Letra S, 3 de diciembre de 1998
Como cada final de año, los últimos meses están cargados de eventos relacionados con el sida. Y este año no ha sido la excepción. En las actividades en torno al Día Mundial Contra el Sida, por ejemplo, hemos presenciado la incorporación de nuevos actores como la Fundación Levi Strauss con sus campañas preventivas de promoción del condón, y el gobierno de la Ciudad de México a través de las acciones de su Dirección de Programas para la Juventud.
En todas estas movilizaciones hay un punto que debe destacarse. Al parecer, las principales autoridades responsables de las políticas contra el sida, en nuestro país y en Latinoamérica, comienzan a convencerse de que sin atender y dirigir los esfuerzos preventivos a la población más golpeada, los homosexuales, bisexuales y en general los hombres que tienen sexo con otros hombres, la epidemia no podrá ser detenida. Así lo reconocieron y aprobaron los jefes de los programas de sida de 16 países latinoamericanos reunidos en Querétaro el pasado mes de octubre.
Asimismo, en sus informes sobre el tema, organismos internacionales como Onusida y el Banco Mundial dan cuenta de esta situación, y en el caso de Onusida han destinado fondos a varios proyectos de investigación y prevención en este sector de la población.
En México, donde según cifras del Banco Mundial más de 30 por ciento de la población homosexual y bisexual masculina está infectada, las autoridades de Salud echaron a andar la primera campaña específica, en más de diez años, dirigida a esa población.
Las reacciones han sido lentas y tardías, no así las infecciones y las muertes. Sin embargo, estos primeros pasos son un avance significativo, un esfuerzo que debe continuarse.
El cúmulo de problemas y consecuencias negativas derivadas de ciertos comportamientos juveniles ha provocado a su vez un alud de estudios sobre las conductas de nuestros jóvenes. Sin embargo, los hallazgos han tenido un efecto de bumerán. Lo que se descubrió al final fue lo que estaba más a primera vista: la falta casi absoluta de acceso (o de plano negación) a la información y a los servicios de salud por parte de los sectores jóvenes de la población. De esta manera se encontró que el origen de los problemas se situaba más entre los adultos que entre los mismos jóvenes. Como afirma la brasileña Ana Filgueiras de la Red Mano en Mano de Río de Janeiro: ``Con su negativa a proporcionar información y técnicas precisas, los adultos exponen a la juventud a los abusos, al sexo no deseado, o a la actividad sexual temprana. Más que preguntarnos cuándo deberían o no los jóvenes ejercer su sexualidad, deberíamos usar mejor nuestro tiempo preguntándoles acerca de lo que desean saber, para que una vez informados, puedan adoptar prácticas seguras.'' Muchos adultos, continua Filgueiras, todavía tienden a ver a los jóvenes como inherentemente irresponsables, rebeldes, que gustan de tomar riesgos siempre en búsca permanente del placer inmediato. Con tales actitudes, agrega, nos desentendemos del problema y responsabilizamos a la juventud misma de las eventuales infecciones por el virus que causa el sida.
Estas actitudes asumidas por médicos, profesores, psicólogos y orientadores vocacionales ha impedido que muchos jóvenes, en busca de respuestas a sus inquietudes o requerimientos de condones, se acerquen a las instituciones educativas y de salud. Por la desconfianza generada, el joven o la adolescente en situación de riesgo prefiere el trato anónimo, confidencial e indirecto que proporcionan algunos programas de ayuda e información por teléfono, o el trato directo con jóvenes que dan ese mismo servicio en las organizaciones civiles.
El desahogo por teléfono
``Tuve relaciones con mi novio, pero él se salió antes de venirse, ¿puedo estar embarazada?'' (Mujer, 18 años). ``Ya me masturbo diario, pero tengo miedo que se me vuelva un vicio (Hombre, 14 años). ``Hace unas horas tuve relaciones sexuales sin protección. Quiero saber qué riesgos hay de infectarme de sida.'' (Mujer, 18 años). ``Quisiera ser un gay aceptado, pero me preocupa que mis padres no me acepten cuando se los diga.'' (Hombre, 15 años). ``Me violaron hace una semana. Nadie lo sabe. Tengo miedo de quedar embarazada y que mi mamá me corra.'' (Mujer, 16 años). Estas son algunas de las inquietudes juveniles recabadas por el programa De Joven a Joven, servicio de información y asesoría telefónica que proporciona Locatel con apoyo del Consejo Nacional de Población (Conapo) y del DIF.
Muchos son los cambios que ocurren en la adolescencia. La niña o el niño asiste a las transformaciones de su cuerpo y su personalidad. Además, es en este periodo y en el de la temprana juventud cuando hombres y mujeres toman sus primeras decisiones trascendentales y asumen responsabilidades. El entendimiento de las habilidades y las dificultades que adquieren o enfrentan los jóvenes en su desarrollo es fundamental para dotarlos de las herramientas que les servirán para encarar situaciones de riesgo en su vida diaria.
Con ese propósito fue creado el programa De Joven a Joven, donde de noviembre de 1994 a febrero de 1998, según informa Conapo en su publicación La situación demográfica de México, 1998, se atendieron 189,183 llamadas. La mayoría (dos de cada tres llamadas) corresponden a mujeres y al grupo de edad entre los 12 y 20 años (82 por ciento).
Los principales motivos por los que las muchachas y los chicos se animan a llamar a los orientadores jóvenes del programa están relacionados con el círculo de amigos y amigas y con las relaciones familiares. En la adolescencia la aceptación del grupo de amigos es de capital importancia en la construcción de la autoimagen, del valor propio y del sentido de pertenencia. La posibilidad del rechazo les genera angustia y temor, por eso muchos jóvenes acceden a la presión de los amigos o amigas y realizan actividades contra su deseo como probar drogas, irse de pinta o tener relaciones sexuales. ``¿Cómo les digo que no sin romper con el grupo?, es la pregunta que con frecuencia tenemos que responderles'', afirma Aureliano García, coordinador de programas especiales de Locatel.
En el terreno de la sexualidad, son muy diversas las inquietudes que los y las jóvenes manifiestan. De los riesgos que pueden correr en su práctica sexual el que más tienen presente es el de la posibilidad de un embarazo: ``Ayer comencé a menstruar y tuve relaciones; a mi novio se le rompió el condón y no sé si pude quedar embarazada'' (Mujer, 19 años). ``Mi novia tiene un retraso de 15 días. ¿Puede estar embarazada si sólo frotamos nuestros cuerpos con ropa y nos tocamos los genitales con la mano?'' (Hombre, 17 años).
Las preguntas más recurrentes son sobre el uso de anticonceptivos y su eficacia. Y ante un embarazo no deseado solicitan apoyo para comunicárselo a su familia y establecer acuerdos con la pareja.
En cuanto a las dudas sobre el funcionamiento y desarrollo de los órganos sexuales, los hombres están más preocupados por su desempeño sexual y por cumplir con las expectativas sociales asignadas a su género, y las mujeres por los cambios anatómicos y fisiológicos que están viviendo: ``Estoy muy preocupado porque mi parte es muy pequeña y la verdad no sé que hacer.'' (Hombre, 16 años). Las consultas sobre masturbación son abrumadoramente de varones (80 por ciento). Es uno de los temas más cargados de falacias y fantasías. El interés aquí es la valoración de dicha práctica: ``¿Crees que me pueda afectar posteriormente, por ejemplo durante el matrimonio?'' (Hombre, 16 años). ``Las mujeres que se masturban mucho ¿pueden tener hijos?'' (Mujer, 15 años).
Sin duda uno de los temas más delicados y que más ansiedad generan entre los adolescentes es el inicio de las relaciones sexuales. Tanto las mujeres como los hombres de ese grupo de edad están sujetos a las presiones del grupo de amigos, de la familia y de la sociedad. Las mujeres sienten una mayor presión familiar para posponer el primer encuentro sexual hasta el matrimonio, mientras que las amigas y la pareja presionan en sentido inverso. En cambio, para los varones toda la presión, la del grupo de pares y la social, los empuja a probarse como ``verdaderos hombres'' en el terreno sexual. La pérdida de la virginidad provoca en las mujeres angustias que a su vez alimentan rumores y falsedades acerca de supuestos cambios en la apariencia o en la forma de caminar: ``Ayer tuve relaciones sexuales con mi novio, pero ahora me siento sucia'' (Mujer, 19 años). ``Me dijeron unas amigas que los hombres tienen un truco para que en una relación sexual no rompan el himen ¿es cierto?'' (Mujer, 18 años).
La iniciación sexual suele estar rodeada de información falseada que puede exponer a jóvenes y adolescentes a ciertos riesgos, como la idea de que en el primer encuentro sexual no existe ningún riesgo de embarazo.
Con una pequeña ayuda de mis amigos
A pesar de toda la información difundida en los medios sobre el sida y las enfermedades de transmisión sexual (ETS), en este sector de la población aún no permea la posibilidad de una infección por contacto sexual. Desafortunadamente la culpa, la vergüenza, la información errónea, los temores infundados, los falsos valores siguen ocupando un lugar privilegiado en el pensamiento y acción de los jóvenes que les impide percibirse como sujetos de riesgo. Y si alguien comparte y conoce de cerca todas estas percepciones son los jóvenes, hombres y mujeres, que trabajan con otros jóvenes en el campo de la prevención. Omar Feliciano es uno de ellos, a sus 21 años coordina una línea telefónica de apoyo e información sobre sexualidad y sida: Ayudatel. Psicólogo de profesión, así percibe esta situación: ``Los y las jóvenes están teniendo relaciones sexuales a veces por soledad, por miedo, por culpa, por vergüenza, por dolor, por curiosidad, no sólo por placer o por amor. En especial los jóvenes gay, que estadísticamente son los más vulnerables a la epidemia, sienten mucha culpa al iniciar su vida sexual por el estigma social que aún pesa sobre esa orientaicón sexual.'' Héctor Hugo Vargas, otro joven de 21 años dedicado a recabar mantas con los nombres de las personas fallecidas por sida en el proyecto La Manta de México, lo secunda: ``Se tienen prácticas de riesgo que no se perciben como tales, pues involucran sentimientos positivos como el amor, el afecto o el placer y es difícil asociarlos con algo negativo como una infección por VIH.''
Este año el lema seleccionado por Onusida (el programa sobre sida de la ONU), para sus campañas fue: ``La Fuerza del Cambio: con los Jóvenes en Campaña contra el Sida''. La elección obedece a que cada día 7 mil jóvenes de 10 a 24 años se infectan por el VIH en todo el mundo, es decir, cinco jóvenes cada minuto. El lema elegido por Onusida intenta promover la participación de la juventud en los esfuerzos preventivos. Debido a las proporciones alcanzadas por la pandemia en esa población, sólo involucrando a los propios jóvenes en las campañas de prevención podrá obtenerse algún éxito.
Valentina Hernández, 25 años, es un ejemplo para las jóvenes. Ella participa en el grupo Compañeros en Ayuda Voluntaria Educativa, AVE de México, y también ha registrado, al igual que Omar y Héctor, la falta de percepción del riesgo a la infección por el VIH entre los chavos y las chavas: ``Aún prevalece una especie de pensamiento mágico, como si la información exorcizara el riesgo. Es hasta que se cae en la cuenta de las propias prácticas de riesgo que se asume la necesidad de prevenirse''. Eso fue lo que hizo involucrarse a Iván Flores, de 21 años, en la lucha contra el sida. El llegó de voluntario a Ayudatel porque: ``Tuve una relación desprotegida con una gringa, andaba tomado, y al regresar a México me quedé con el nervio, `¿qué tal si me contagié de algo?', pensé. Entonces la angustia me ayudó a tomar a conciencia.''
Las y los más vulnerables primero
Según el Conapo, el número actual de jóvenes de 15 a 24 años es el más elevado en la historia del país (20.1 millones, el doble del que existía en 1970). Y de aquí al año 2010, ese número seguirá creciendo para después comenzar a descender. Del total, 48.1% son hombres y 51.9, mujeres. Además, la cuarta parte de ellos, el 25.2%, no trabaja ni estudia, y en su gran mayoría está compuesta por mujeres.
Este universo de jóvenes no es homogéneo. No todos corren el mismo riesgo de infectarse por el VIH ni viven en lo que el UNICEF define como ``circunstancias especialmente difíciles''. Hay grupos de jóvenes que son más vulnerables que el resto. En esa circunstancia están los y las jóvenes que no asisten a la escuela, que están desempleados, que viven en la calle, que comparten agujas cuando se drogan por vía intravenosa, que se incorporan al comercio sexual o que son víctimas de abuso sexual y físico, y los muchachos que se relacionan sexualmente con otros muchachos y hombres.
Entre estos grupos, el de las adolescentes merece mención especial. En primer lugar, viven una mayor vulnerabilidad biológica: el aparato reproductor femenino es mas susceptible a las infecciones por el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual (ETS). Además, como agravante, la mayor vulnerabilidad social hace que las jóvenes tengan menos control de su vida y de su cuerpo que los varones de la misma edad, a quienes se estimula tácita o explícitamente a adoptar un comportamiento sexual agresivo con ellas. ``Un amigo de la escuela me encerró en un cuarto y trató de abusar de mí. Yo no me dejé y salí corriendo, pero me siento culpable'', llamó confundida a De Joven a Joven una adolescente de 15 años. En muchos casos, la primera experiencia sexual de una muchacha es forzada. (Onusida, Campaña mundial contra el sida. Documento de información. Onusida, abril, 1998). A esa situación están expuestas sobre todo las niñas y las muchachas empleadas domésticas. Los embarazos no deseados, agrega Onusida, son un indicador de la falta de control que tiene una joven con respecto de su sexualidad.
Otro de los sectores jóvenes más expuestos a la infección por el VIH por su vulnerabilidad biológica y social es el de los jóvenes con inclinaciones homosexuales y bisexuales. En México, como en América Latina, estos jóvenes son quienes tienen mayores riesgos de infectarse, y sin embargo, son los más desatendidos. Como señala Onusida: ``existe un vacío en los mensajes destinados a ese grupo'', porque en los programas preventivos dirigidos a los jóvenes no se toma en cuenta a estos sectores.
El uso de drogas y el alcohol puede afectar también el comportamiento sexual y exponer a los y las jóvenes al riesgo de infecciones, porque reducen la capacidad para tomar decisiones en materia de protección. Así lo describe Valentina: ``Existen grupos de jóvenes que están teniendo actividad sexual de manera indiscriminada en ``reventones'' llamados raves, bajo la influencia de alcohol o drogas como el éxtasis. Paradójicamente, aunque los participantes se preparan para el rave comprando éxtasis, no se preparan para el sexo comprando condones.''
Cierto, en los jóvenes hay un enorme recurso y potencial para cambiar el curso de la pandemia de sida. Representan, como dice el lema de Onusida, la fuerza para el cambio. Pero esto sólo será posible si se abandonan las visiones paternalistas o coercitivas y se les deja de percibir sólo como simples `destinatarios' de las políticas y decisiones verticales de gobiernos e instituciones. En un mundo en el que el poder y los recursos están concentrados en las manos de los adultos, es difícil que las y los jóvenes se animen a participar en proyectos que no los involucran. La meta debe ser, como establece Onusida, ``transformar el lugar donde viven en un entorno propicio en el que tengan más control sobre su propia vida''.