Luis Javier Garrido
La ginebra

¿Correrían algún día Carlos Salinas y Ernesto Zedillo el mismo destino que su admirado general Augusto Pinochet Ugarte, de quien importaron tan buen número de asesores?

1. El ``caso Pinochet'' ha reforzado la convicción de que en México no puede haber cambio si no se pone fin a la impunidad de los gobernantes. De ahí que los medios minimicen lo que acontece con el detenido en el lujoso barrio de Wentwoth, en el llamado ``circuito de la ginebra''.

2. El régimen priísta consolidó su cohesión por el principio no escrito de la impunidad del Ejecutivo, cuyo mantenimiento prueba que no estamos en ``la normalidad democrática'' que pretende Ernesto Zedillo en sus discursos delirantes. La evidencia de que no existe un proceso de transición ``a la democracia'' está en el hecho de que no se ha desmantelado el ``sistema'': el PRI continúa siendo un organismo de Estado, el corporativismo sigue en pie, los medios se manipulan, no hay autonomía municipal ni estatal ni un Poder Judicial independiente, y como si fuera poco siguen gobernando los mismos de antes y en plena impunidad: disfrutando del narcosistema financiero y político que construyeron.

3. La nueva entrevista de Carlos Salinas a Ramón Alberto Garza, de Reforma (27 de noviembre), logra en este contexto un objetivo no buscado: evidenciar que no hay un estado de derecho. El que Carlos Salinas, el más notable (presunto) criminal de Estado que haya gobernado al país, se empecina en el absurdo de señalar que triunfó de manera limpia en 1988 y en proclamarse no un delincuente sino un ``reformador'' muestra la debilidad política de Zedillo, del PRI y de amplios sectores, la ausencia de ética de quienes le hacen propaganda y la inutilidad de la PGR: pero sobre todo que no hay una justicia independiente en México.

4. El pueblo entiende cómo fueron los crímenes de los tecnócratas y su saqueo a los recursos nacionales, pero a Carlos Salinas, inmerso en una campaña desaforada por regresar, no le interesan los mexicanos, a los que sigue despreciando, sino las élites empresariales y políticas, a las que reclama un derecho a intervenir en la sucesión ante lo que llama la ineptitud de Zedillo para defenderlos.

5. El desprecio de los salinistas al pueblo de México no tiene límites y sólo parece interesarles conservar en el 2000 su derecho a la impunidad. No se dan cuenta que a los mexicanos no les importan sus querellas y si el candidato que consensen será el de Zedillo (De la Fuente), el de Salinas (Fox), el de los tecnócratas (Gurría ), el de la burocracia (Miguelito) o el que Joseph Marie, vuelto ``fiel de la balanza'', impulsa a último momento (Labastida).

6. El control que ejerce Salinas sobre la política nacional es cada vez mayor, como se ve con las sentencias absolutorias a Raúl, preparadas todas con esmero por la PGR que, con falsas evidencias, le allanó el camino a cualquier juez, con el fácil argumento de que si los testimonios y pruebas presentados son falsos la imputación de los crímenes también lo es. Y todo ello en un escenario en el que la absolución a Raúl por el homicidio de Ruiz Massieu será vista como una acusación a Zedillo por encubrimiento.

7. La campaña pidiendo ``el perdón'' para Salinas la han impulsado priístas y empresarios y el CEN del PAN lo ofrece a cada negociación en Los Pinos o en Hacienda. Por eso extraña que Enrique Krauze, quien solicita en su último libro un juicio para López Portillo y no para Salinas, le haya dicho a La Jornada (3 de diciembre) que en este caso está contra ``el rencor'' y por la reconciliación. Convendría que Enrique explicara si ese ``perdón'' alcanzaría también a la familia de Salinas, a Aburto y a Córdoba, o a los judiciales y narcos que lo sirvieron, y si supondría que éste restituyera a la nación las empresas y bienes privatizados ilegalmente y todo lo mal habido. Si implicaría indemnización por los cientos de perredistas asesinados o por los crímenes políticos, y si Salinas absorbería el adeudo del Fobaproa e indemnizaría a los mexicanos, víctimas de su manejo fraudulento de la banca y la economía.

8. El argumento anacrónico de la impunidad de los gobernantes, como el del perdón tras de sus crímenes, planteado así, llevaría a preguntarse si no se debe exonerar también, en nombre de la concordia, a todos los delincuentes.

9. El grupo neoliberal afrontó con un solo resquemor el escenario de la globalización: el de que amenazaba poner fin a su inmunidad. De ahí las providencias que fue tomando, buscando la impunidad internacional. Salinas se negó a ratificar el Tratado sobre la No prescripción de Crímenes de Lesa Humanidad de 1972 y denunció el artículo nueve de la Convención para la Prevención y la Sanción del Genocidio, de 1948, que lo obligaba a someterse a la Corte Internacional de Justicia, y Zedillo no sólo ha rechazado las investigaciones de la OEA y la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional, sino que ha obstaculizado toda investigación de las ONG sobre las violaciones a los derechos humanos, buscando aislar a México.

10. El ``caso de Augusto Pinochet'' es por eso también el ``caso de Carlos Salinas'', porque en Surrey o en Dublín, en el ``circuito de la ginebra'', ya no son impunes: porque sus crímenes son de jurisdicción internacional y porque en América Latina llegó ya el fin de la impunidad.