La Jornada 7 de diciembre de 1998

El escritor se mira en un espejo que puede romper y recrear, dice Mastretta

Renato Ravelo Ť Para Angeles Mastretta hay una recurrente necesidad de reflexionar sobre el oficio de escribir, a veces en tono de juego, a veces en tono serio. ``Para mi sorpresa, cuando he reflexionado sobre por qué escribo un texto, hay gente que se ha visto reflejada en su quehacer. Escribir es a veces como un espejo en el que te miras, pero que también puedes romper y recrear''.

Y eso es El mundo iluminado, su más reciente libro, en el que se recuperan los escritos ``más personales, esa intimidad que abres a los lectores'', de la columna que mensualmente publica en la revista Nexos. El volumen recoge lo mismo la reflexión de Mastretta del día que llevó a su hija a un concierto, que las evocaciones a una Facultad de Ciencias Políticas en la que Froylán López Narváez dictaba cátedra, o bien el discurso de recepción del premio Rómulo Gallegos el año pasado, que es el que le da título al compendio editado por Cal y Arena.

Periodista desde que estaba en el tercer año de la carrera, escritora exitosa, Angeles Mastretta considera que siempre han habido más lectoras que lectores de literatura, las cuales ahora eligen qué comprar. Sostiene: ``Nos dedicamos a escribir un día con miedo y otro con esperanza, como quien camina por el borde de un precipicio. Ayudados por la imaginación y la memoria, por nuestros deseos y nuestra urgencia de hacer creíble la quimera. No imagino un quehacer más pródigo que éste, con el que di como si no me quedara otro remedio. Por eso escribo. No para rendirle culto a lo femenino, ni siquiera para darle disgustos al machismo, sino para nombrar el mundo y, al hacerlo, imaginar que lo comprendo''.

Cuenta que durante diez años hizo una columna en Ovaciones que se llamaba Del absurdo cotidiano. ``Le cabía de todo; me mandaban muchas cartas. Ese periódico era muy popular, hecho para gente que no estaba acostumbrada a leer, y cuando se encontraba algo que leer lo hacía con mucha avidez. Me llegaban cartas de taxistas, de enfermeras, de veladores. Nunca me he encontrado con tantas cartas. Escribía sobre lo que me mandaban en las cartas, sobre la noticia del día. Una vez hice una nota sobre huelgas -en los comités de lucha de la facultad había muchos grupos trabajando- de todos los volantes que me fueron dando en una semana en la facultad. Los junté todos e hice un artículo. Un secretario de Estado le dijo al director que yo era un nombre inventado para golpear. Es que, además, yo tenía 23 años. Los directivos me preguntaron cuáles eran mis fuentes y yo contesté que no las podía aclarar. Extraño ese espacio.

Este libro está muy emparentado con esto''.

-¿Los textos son como otro dato para acercarse a tu actividad literaria?

-Hay, sin que yo me diera cuenta, una recurrente necesidad de reflexionar sobre por qué escribo, para quién. Creo que cuando uno reflexiona para qué escribe, trasmite algo. Me ha pasado que la gente que lee los textos, los lee no solamente como algo relativo a la literatura sino sobre su propio trabajo, que no necesariamente es artístico. Una doctora argentina me decía que la reflexión sobre lo que es escribir, que está en Soñar una novela, a ella le había servido mucho para asumir lo que es curar.

-¿En esos textos se ve a alguien con obsesionesÉ?

-En cierto modo lo que tú le das es permiso a los otros para que entren en tu intimidad y te das permiso de exponerte. Evidentemente toda reflexión sobre la propia vida puede ser acusada de narcisista. El chiste es que otros piensen en sus cosas mientras leen. Es un espejo que estás mirando y que puedes romper y recrear, en el que no siempre tiene que aparecer la misma imagen.

-Sobrevive aún aquella consigna de cuando salió Arráncame la vida, de enmarcarte en literatura femenina.

-Hemos echado demasiados discursos... Que no son dos cosas distintas: una mujer no se sienta a escribir con una actitud vital diferente de la que tiene un hombre. Una mujer que escribe pretende ser un creador, contar. Nadie le pregunta a García Márquez por qué el coronel Aureliano Buendía es su personaje central. Nadie le dice: `le gustan más los hombres que las mujeres para personajes'.

``Entre otras cosas esto se debió a las propias lectoras. Para mí ha resultado una maravilla escribir en un mundo en el que las mujeres lectoras están escogiendo con toda claridad sus lecturas. Siempre han sido mayoría las lectoras, lo que pasa es que antes leían lo que había en las bibliotecas de las casas, que compraban los señores. Ahora muchas mujeres trabajan y compran lo que quieren. Compran cosas escritas por mujeres, aunque lo que yo sostenía recientemente, en una conferencia en Argentina, es que no necesariamente tienen que comprar cosas escritas por mujeres, sino cosas buenas. Exigirles a sus escritores''.

-¿Te has convertido en un símbolo en Argentina?

-No sé qué pasa, pero voy a dar una conferencia allá y hay 3 mil personas en un auditorio. Fui a una conferencia, tenía que llegar a las ocho y, por un embotellamiento, llegué a las diez y ahí estaban esperándome. Estuvimos hasta la una de la madrugada. Son muy buenos lectores en Argentina. Le decía al chofer: `Si yo lograra interesar a los hombres en mis librosÉ', y me contestó: `Las que están leyendo son las mujeres. La semana pasada estuvo Saramago y nueve de cada diez asistentes eran mujeres'. Muchas veces, cuando un hombre viene a pedirme que le dedique un libro, me pide que sea para su esposa. Casi hay una actitud vergonzante.

-¿Qué es lo último que leíste que te haya impactado?

-Un texto de Borges sobre Cortázar. Tenía la teoría de que Borges no había reconocido a los escritores del boom. Y abre su biblioteca personal con un texto sobre Cortázar y describe cómo llegó este muchacho alto, tímido y le dejó un cuento que dos semanas después publicó. Y ese cuento, luego le dijo Cortázar, fue el primer cuento que publicó. Borges cuenta que lo que le deslumbra de Cortázar es que las cosas más naturales, como el cigarro, como el café, los personajes más comunes adquieren una condición de seres distintos cuando los toca Cortázar.

``Estoy leyendo a Saramago en Los cuadernos de Lanzarote, y estoy descubriendo a un Saramago lleno de humor. Me impresiona su capacidad de juego. Me costaba más trabajo encontrar el parentesco entre el escritor Saramago y el personaje en cuestión''.

-Una década después de la novela que te lanzó a la fama, más que literatura femenina habría que decir que hay escritores que escriben sobre lo que les pasa y otros que se inventan un universo. ¿Tú serías de los escritores que escriben sobre lo que les pasa?

-Creo que un poco las dos cosas. Creo que en las novelas lo que busqué es inventar un mundo. Yo no soy Catalina Ascencio. Ni siquiera me parezco del todo; hay frases que me hubiera gustado decir; inventé esa voz. Por eso es que Arráncame la vida... el tono de esa novela es irrepetible. Yo inventé a Catalina Ascencio y le dí una voz que, por supuesto, tenía que ver conmigo.

-Pero en El mundo iluminado parece claro que personajes, como Catalina Ascencio, más que una invención fueron gestaciones que te dictaban qué escribirÉ

-No sé. Cuando escribí Arráncame la vida quería escribir sobre la vida de un cacique que había condicionado la existencia, los modos de vivir y de morirse en la ciudad en que nací. Cuando yo nacía, hacía diez años que se había muerto ese hombre. Sin embargo, muchas de las formas de hacer política, de temerle a la política seguían dominando el medio en que yo crecí, y a la fecha todavía aparecen de repente en Puebla. Yo quería contar eso. Empecé a investigar quién era, cómo se enamoraba.

``Claro que, por ser yo la investigadora, me importaba cómo se enamoraba, pero también cómo concebía la política y si era un asesino o no. Como no soy historiadora, empecé a buscar con desaciertos y encontré cabos que conducían a lugares inéditos que no tenían final. Y me inventé a Catalina Ascencio. No quise pensar en la verdadera historia. Me ganó el personaje. Acabé haciendo que este hombre saliera del primer plano. Eso es algo que a mí no me cuesta trabajo entender, pero hay mucha gente que leyó Arráncame la vida como si no fuera ficción. Y son capaces de decir `es que miente'. Pero claro que miento; nunca me propuse otra cosa''.