José Steinsleger
¿Será justicia?
Al empezar el decenio de 1980 vivían en México Laura Beatriz Bonaparte Bruschtein y José Miguel Insulza, dos personalidades arquetípicas del exilio argentino y chileno. Laura vivía en la colonia Cuauhtémoc y José Miguel en Villa Olímpica. Actualmente, Laura es madre de Plaza de Mayo y José Miguel conduce la cancillería chilena. La historia de Laura figura en ``Recortes de prensa'', relato de Julio Cortázar incluido en el volumen Queremos tanto a Glenda.
Una aclaración misteriosa precede el escrito de Cortázar: ``Aunque no creo necesario decirlo, el primer recorte es real y el segundo imaginario''. Ahora, tengo frente a mí dos recortes que hablan de la situación en Argentina y Chile. El uno da cuenta de los garrotazos que la policía de Buenos Aires asestó sobre Laura, más de 70 años ya, por exigir en la calle cárcel para Videla. El otro es reciente y dice que el canciller Insulza no defiende ``...al ex dictador que gobernó al país entre 1973 y 1990 sino a un senador...''
¿Cuál recorte es cuál? ¿El de Laura peleando por la democracia real o el de José Miguel explicando la democracia imaginaria?
En parte todos los pueblos del mundo se rigen por el derecho común a todos los hombres, y en parte por un derecho que les es propio. El conjunto de leyes particulares de una nación se llama ``derecho civil''. Pero el derecho que la razón establece en todos los hombres y es observado igualmente por todas partes se llama ``derecho de gentes'', que se distingue del ``derecho nacional'' porque obliga a todas las naciones.
Cuando es ciega, la justicia no es loca. Un ciudadano que acepta las leyes de su país entiende que debe abstenerse de ciertas cosas que le serían ventajosas a él en particular. Asimismo, no es razonable tener por insensato a un pueblo que no está tan apegado a su interés particular como para pisotear por ello las leyes comunes de los Estados y de las naciones.
En América Latina, el ``derecho de gentes'' fue ignorado por el terrorismo internacional alineado con Estados Unidos, que durante medio siglo justificó todos los atropellos contra las democracias con el pretexto de la guerra fría. En el Cono Sur, una modalidad del terrorismo fue la Operación Cóndor, coordinada por Pinochet y los ejércitos de la subregión.
El periodo en que esta organización criminal desarrolló sus acciones punitivas va del apoyo logístico de un avión C-130 de la fuerza aérea brasileña, que en Santiago de Chile sobrevoló en círculos el palacio de La Moneda el 11 de septiembre de 1973, hasta el asesinato en Lima de una de las madres de Plaza de Mayo, cuyo cadáver apareció congelado en Madrid (1980).
El exilio político del Cono Sur fue cálidamente amparado en Europa. Italia, por ejemplo, aplicó el ``derecho de gentes'' cuando en 1975, para felicidad de Insulza y de otros chilenos que allí estaban asilados, la fiscalía despachó un exhorto a Augusto Pinochet para que fuese a declarar el general Manuel Contreras, entonces jefe de la DINA, por el atentado contra Bernardo Leighton, demócrata cristiano y Anita Fresno, su esposa.
El grueso de la oposición chilena de aquella época, incluido el presidente Eduardo Frei, consideraban políticamente correcto apoyar el ``derecho de gentes'' para aislar a la dictadura y condenar los crímenes de Pinochet. Es decir que eran partidarios del juicio ``extraterritorial''.
Hoy, las cosas son distintas. Buena parte de aquella oposición integra el gobierno de la Concertación y consideran que no es políticamente correcto juzgar extraterritorialmente a Pinochet porque ello, según dicen, perjudicaría la ``transición'' en momentos que el Partido Socialista encabeza las preferencias del electorado chileno.
Pero...¿transición hacia dónde? El gobierno chileno supone que el dolor y la impotencia de miles de familias ya no cuentan porque la guerra fría acabó y allá en Berlín se cayó el muro. Entonces, nos encontramos ante la encarnación andina que en Tartufo asigna Molire a los hipócritas:
Orgón: ``¿Has olvidado, ingrato, de qué estado miserable te sacó mi mano compasiva?''. Tartufo: ``No. Sé muy bien la ayuda que recibí de ella. Pero el servicio del príncipe es mi primera obligación; y tal es la fuerza de este deber sagrado que borra de mi pecho cualquier sentimiento de gratitud; a tan poderoso vínculo sacrificaría amigos, esposa, parientes, y hasta me sacrificaría a mí mismo''.
¿Que si la transición chilena es similar a la española? En todo caso, el Pacto de la Moncloa (Madrid, octubre de 1977) empezó afrontando, precisamente, la pelota jurídica que la Concertación pateó a la tribuna: las reformas del Código Penal y el de Justicia Militar. Convertida en humo de cigarro, la ``transición'' ya es el Termidor del subdesarrollo político latinoamericano.
En Chile, los enanos han cobrado apariencia de gigantes y la podrida ortodoxia de lo ``consensual'' ha conjurado cualquier heterodoxia revolucionaria. Se trata de la ley de los sustitutos industriales, que permite hacer vino de todo menos de la uva. Margarina espiritual que estimula cualquier credo de redención y se cuida de gastar una gota, una sola gota de justicia, de justicia efectiva, de decencia humana, contra Pinochet.