Hace un año se especulaba con el nombre del que sería el sustituto de Miguel Mancera en la gubernatura del Banco de México pues se acercaba la fecha de su retiro; el presidente Zedillo optó por el gurú de la tecnocracia, Guillermo Ortiz. Se suponía que permanecería en el banco seis años, con opción a una reelección. Pero el PRI había perdido el control total en la Cámara de Diputados y se abrió una rendija en los oscuros negocios gubernamentales que permitió a los diputados de oposición caer en cuenta del colosal cochupo del Fobaproa. Ortiz quedó atrapado en el huracán y un heterogéneo grupo de opositores está exigiendo su cabeza. Hoy se vuelven a mencionar los nombres de los vicegobernadores José Sidaui, Jesús Marcos Yacamán y Guillermo Guemez como probables ocupantes de la silla que quedaría vacía. Falta Francisco Gil Díaz, quien ahora despacha en Avantel. También se menciona a Carlos Ruiz Sacristán, secretario de Comunicaciones y amigo cercano del presidente Zedillo, pero él maneja su propio Fobaproa Jr. (una montaña de dinero) dedicado al rescate carretero. Es un suertudo. La atención ha estado centrada en el Fobaproa grande, lo cual le ha permitido operar el otro rescate lejos del escrutinio público.
Año tormentoso
El año que Guillermo Ortiz ha estado al frente del banco ha sido de escándalo. Investigaciones de los diputados de oposición descubrieron que, por ejemplo, un hermano suyo ocupaba una importante posición en Banca Serfín hasta el día de su muerte, ocurrida en circunstancias trágicas. Esta institución, de la familia Sada, fue beneficiada en múltiples formas y más que los otros bancos. Recibió pagarés, emitidos por Fobaproa, por más de 50 mil millones de pesos. Los documentos --a juicio de los diputados-- fueron librados contraviniendo la Constitución, pues se trataría de deuda no autorizada por el Congreso. Ortiz enfrenta dos demandas de juicio político: una del PAN y otra del PRD. Sin embargo, la discusión sobre su salida del banco ha desviado la atención del punto medular del Fobaproa: ¿cómo afectará a nuestras vidas, a nuestras familias y a nuestras empresas? ¿Será cierto que México gana con el Fobapan? Sus efectos prácticos ya los estamos viviendo: el gobierno tuvo que aumentar dos veces el precio de la gasolina el mes pasado, y continuará haciéndolo mes tras mes. Tendrá que subir las tortillas, el transporte, el agua, la electricidad, el peaje de las carreteras. Deberá aumentar los impuestos o crear nuevos, como el telefónico. A la vez deberá reducir el presupuesto de la educación, distribuir menos libros de texto, hacer menos escuelas, caminos y hospitales. No le alcanza el dinero: o rescata a los banqueros o sacrifica a la gente. La indetenible caída del petróleo complica más las cosas.
Robin Hood
Un 6 de julio llegó, pues, la democracia pluripartidista a la Cámara de Diputados, pero a primera vista todavía no ha beneficiado a los mexicanos. Panistas y priístas seguramente aprobarán el Fobapan esta semana y le impondrán una carga superior a un millón de millones de pesos. El Fobapan al parecer es un Robin Hood fuera de lo común: no roba al rico para darle al pobre ni roba al pobre para darle al rico. Golpea parejo le quita a ricos y pobres para transferirle la riqueza a un selecto grupo de empresarios y políticos. El futuro es desolador; sin embargo, tal vez la democracia ganó algo: desde que Santa Anna vendió la mitad del país, los grandes negocios gubernamentales se hicieron a espaldas de la gente. El Fobapan nace frente a nuestros ojos y a plena luz del día.