Gerardo Bocco
Investigación forestal
El 16 de noviembre de 1998, Carlos Avila describió en Lunes en la Ciencia, de manera clara, buena parte de los avatares por los que atraviesa la investigación forestal en México, haciendo énfasis en los problemas del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, organismo de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural (Sagar). Avila finaliza su contribución proponiendo algunas vías posibles de acción que ayudarían al INIFAP a salir de la crisis por la que, de acuerdo con ese artículo, está atravesando.
Sin embargo, una parte sustancial de la investigación sobre recursos forestales en México se lleva a cabo en otras instituciones, y con enfoques diferentes de los criticados, con acierto, en el artículo de marras. En el CRIM-UNAM, por ejemplo, así como en varias ONG (para citar sólo algunas: ERA, en Oaxaca, GIRA en Pátzcuaro o el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible), se desarrolla investigación aplicada al manejo integral del recurso forestal. Integral, en este caso, se refiere a concebir al bosque como un recurso vinculado ecológica y geográficamente a otros recursos naturales (básicamente agua y suelo), ligado a cuestiones relacionadas con los cambios planetarios (por ejemplo, captura de carbono) y que reconoce a los actores sociales involucrados en su aprovechamiento, así como las relaciones de poder y las políticas que modulan esa relación.
En otras dependencias universitarias también se trabaja en el ámbito forestal. El Instituto de Ecología y la Facultad de Ciencias de la UNAM desarrollan, desde hace varios años, investigación participativa en algunas comunidades forestales en Michoacán. Es del interés de esa investigación, por un lado, comparar el status del recurso forestal en áreas protegidas con características contrastadas en cuanto a su manejo, tales como la reserva de la biosfera de la mariposa Monarca y el Parque Nacional Pico del Tancítaro. En este último caso, el papel ambiental del macizo del Tancítaro se evalúa no sólo desde el punto de vista de su diversidad biológica sino, y muy especialmente, analizando el rol que cumple en la captación y distribución del recurso hídrico. Este es crucial para comunidades forestales vecinas, así como para productores de aguacate, uno de los principales productos de exportación en Michoacán.
Por otro lado, dentro de ese proyecto se ha colaborado activamente con el Plan de Manejo Forestal de la Comunidad Indígena de Nuevo San Juan Parangaricutiro, también en Michoacán. Esa investigación, que se desarrolló con el apoyo financiero del programa PAPIIT (UNAM), contribuyó a automatizar la elaboración del plan que toda entidad de aprovechamiento forestal debe presentar a la Semarnap para poder usar ese recurso de manera sustentable.
La automatización consistió en la implementación de un sistema de información geográfica (SIG) como elemento integrador y manejador de los datos forestales (dasonómicos) y no forestales (ambientales, de tenencia, etc.) requeridos para articular el plan de manejo forestal. Ello fue acompañado de un intenso programa de capacitación a miembros de la comunidad en inventarios de recursos naturales (incluyendo aquéllos de biodiversidad, poniendo al recurso bosque en una perspectiva ecológica, así como suelos y sus aptitudes de uso), manejo de fauna silvestre (hoy funciona un criadero de venado cola blanca y se estudian las condiciones reproductivas para aprovechar variedades locales de gallina de monte y conejo), ecoturismo (en tanto actividad que permite la diversificación del uso del bosque), cartografía digital y tratamiento estadístico del dato forestal para planificar su aprovechamiento.
De ese modo, la comunidad Nuevo San Juan, que desde hace ya varios años tiene el control de sus propios servicios técnicos forestales, ha podido fortalecer sus capacidades técnicas, en especial por la importancia dada a los programas de capacitación. Son éstos los que garantizan la continuidad del enfoque de investigación ambiental participativa. Los resultados obtenidos permitirán analizar las condiciones de réplica de ese modelo de investigación en otras comunidades. Los ajustes, sin duda, serán importantes, ya que las características de Nuevo San Juan son excepcionales.
Además de la automatización (y capacitación para conseguirla) del plan de manejo forestal comunitario, el otro logro tangible de esa colaboración para Nuevo San Juan fue el recibir la distinción que conlleva la Certificación Verde, misma que les fuera otorgada en 1997 por el Programa Smart Wood (Silvicultura Certificada), del Consejo Mundial de Manejo Forestal.
Ese reconocimiento es compartido sólo por una decena de ejidos y comunidades forestales en México. Sin embargo, existen al menos 30 empresas forestales sociales cuyo aprovechamiento forestal comunitario reúne las características requeridas para recibir el reconocimiento: observación de la legislación vigente, estabilidad en la tenencia de la tierra, respeto a los derechos de los pueblos indígenas y las relaciones comunitarias, uso ecológicamente eficiente del bosque, cuidado en el impacto ambiental en forma explícita en el plan de manejo, monitoreo del recurso, planificación ecológica de las plantaciones forestales y mantenimiento de los bosques naturales.
Tal vez esta alternativa de investigación pueda ser incorporada de manera más general por los académicos (forestales y practicantes de disciplinas conexas), y así responder tanto a las inquietudes señaladas por Carlos Avila, como a las necesidades de ejidos y comunidades que, en conjunto, tienen acceso a 80 por ciento del remanente del recurso forestal tropical y templado en México.
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