Iván Restrepo
Agua y seguridad alimentaria

Por si no bastaran los numerosos estudios publicados recientemente para advertir sobre los graves problemas que ocasiona ya la escasez de agua en el mundo, en un nuevo trabajo se revela que el próximo cuarto de siglo la mayor amenaza para la seguridad alimentaria provendrá de la escasez de dicho líquido. En él se advierte que casi 80 por ciento del agua que se utiliza cada año en el planeta se destina a irrigar 17 por ciento de la superficie cultivada del mundo, pero en ella se obtiene entre 30 y 40 por ciento de los alimentos. Sin embargo, las disponibilidades del líquido disminuyen drásticamente en diversas regiones mientras cada día aumenta la población.

En el estudio, coordinado por Ismail Serageldin, alto funcionario del Banco Mundial, diversos especialistas señalan la urgencia de adoptar nuevas tecnologías que permitan aprovechar un recurso que llegó a sus límites críticos en varias regiones de Africa, Oriente Medio y Asia. Ello ha ocasionado no sólo hambrunas sino luchas sangrientas por controlar los sitios de abastecimiento. Eso sucede cuando, a diferencia de décadas anteriores, el personal técnico que trabaja en el agro dispone de mejor información sobre cómo aprovechar mejor el agua y prevenir los cambios climáticos, a fin de evitar patrones de uso irracionales y alentar un sano desarrollo agrícola. De igual forma, las élites gubernamentales que toman las decisiones de política dirigidas al sector rural, conocen las herramientas técnicas y financieras para alentar los cambios que eviten el derroche y el desperdicio en ciertas áreas productivas y grupos de población, y para dotar del servicio a quienes carecen de él.

Pero a pesar de tanta información, el futuro es de escasez, al grado que ya no es la tierra el obstáculo más importante para la producción agropecuaria, sino la falta de agua. Eso incide, por ejemplo, en la vida de más de mil millones de personas que viven en zonas áridas: de no cambiar los patrones actuales de conservación y uso del líquido, en el 2025 no lo tendrán para sembrar los cultivos que garanticen su consumo alimenticio.

Podría pensarse que las carencias de agua son generalizadas en el planeta. No es así. Como en otros rubros, abundan las desigualdades. Por un lado, los 12 países más ricos (con Estados Unidos, Canadá y los que integran la Unión Europea a la cabeza) virtualmente no tienen déficit en sus áreas de cultivo, aunque sí un enorme gasto energético por su modelo productivo. Otros países, como México, muestran una distribución desigual del líquido de acuerdo a regiones bien determinadas: de la abundancia extrema a déficit que solamente permiten obtener cosechas raquíticas. Pero con una constante generalizada allí donde hay agua: su mal uso y la contaminación originada en los asentamientos, la industria y los agroquímicos. Todo agravado por el cambio climático que ya padecemos.

Precisamente ese cambio de temperatura trae más sequía y calor, factores que disminuyen las cosechas. A este fenómeno no escaparán ni siquiera los países desarrollados que hoy no tienen problema al respecto, como Estados Unidos, y que, además, cuentan con recursos financieros y técnicos para enfrentar los problemas futuros. En algunos de ellos se analizan desde hace varios años las estrategias para conservar y utilizar mejor los acuíferos, pues los programas para ese fin no dan frutos de inmediato.

Existen en México leyes, planes y programas dirigidos al uso racional del agua. Pero a cada cambio de sexenio se comprueba que no surtieron los efectos deseados, si vemos lo que ocurre en el campo y las ciudades: pese a que nuestro país es uno de los gigantes mundiales en cuanto a superficie de riego agrícola (más de 6 millones de hectáreas), ni siquiera somos autosuficientes para cubrir la demanda de alimentos y tenemos importaciones crecientes. Mientras, agotamos los mantos acuíferos, hay déficits en los abastecimientos a las ciudades, la política de ahorro de líquido es asignatura pendiente, en el agro se privilegian las grandes áreas de irrigación en detrimento de las temporaleras; brilla por su asusencia el tratamiento de aguas residuales. En fin, caminamos hacia la crisis.