Dice José Blanco, en su artículo del 1o. de diciembre, que ``es hora del balance nacional y de un nuevo acuerdo en lo fundamental'', acerca de los compromisos del Estado adquiridos en diferentes momentos de la historia mexicana, y que en los últimos años han sido suspendidos (y abandonados) por los gobiernos neoliberales. Un balance de lo que va del gobier- no de Zedillo lo hace, en estas páginas y en esa fecha, Alberto Aziz Nassif. Ambos artículos son, a mi juicio, muy sugerentes y complementarios.
Del balance elaborado por Aziz se desprende que, desde la perspectiva del gobierno, no tendríamos por qué ser optimistas sobre la posibilidad de un nuevo acuerdo en lo fundamental, como sugiere Blanco, pues no hay indicios de que el gobierno zedillista tenga siquiera la intención de escuchar las voces críticas de México que no sólo se expresan desde la oposición, sino también desde el mismo PRI. En la lógica de Blanco, el Estado mexicano, expresado en los últimos años en los gobiernos neoliberales, ha perdido legitimidad social y política, precisamente por haber abandonado los compromisos históricos con el pueblo mexicano.
En la lógica de Aziz, todo lo que ha hecho Zedillo en cuatro años de gobierno, incluida la negociación (o no-negociación) con el EZLN, ha sido contra el pueblo, y la posibilidad de consensos entre las fuerzas políticas en la nueva correlación del poder a partir de 1997 se ha traducido en una falta preocupante de acuerdos, porque el gobierno ``está cada vez más aislado'', es decir, encerrado en sus propios dogmas, sordo a toda propuesta de cambio y al margen de la lacerante realidad de los mexicanos. En este contexto, la insistencia del PRD en dialogar, con base en una agenda, con el presidente Zedillo, se antoja un ardid político de inocuas consecuencias, pues si bien es cierto que hablar con el secretario de Gobernación sería estéril, puesto que ```no ha resuelto' los problemas políticos, económicos y sociales del país'' (La Jornada, 1/XII/98), no menos cierto es que Zedillo tampoco lo ha hecho, como bien nos lo recuerdan Blanco y Aziz. ¿Para qué, entonces, querer hablar con el presidente Zedillo? La única respuesta que se me ocurre es querer demostrar, una vez más, que el presidente de México no está interesado en confrontar sus modelos económico y social con otros puntos de vista. Pero esto ya lo sabemos, aunque sea urgente llegar a un nuevo acuerdo en lo fundamental, como quiere Blanco y ``quería Mariano Otero''.
Si el gobierno de México está cada vez más aislado (Aziz) y, además, quiere mantenerse así, ¿para qué buscarle la cara e invitarlo a la mesa de las discusiones si se sabe que no va aceptar o que si acepta y llega a acuerdos luego los va a desconocer (San Andrés)? Mejor sería que el PRD, como ya lo ha planteado el EZLN, acuda a la sociedad, a los electores que votarán en el 2000, y explique a los insuficientemente informados qué significan las políticas neoliberales de Zedillo, la situación social como consecuencia de estas políticas y la propuesta de su partido para el caso de que llegue a gobernar. Es hora del balance nacional, cierto. ¿Por qué no hacerlo con la sociedad y no con los rinocerónticos tecnócratas? Estos, como sugiere Blanco, no tienen legitimidad, ¿para qué intentar darles algo que deliberadamente han perdido?