inclusión de frases que delatan apego por lo terreno y no por lo celestial. Hace decir a uno de los personajes, luego de que éste y un grupo más son perseguidos con ánimo de aniquilarlos: ``Mucho bien puede decirse de la muerte; pero al que tenga alguna preferencia por el otro extremo, le aconsejo que me siga.''

7. Más puede decirse de la postura religiosa del narrador mientras ejerce su oficio, y para ello se puede acudir a la página electrónica de catholic-church.org, en la cual es sencillo encontrar el texto de Gilbert Keith, Por qué me convertí al catolicismo. Y mucho, también, habrá que seguir conversando sobre la capacidad de Chesterton de crear personajes de carne y hueso (con las peculiaridades ya mencionadas), situaciones límite y escenarios numerosos. En México, en castellano, existe buena parte de la obra del autor, ya sea la saga del padre Brown (Alianza) u otras narraciones (Austral) o bien sus biografías y defensas de la postura religiosa que adoptó (Porrúa). Hay que leer o releer al fino creador y entender al ideólogo.