Angeles González Gamio
Todos somos responsables

Cuando uno tiene el privilegio de ser dueño de un sitio especial, de alto valor histórico, arquitectónico y estético, reconocido mundialmente por un organismo tan respetable como la Unesco, evidentemente se tiene la obligación de cuidarlo. Esto incluye arreglarlo si está maltratado, darle mantenimiento, mejorarlo y brindarle mucho, mucho amor, porque finalmente es nuestro espejo; el cariño y respeto que nos tengamos, allí se verá reflejado. En este caso estamos hablando del Centro Histórico de la Ciudad de México, patrimonio de todos los mexicanos que, una vez más, clama la ayuda de la ciudadanía para que continúe el rescate emprendido hace unos años y que se ha venido llevando a cabo lentamente, con enormes esfuerzos y muchos tropezones.

Genera optimismo que por vez primera aparezca un plan estratégico para la regeneración y el desarrollo integral, que contiene todo los aspectos: habitacional, con vivienda tanto popular como para clases medias; el rescate de la centralidad, que incluye el reordenamiento vial y el transporte; la seguridad, el arbolado, el rescate de monumentos, etcétera. También considera el desarrollo económico y social, con asuntos tan importantes como el impulso de las micro y pequeñas empresas, la creación de nuevas y el reordenamiento del ambulantaje. No se olvidan de los que llaman grupos vulnerables, que integran a todos los desamparados que han encontrado refugio en este lugar.

Por lo pronto, el próximo miércoles, en el bello Colegio de San Ildefonso, se presenta el Fondo de Salvamento del Patrimonio Histórico y Arquitectónico del Centro Histórico de la Ciudad de México. Este tiene como objetivo fundamental restaurar inmuebles de alto valor arquitectónico, que se encuentran en una situación de alto riesgo.

Los que viven estas casonas, la mayoría desde hace muchos años, en el mayor número de casos les tienen enorme cariño, pero carecen de recursos para restaurarlas. El estado en que se encuentran pone en peligro la vida de sus habitantes y la del propio inmueble, muchos de ellos verdaderas joyas de los siglos XVII, XVIII y XIX.

Con este fondo se unirán todos los esfuerzos: los créditos que otorgan las instituciones de vivienda, los recursos de los ocupantes de las casonas --cuando los haya-- y las aportaciones de empresas e instituciones privadas, sean nacionales o extranjeras, así como donaciones provenientes de la cooperación y solidaridad internacional. El donante ``adopta'' --en parte o en totalidad-- un inmueble y adquiere el derecho, si lo desea, de que su aportación sea objeto de un reconocimiento público. Imagínese que sus nietos y bisnietos vean con gran orgullo una placa en una hermosa construcción de siglos pasados, a la que la empresa de su abuelo devolvió la dignidad y mejoró la calidad de vida de sus habitantes. Las contribuciones pueden ser inmobiliarias, monetarias o en especie, con la ventaja de que recibirán recibos deducibles de impuestos.

El impulsor de este proyecto es el Fideicomiso del Centro Histórico, mismo organismo que tramita los incentivos fiscales y proporciona asesoría técnica a los que restauran este lugar. Esta institución, que dirige René Coulomb, cuenta con el privilegio de estar ubicado en uno de los palacios más bellos de América: la Casa del Conde de Heras Soto, que se encuentra en la calle de Chile número seis, esquina Donceles. Este sitio bien vale una visita para admirar la soberbia escultura que adorna la esquina del edificio y su magnífica portada de piedra labrada que enmarca los portones originales de maderas ricamente talladas.

Y hablando de restauraciones, una excelente se puede apreciar en el restaurante El Hotentote, en Las Cruces 40, entre Mesones y Regina, que cada día supera su ya de por sí magnífica comida mexicana. Ahora tiene un mole de excepción y unos molotitos veracruzanos para auténticamente chuparse los dedos. Lo recibe con gran amabilidad Leticia Morales, comentándole las novedades gastronómicas del día, que son tan suculentas todas, que le crea tremendas dudas existenciales para decidir qué escoger. Nota práctica: justo al lado hay un amplio estacionamiento.