La Jornada miércoles 28 de octubre de 1998

Astillero Ť Julio Hernández López

La solicitud de licencia presentada por Jesús Murillo Karam, para dejar la gubernatura de Hidalgo, prefigura una decisión presidencial altamente errónea y terriblemente peligrosa.

Murillo Karam es miembro de número del sindicato de gobernadores: duro y rudo, experto en alquimias electorales, ajeno a pudores en cuanto al manejo faccioso de los dineros públicos, parece haberse ganado la confianza presidencial para promoverlo a niveles importantes en el gobierno federal, presumiblemente el manejo de la estructura de seguridad pública en el aparato de la Secretaría de Gobernación.

Tal decisión de Los Pinos subrayaría la soledad política que vive su inquilino principal, y mostraría con toda crudeza los graves riesgos que corre la nación ante el manejo descuidado del poder público. Agobiado por los problemas sin solución, angustiado por un poder que para su desgracia no acaba de escapársele, sin fichas de repuesto ni cartas bajo la manga, el Presidente de la República parecería asaltado por las fuerzas políticas más oscuras, que están aprovechando el cuadro de anemia que se vive en el poder central para ganar espacios (el Senado para el salinismo militante, la seguridad pública para un duro del sindicato de gobernadores) e ir preparando un futuro que con estas designaciones se anuncia turbulento (para usar un adjetivo delicado).

La presunta promoción de Murillo Karam fortalecerá las tendencias autoritarias y antidemocráticas del gobierno zedillista y, en caso de que su destino fuese la mencionada subsecretaría de Gobernación encargada de la seguridad pública, colocará un elevado monto de recursos públicos, y un asunto de primerísima magnitud, en manos sobre las cuáles no hay dudas, sino la certeza de que serán utilizados en proyectos políticos partidistas y en diversas ganancias personales.

Doble estructura de poder

Es frecuente ver que, cuando los zapatistas retoman el camino hacia la paz, sus esfuerzos son enfrentados primero con un discurso gubernamental propicio y, en seguida, con una reacción de fuerza que en los hechos acota o desalienta los verdaderos márgenes de avance en la búsqueda de soluciones al estancado problema de Chiapas.

La doble cara oficial respecto al zapatismo pareciese provenir no tan sólo de una postura gubernamental que fuese intencionalmente ambivalente sino, sobre todo, de la accidentada convivencia de una doble estructura de poder, en la que los mandos de las tropas asentadas en el sureste tuviesen una lógica y una dinámica distintas de las de los civiles.

En tal vehículo con dos volantes de manejo, las posibilidades de accidentes son mayores, y lo menos que se produce es el espectáculo de los jaloneos y el zigzagueo. Así, en el caso chiapaneco, mientras los zapatistas reanudan el sendero de la política (al buscar una entrevista con la Cocopa, que permita reinstalar el conflicto bélico en el plano de la negociación), las fuerzas armadas viven reacomodos, relevos, ejercicios y otras maniobras que, en los hechos, dificultan e inhiben los ánimos conciliatorios de zapatistas y cocopos.

El enredo exhibe una realidad subterránea. En los mandos militares mexicanos hay una sostenida inconformidad por la manera como se ha manejado el conflicto chiapaneco. Voceros castrenses critican en privado, con todas sus letras, la incapacidad del gobierno civil para dar solución a un problema que, a su entender, está causando un terrible mal a la nación. Convencidos de que el territorio chiapaneco tiene una riqueza estratégica fundamental, no sólo por sus reservas petroleras, sino también por sus existencias de metales y de otros recursos básicos para la tecnología del futuro, los altos mandos militares mexicanos creen que el asunto de los zapatistas se ha conducido con una increíble torpeza por parte del gobierno federal, en la que se han mezclado la falta de oficio político, la frivolidad, el extranjerismo de varios de sus funcionarios (dicho de otra manera: la falta de nacionalismo) y las apetencias económicas de varios miembros del gabinete (del presidente Zedillo nadie habla en esas cúpulas verde olivo en términos de corrupción personal, aunque sí en relación con algunos miembros de su familia, a los que se menciona cuando se toca el delicado tema del narcotráfico).

Con tal visión del presente y del futuro nacional (enojados, entre otras cosas, por la excesiva presencia de extranjeros en el sureste, lo que entienden como una flagrante ofensa a la soberanía patria), los mandos militares no están dispuestos a cumplir de verdad las instrucciones superiores (expresadas, además, con desgano y sin voluntad ni capacidad para verificar su cumplimiento).

El problema no está al ínfimo alcance de Emilio Rabasa, el comisionado burocrático para el diálogo chiapaneco, ni se resuelve o aclara con boletines de prensa o declaraciones escritas leídas a la carrera, sin darle oportunidad a los reporteros de realizar preguntas. Ya el problema ni siquiera es de doble discurso o de doble cara, el problema real, grave, inocultable, es la existencia de una doble estructura.

Astillas: Vicente Fox sigue empeñado en pintarse como político folclórico, dicharachero, alburero. Convertido en una especie de Güera Rodríguez Alcaine cuyo cabello no se tiñera de morado sino de blanquiazul, el gobernador guanajuatense ha encontrado la ocupación gastronómica adecuada para los ``habladores'' del PRD que se la pasan con la ``cantaleta'' de que el PAN hace concertacesiones como en el caso Fobaproa: que se dediquen a tragar camote, ordena el chef Fox, quien niega la soga de las concertacesiones en la casa del ahorcado, pues justamente en esa entidad fue en donde se dio la confesa concertacesión panista con Carlos Salinas de Gortari para instalar a Carlos Medina Plascencia como gobernador en lugar de Ramón Aguirre... La fanfarria del día es adjudicada por esta columna a don Luis Téllez, el secretario de Energía, quien calificó a Guillermo Ortiz Martínez como un funcionario ``capaz y patriota''. Lo único malo es que tales calificativos fueron expresados en español y no, como hubiese sido deseable, en inglés... ¿Se deslindó doña María de los Angeles Moreno del salinismo bajo cuya gloria emergió a la vida pública nacional? No. Desde luego que no. Se tiró un rollo suficientemente confuso como para no definirse contra el Villano Favorito pero, al mismo tiempo, deslizó consideraciones que no molestasen al escultor de su carrera y que, por el contrario, pasasen como una delicada muestra de agradecimiento. Cuando le pidieron su opinión sobre el salinismo y la influencia de éste en su historia política, la senadora Moreno dijo: ``...no hay un solo político de la política moderna que haya atravesado por los puestos que yo he atravesado, que no haya tenido una relación institucional con el ex presidente Carlos Salinas. Institucionalmente, creo que en el país se han construido muchas cosas, y que es a la historia a quien corresponde juzgar la labor de cada uno de aquellos que han sido presidentes en nuestro país''. El problema de doña María de los Angeles es que los puestos por los que ella ha ``atravesado'' antes de llegar al liderazgo del Senado se dieron sólo en el ámbito de las decisiones tomadas por Carlos Salinas de Gortari y no de ningún otro presidente. Y respecto al saqueo del país hecho por el salinismo, y de su involucramiento en los crímenes políticos de 1994, y de lo que el país entero (salvo los beneficiarios) piensa de don Carlos, la senadora en mención se escuda en el remoto juicio de la historia y manda a los preguntones a indagar en los libros del futuro. Eso sí, respecto a los juicios políticos contra Gurría, Ortiz y Mancera, que todavía ni se aprueban, ya tiene los elementos suficientes para advertir que no pasarán juicios ``apriorísticos'' o ``a ultranza''...

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