Pese al discurso contemporáneo que sostiene que las reformas neoliberales estimulan la competencia, el hecho es que actualmente somos testigos de un proceso de extraordinaria concentración de capitales a escala mundial. Además, es previsible que la propia crisis financiera internacional acentúe la tendencia a la consolidación de empresas globales cada vez mayores y más poderosas que absorben a otras de igual tamaño o a otras más pequeñas. En términos políticos ello plantea un grave problema, ya que estos colosos económicos operan al margen de la democracia, descansando en una estructura interna de poder absolutamente vertical y jerárquica, como lo ha señalado el nuevo premio Nobel de literatura, José Saramago.
¿Por qué se está generalizando esta brutal expansión de los oligopolios corporativos en todas las naciones? Las razones son múltiples e incluyen no solamente la necesidad que sienten las megacompañías de participar en los procesos de integración de mercados, impulsados por acuerdos de libre comercio como aquellos encarnados en la Comunidad Europea, el Tratado de Libre Comercio o el Mercosur, sino además como efecto de las estrategias de un grupo de bancos muy agresivos, la mayoría de los cuales opera desde Wall Street. Nos referimos a los grandes bancos de inversión como Goldman Sachs, Salomon Smith Barney, J. P. Morgan, Credit Suisse-First Boston y Lazards, entre otros, los cuales han obtenido ganancias delirantes en los últimos años promoviendo la mayor concentración de empresas en la historia del capitalismo.
De hecho, en 1998 se ha impuesto un récord en el valor de las fusiones, compras, asociaciones y alianzas estratégicas entre grandes compañías en prácticamente todo el planeta, alcanzando la cifra descomunal de más de un trillón de dólares, de acuerdo con The Financial Times. Ello antes del estallido de la crisis financiera rusa, en agosto pasado.
Entre las fusiones más sonadas están los matrimonios entre los colosos automotrices Daimler Benz (Alemania) y Chrysler (Estados Unidos) y, casi simultáneamente, la asociación entre los gigantes del petróleo, British Petroleum (Inglaterra) y Amoco (Estados Unidos); en ambos casos se crearon empresas con un valor de más de 40 mil millones de dólares. Pero aún más importantes son las fusiones de los mayores bancos de los Estados Unidos: Bank America con Nations Bank, Citicorp con Travellers Group; Wells Fargo Bank con Northwest Bank, y First Chicago Bank con Bank One.
Un ejemplo reciente de la forma de operar del capital financiero en México es la estrategia de la empresa mexicana Imasab, cuyo director y principal dueño, Isaac Saba, se ha aliado con la empresa Koch Industries, de Estados Unidos, para comprar una parte sustancial del consorcio químico Hoechst, de Alemania, por 3 mil millones de dólares. En esta operación fueron asesores nada menos que los bancos J. P. Morgan, Goldman Sachs y Deutsche Bank.
Como se observa, la época del capital financiero ha regresado al escenario y está en proceso de modificar las estructuras de la industria y la banca a escala mundial.