Gal Costa, mirada que canta y belleza que mantiene en vilo
Pablo Espinosa Ť Labios carnosos, pies semidesnudos, la Belleza se expresó mediante el cuerpo, la sonrisa, la cabellera, la garganta de Gal Costa y un auditorio en embeleso rindió tributo a la sirena, serena soberana.
He ahí que nos fue dado habitar el paraíso durante 90 exactísimos minutos, levantados en vilo al vuelo de esa mirada que canta, esa forma terrena de la divinidad hecha vapor y sol y muslos blancos. Gal Costa, en concierto, fue jornada inolvidable.
En el tiempo que dura un suspiro -aspira el alma, se detiene el ritmo cardiaco, expira el espíritu, se aviva el corazón- la Belleza entonó 23 canciones en círculo perfecto, sistema de esferas que inició con un clásico, Aquarela do Brasil y culminó con un clásico, Aquarela do Brasil, es decir como el mar, que siempre recomienza.
Valquiria navegando el Amazonas
Muchos clímax, noche de orgasmos múltiples. Serenos. El mayor: en el momento cuando la intérprete brasileña, sentada en un banquillo en la semioscuridad, la cabellera arrastrando el resto de su belleza entera hacia atrás, recostada soberana, canta, gutura, gime, casi aúlla, vocaliza, sublima y nos eriza cada vello, bello, nos inunda todos y cada uno de los poros y la sensación de dulce asfixia nos vuelve a entrecortar el aliento: vapor barato, la última de una serie de 19 canciones, nos eleva a edenes simultáneos.
Habíamos vivido ya para entonces otros éxtasis, el primero de los cuales ocurrió por supuesto en el de su mera aparición sobre la escena y luego de cuatro canciones puestas en vida por una valquiria navegando el Amazonas, la poesía de Caetano Veloso gobernó por entero la velada. Voce nao entede nada, como se titula esa canciopoema, nos dejó tendidos en un lecho de rosas para ser acariciados por esa voz única en el mundo.
Además de London, London, Baby, clásicos de Caetano, ese rolononón de Su Eminencia Chico Buarque, titulado Folhetim, abrió el umbral para más caricias sobre colinas canoras de carne y samba: la poesía instrumental de Su Majestad Antonio Carlos Jobim
Un sexteto formidable, acústico, acompaña a la voz que nos derrite. Canta Gal, hermosa flor, espléndida, voz quemadura, bosque, madura, Gal en esplendor. Labios, sonrisa, mirada, cabellera. Carnoso berimbao.
Suena la suave brisa, goza el bossa, raspa el frevo, soba la samba.
Canta Gal Costa y uno, mortal afortunado, responde entre mil aplausos:
¡A sus pies, señora!