Letra S, 3 de diciembre de 1998


Crear espacios juveniles para el diálogo

Entrevista con Andrea González, directora de programas para la juventud del gobierno del D.F.

Alejandro Brito

Seguida del clásico ¡DURO, DURO, DURO!, una adolescente de 15 años de la Prepa 4 le reviró al rector Jorge Carpizo: ``Que los funcionarios funcionen'', cuando él pidió ``que los estudiantes estudien, los trabajadores trabajen y los profesores enseñen'', en las históricas negociaciones entre el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) y las autoridades de la UNAM.

Hoy esa misma joven, ahora de 28 años, egresada de la Facultad de Medicina y con una maestría en Etica Médica, está a cargo de la Dirección de Programas para la Juventud ``Jóvenes por la Ciudad'' del gobierno del Distrito Federal. Con su equipo de colaboradores, cuyo promedio de edad es de 24 años, tiene la titánica tarea de atender a una población de tres millones de jóvenes defeños.

En esta entrevista, dialogamos con ella sobre las campañas diseñadas, los conciertos realizados, los proyectos por venir y su trabajo en torno al sida. ``Ahora soy funcionaria y tengo que funcionar'', comenta divertida.

¿En que se diferenciaría este nuevo programa dirigido a los jóvenes de los anteriores como el CREA o el INJUVE?

Los y las jóvenes tienen una natural rebeldía contra el gobierno, provocada por las políticas clientelares de control político de las pasadas administraciones. Históricamente la mayoría de los programas dirigidos a ellos han tenido la intención y el objetivo de administrar su tiempo libre. Nosotros tenemos toda la intención de romper con esa tradición. No buscamos controlar a los jóvenes. La labor del gobierno hacia ellos es la de apoyar sus esfuerzos organizativos y sus propios proyectos. Los jóvenes no están pidiendo que les administren su tiempo libre. Ellos van a ser lo que son con, sin y a pesar de los gobiernos. Aquí estamos tratando de respetar absolutamente su organización y fomentarla. Responder a las demandas que provoca la organización, ése es el único elemento donde el gobierno puede incidir.

¿Cuál es el eje de tu trabajo en ``Jóvenes por la Ciudad''?

El eje fundamental de nuestro trabajo es vérnoslas con los factores de exclusión de los jóvenes. El o la joven solamente tienen dos maneras de integrarse a la sociedad, que son por la vía de la educación y del empleo. El acceso a ambas está bien difícil, y quienes no tienen acceso a la educación y al empleo son excluidos. Un caso concreto es el de las adolescentes embarazadas, tienen mayores dificultades de conseguir un trabajo por su estado o porque ya tienen un hijo. Tenemos que lograr esquemas de inclusión social para ellas, cuidar el embarazo, el parto, y lograr que terminen la secundaria, para que estén en mejores condiciones de conseguir empleo. Las empleadas domésticas, son muchachas que no tienen a su familia en la ciudad, en muchas ocasiones no saben leer ni escribir, en otras no saben hablar español, entonces tienen un factor de exclusión aparte de ser jóvenes. El de los jóvenes seropositivos es otro caso.

De ahí las campañas y los conciertos de rock contra la discriminación y por la tolerancia.

Los conciertos se han hecho fundamentalmente a través del programa: ``Las siete tocadas capitales'', que tienen como intención crear un espacio de confluencia entre jóvenes de características específicas y un tema, que está relacionado con cada uno de los siete pecados capitales. Son siete tocadas, siete temas, y la intención es que en ese espacio confluyan los jóvenes, los colectivos de jóvenes que trabajan el tema, o que hacen radio, o que hacen video y organizaciones no gubernamentales, también relacionadas con el tema. El caso más claro fue la tocada ``El rock contra el sida'', en la delegación Tláhuac. Las ONG que trabajan el tema del sida tuvieron un espacio de relación e interacción con jóvenes, ese punto de confluencia es la intención del programa ``Las siete tocadas capitales''.

Otra cara de estas campañas, no sé si la central, es la de prevenir problemas relacionados con la sexualidad.

La rectoría en la coordinación del tema del sida la tiene el Instituto de Salud del gobierno de la Ciudad. Y aquí nosotros vamos a ser un puente entre esas instituciones y los jóvenes. En realidad, más que prevenir, la función de nuestras campañas es provocar una decisión. No estamos trabajando directamente en la prevención, estamos trabajando en la búsqueda de una decisión a partir de la acción afirmativa. No depende del gobierno si la joven o el joven usa o no el condón, no los podemos obligar y no está legislado usar o no el condón, ése es un problema de decisión personal, y la decisión de cuidarse, de protegerse contra el sida, es la que buscamos, estamos tratando de evitar la no decisión.

¿Cuáles son los nuevos proyectos?

En el primer semestre del próximo año echaremos andar las campañas de temas polémicos. Efectivamente, los jóvenes concentran los temas más polémicos, y entre ellos están la sexualidad y las adicciones. Iniciaremos con una campaña de tolerancia y luego vienen las campañas sobre sida y sobre las adicciones. Aparte se está trabajando el programa de empleo. Hay un programa muy interesante: el del Sistema Metropolitano de Información. El derecho a la información es una de las grandes demandas juveniles que tiene que ver también con la toma de decisiones. Se van a crear centros de información en algunas zonas de la ciudad que van a tener bases de datos de las diferentes dependencias del gobierno del DF, es decir tendrán un directorio de cultura, de lugares adonde ir, oferta educativa, bolsa de trabajo, y acceso público a internet.

La idea de que esos espacios sean de y para jóvenes es que esa posibilidad y esa libertad de expresión es lo que les da la capacidad de relacionarse con otros sectores; cuando un joven adquiere esa autonomía y tiene el espacio para expresarla, entonces puede dialogar, se siente seguro para tratar con los demás sectores y dialoga.


En cifras
De los jóvenes y algo más

Número total de jóvenes entre 15 y 24 años a mediados de 1998 en México: 20.1 millones.1

De ese total, porcentaje de mujeres: 51.9%.1

Del total de jóvenes, porcentaje que vive en el D. F.: 28%.1

De la cifra anterior, porcentaje de hombres: 41.8%.1

Porcentaje de jóvenes por estado civil en México: solteros 73.8%, casados 16.9%, unión libre 7.9% y divorciados, separados o viudos 1.4%.1

De la población económicamente activa de México, porcentaje que ocupan los jóvenes: 28.3%.1

Porcentaje de jóvenes por actividad: 22.9% sólo estudia, 44.9% sólo trabaja, 6.9% estudia y trabaja, y 25.2% ni estudia ni trabaja.1

Número de jóvenes entre 18 y 25 años que viven en la Ciudad de México: 3'602,773.2

Del total anterior, número de mujeres: 1'855,012.3

Y de hombres: 1'747,761.2

Parejas jóvenes que emplean métodos anticonceptivos: 17 de cada 100.2

Nacimientos que corresponden a madres menores de 20 años: Uno de cada seis.2

Porcentaje de los jóvenes entre 18 y 25 años, con vida sexual activa, que no utilizan condón: 32%.2

Personas que viven con VIH/sida en el mundo: 33.4 millones.3

Jóvenes entre 10 y 24 años que viven con VIH/sida en el mundo: cerca de 10 millones.3

De las nuevas infecciones por el VIH porcentaje que se producen en jóvenes entre 10 y 24 años: 50%.3

Número de jóvenes entre 10 y 24 años que se infectan diario con el VIH en el mundo: 7 mil.3

Por minuto: 5 jóvenes.3

Nuevos casos anuales de enfermedades de transmisión sexual que se producen en jóvenes menores de 25 años en el mundo: 166.5 millones.3

Total de casos acumulados y registrados de sida en México desde el inicio de la epidemia hasta el 1 de octubre de 1998: 37,381.4

Número estimado de personas infectadas por el VIH en México: entre 176 mil y 235 mil personas.4

Número total de casos acumulados y registrados de jóvenes entre 10 y 24 años desde el inicio de la epidemia hasta el 1 de octubre de 1998: 4,553.5

Porcentaje del sexo masculino de acuerdo con la cifra anterior: 82%.5

1 Conapo, 1998. La situación demográfica en México.

2 Encuesta Global Durex, 1997.

3 Documento de información. Campaña mundial contra el sida. Onusida. 1998.

4 Registro Nacional de Casos de Sida. Dirección Adjunta de Epidemiología de la Secretaría de Salud.

5 Secretaría de Salud/Conasida. Registro Nacional de Casos.


La droga más allá de la droga

Martín Hopenhayn

Un problema claro que atraviesa la política y el discurso públicos respecto del tema de las drogas es el cúmulo de prejuicios, distorsiones e ideologizaciones que los rondan. A diferencia de su uso normado y ritualizado en toda la historia y en todas las culturas de antaño, en la sociedad industrial la droga se constituye en la bestia negra del imaginario: ella será siempre vista allí como el detonador que el sujeto racionalizado y disciplinado del Occidente moderno no puede tolerar, y que le es disfuncional a su proyecto de productividad progresiva: desborde anímico, excesiva expansividad de la imaginación, desorden de la razón, merma de la voluntad productiva. La droga es el aguafiestas del modelo ideal del sujeto productivo, analítico y de rutinas que no son quebradas por dudas existenciales, desfallecimientos anímicos o debilidad de las convicciones. Pero también es el otro extremo, el de la sobrefuncionalidad no permitida por las reglas del juego: anabólicos en deportistas, anfetaminas y cocaína en empresarios y estrellas de la televisión. El extremo podría ser una mezcla del supervelocista Ben Johnson, del futbolista Maradona y el cineasta Fassbinder.

Como en el sida, y probablemente aún más pues su resonancia metafórica es todavía mayor, los atavismos abundan y entorpecen un trato más objetivo y eficaz de los problemas asociados al consumo de drogas ilícitas. Se trata de un tema y de un problema estigmatizado.

Abrir la caja negra del consumo de la droga

Considerando lo anterior, no es de extrañar que las diferenciaciones en los patrones y las motivaciones del uso de las drogas ilícitas no abunden en el debate público. No interesa ahondar, sino alertar. Pero las alertas sólo tienen fundamento si abrimos la caja negra del consumo de las drogas, sólo con esta apertura mental frente al problema podremos idear estrategias educativas y comunicativas que permitan puentes más específicos con situaciones diferenciadas.

Supone abrir la caja negra en la cual la droga se conecta con dinámicas socioculturales en grupos expuestos al riesgo, con trastornos y carencias emocionales, y con cambios en los patrones de la cultura y del consumo a escala general. No se trata ya de incurrir en un mecanicismo que prefiere no indagar demasiado en los móviles y alertar sobre las catástrofes de las consecuencias del uso de drogas. Creo, más bien, que cuando hablamos de repercusiones socioculturales en el uso de las drogas debemos dejar de hablar sobre la espiral de desintegración que se deriva de la sustancia misma, y poner el énfasis en procesos socioculturales que están presentes tanto en las motivaciones que llevan al consumo compulsivo de drogas, como en el agravamiento de los efectos del consumo. Si vamos a evitar la demonización de la sustancia misma (y su contraparte, la mitificación de la sustancia), entonces debemos también precavernos contra la tentación apocalíptica de ver en la masificación de la droga la causa eficiente, primera y final del colapso de la normatividad y sociabilidad. No hay propiamente repercusiones socioculturales de la droga, sino dinámicas socioculturales en que la droga suele ser la punta de un iceberg o la metáfora más elocuente. Por eso, abrir el tema de la droga es una oportunidad única para abrir otros temas.

El efecto software de la droga

Encontramos hoy grandes contingentes juveniles que viven situaciones de fuerte desmotivación, padecen altos niveles de desempleo, ya no se sienten movilizados por utopías políticas o adscripciones sociales, se sienten ciudadanos de tercera o cuarta categoría, y sólo ven gratificaciones de carácter cada vez más efímero y menos asociado a un proyecto de vida. No hay grandes proyectos nacionales o ideológicos para redimir el tedio de la cotidianeidad en un futuro masivamente liberador; son cada vez más difíciles los accesos a empleos que permitan volcar todo lo aprendido en la educación formal; es cada vez mayor la sensación de precariedad o provisoriedad de los lazos sociales, los proyectos personales de vida, las identificaciones simbólicas. En este tiempo y este tempo, las drogas refuerzan lo que ya está en el aire: gratificación espasmódica, pérdida de proyección, falta de inserción social y política, debilitamiento valórico. La droga es signo de los tiempos: es como un software que se ocupa y cuyo efecto luego se retira; produce efectos provisorios; compensa la falta de adhesión emocional a las viscisitudes de la historia. Por ello es importante emitir mensajes preventivos que permitan a los jóvenes verse comprendidos en este impasse existencial, en lugar de sentirse estigmatizados por el catastrofismo del discurso predominante sobre la droga.

En este contexto es frecuente encontrar en la juventud popular urbana expresiones que aluden a su condición de exclusión respecto del juego de la concertación, la negociación política, la presencia pública en el procesamiento de demandas, el mundo del trabajo y del acceso al conocimiento oportuno. Perciben que el modelo vigente no los incluye, no recoge sus inquietudes, no procesa sus deseos y sus necesidades ni les brinda oportunidades de movilidad. Esto lleva a una contra-reacción que es la de impermeabilizarse a la política, protegerse contra quienes no los protegen. La indiferencia aquí debe entenderse como impugnación, interpelación, advertencia. La transgresión es una forma de replicar la exclusión, afirmarse en ella como protesta y auto-afirmación extra muros. La droga confirma en la exclusión, pero confirma al fin.

En el acceso a la justicia también la juventud popular constituye una población especialmente vulnerable. Variables de edad, de sociabilidad y de precariedad en el acceso a la justicia los llevan a percibirse como ciudadanos de tercera y cuarta categoría. Una reacción que tarde o temprano surge allí es el escepticismo respecto de la ecuanimidad del sistema judicial, con las consiguientes conductas que se desprenden de esto: transgresión a la ley, búsqueda de ``atajos'' al margen para procurar lo que se requiere, resocialización en la cultura del delito, asumir la justicia en las propias manos, experimentar con aquello que desde la justicia más se desacredita. Allí, el discurso prohibitivo respecto de las drogas puede ser casi una invitación.

Frente a ello, las políticas comunicacionales deben incorporar en los mensajes preventivos una cierta ``complicidad'' con aquellos que requieren de vínculos más horizontales y de mayor reciprocidad comunicativa. Una forma de ligar prevención del consumo de drogas y ciudadanía pasa por entender que los destinatarios de los mensajes de prevención son, en gran medida, jóvenes que sienten su ciudadanía negada por un orden que los excluye en muchas maneras. Por lo tanto es necesario religar la prevención y la interpelación qua ciudadano, dirigirse a un otro que es un par, obviar su infantilización y su estigma.

El consumo de drogas ilícitas también opera como ritual o mecanismo de pertenencia a grupos o ``tribus urbanas'', que se definen por oposición a la norma (oposición a la ley, a la vida adulta, a la moral, a la disciplina); o como un ``ritual de tregua'' ante los avatares del trabajo y la vida diaria. De lo que se trata, entonces, no es de impugnar la existencia de dichos grupos y treguas en tanto ``propiciadores'' del consumo indebido de drogas, sino de plantear comprehensivamente el problema y el valor de la pertenencia, de la complicidad grupal, de la identificación con grupos de pares, de diferenciación respecto del statu quo, o de los indispensables ``paréntesis'' ante una vida poblada de exigencias. Al aludir a estas legítimas necesidades contextuales más que a su ``solución espuria'' por vía de la droga, los interlocutores pueden sentirse más comprendidos que impugnados, y los mensajes pueden también mejorar sustancialmente su impacto.

Mientras el tema de la droga siga recubierto con el halo del misterio, el mal o el abismo; y mientras la población siga infantilizada por mensajes de sesgo vigilante, paternal o moralista, no hay espacio posible para convertir el tema-droga en materia de ejercicio de ciudadanía informada. Difícilmente, se podrá también hacer de la prevención un espacio en el que se sienta interpelada a colaborar la comunidad organizada.

Investigador de la CEPAL. Profesor de Filosofía de la Universidad de Chile. Edición de su ponencia presentada en el Primer Encuentro Iberoamericano de la Juventud organizado por el gobierno del D.F.