Carlos Martínez García
Para entender el protestantismo

La nueva entrega de la revista Religiones y Sociedad, publicada por la Subsecretaría de Asuntos Religiosos, incluye un ensayo que clarifica muy bien el ethos del protestantismo. En Del protestantismo como objeto sociológico, Jean-Paul Willaime sintetiza atinadamente los principales rasgos del cristianismo no católico que irrumpió en Europa en el siglo XVI y que en las últimas décadas, en su vertiente evangélica, le está disputando las mentes y corazones de los latinoamericanos a la Iglesia católica romana.

La lectura del trabajo le evitará, a quien lo consulte, caer en los errores propios del desconocimiento acerca de una expresión religiosa tan estigmatizada en una sociedad en la que subyacen, todavía, los lastres culturales de la Contrarreforma. Willaime empieza por dejar sentado que el protestantismo es una realidad diversificada, es decir, en él conviven corrientes disímiles como el fundamentalismo y el liberalismo social y teológico. La tensión entre esos dos polos, enmedio de los cuales se expresa una amplia gama de variaciones, constituye lo que el autor denomina la precariedad protestante. Esta consiste en que siendo a la vez el protestantismo ``un fundamentalismo y un liberalismo, (le es constitutiva) la tensión entre esas dos actitudes. Por insistencia en la Biblia como única autoridad en materia de fe y de vida eclesial, el protestantismo es un fundamentalismo, mientras que por su insistencia en el libre examen y el rechazo de todo magisterio eclesiástico, es un liberalismo. Esta tensión interfiere con otra, donde el protestantismo aparece como una religión `caliente', emocional, o como una religión `fría'', intelectual. El protestantismo es también la tensión entre la efervescencia del sentimiento religioso y la fría intelección de la teología''.

Es la versión caliente del protestantismo, el que un autor protestante (José Míguez Bonino) llama el rostro evangélico, la que ha logrado un espectacular crecimiento en América Latina, Africa y Asia. Aunque todos los grupos protestante-evangélicos de nuestro continente históricamente pudieran identificarse con la ruptura que hizo Lutero con Roma en el siglo XVI, la mayoría de ellos provienen de las llamadas iglesias libres que en Europa se opusieron a las iglesias territoriales en que se dividió la geografía sociorreligiosa del Viejo Continente. Fue esa matriz independiente la que se estableció en Estados Unidos y de ahí llegó a Latinoamérica. La expresión evangélica del protestantismo consiste en un fuerte énfasis conversionista, en la aceptación por parte del converso de una doctrina y experiencia de salvación en la que los seres humanos son transportados a una nueva relación con Dios con base en la obra salvífica y redendora de Jesucristo, tal y como lo establece la Biblia. Ya en ese nuevo estado, el creyente se adhiere al principio de que su vida y relaciones sean normadas por las enseñanzas bíblicas, estableciendo una diferencia radical entre la comunidad de creyentes y el mundo externo.

Willaime no lo dice, porque su trabajo se orienta a desbrozar conceptualmente los vericuetos de su objeto de estudio y no a presentarnos un itinerario histórico del protestantismo, pero fue la decisión del ala evangélica protestante de no hacer caso a las ideas del ala liberal lo que derivó en una presencia aplastante de las misiones evangélicas en América Latina y la automarginación del protestantismo frío entre el río Bravo y la Patagonia. En 1910 distintos cuerpos eclesiásticos protestantes se dieron cita en Edimburgo para proyectar el trabajo misionero en el planeta. Dominaron el congreso los delegados de países en los que a partir del siglo XVI arraigó el protestantismo con el patrocinio del Estado. La postura de conciliación con el catolicismo y una eclesiología en la que se había diluido el énfasis en la conversión, llevó a luteranos, anglicanos y buena parte de los reformados a concluir que América Latino no debería ser considerada como tierra de misión, dado que ya había sido evangelizada por la Iglesia católica. La minoría evangélica se opuso y concluyó lo contrario. Fue el inicio de un jalón del protestantismo latinoamericano hacia el campo evangélico y un alejamiento paulatino pero constante del liberalismo que, en palabras de Willaime, estaba más preocupado por la ``congruencia con las expectativas del sistema institucional de las sociedades pluralistas'' y no en la evangelización.

Una buena pista metodológica para entender las singularidades de los varios protestantismos nos la brinda el autor cuando dice que es necesario poner atención a la economía simbólica característica del objeto de estudio. La clave está en comprender las vías de acceso a la verdad religiosa que propone el protestantismo y los modos de sociedades religiosas que genera. Hay que entender su lógica interna y las expresiones sociales del universo mental protestante en un contexto específico.