Como muchas otras personas, me atreví a creer que la argumentación en contra del voto de los mexicanos en el extranjero había tocado fondo con las desafortunadas y mal informadas declaraciones de Jorge Carpizo, Diego Valadés y nuestro secretario de Gobernación.
Pues, no. Para mi sorpresa, desde las entrañas del monstruo neoliberal que nos gobierna surge una excusa todavía mas torpe y débil, gracias al diputado Francisco Javier Santillán, miembro de la Comisión de Programación, Presupuesto y Cuenta Pública.
El diputado afirma: ``No hay recursos para hacerlo en el 2000, los connacionales que viven fuera del país deberán comprender la situación en que se encuentra su patria y aceptar que primero está la atención de los problemas de la marginación y pobreza'' (El Universal, 29-XI-1998).
Agrega que su partido, el PRI, desea hacer efectivo el derecho al sufragio de los migrantes, pero ``¿de dónde vamos a sacar el dinero para crear la infraestructura? no se lo podemos quitar a la alimentación ni a la educación y mucho menos a lo que se destinará del presupuesto federal para los segmentos de la población más desprotegidos''.
Perdón, señor diputado, pero ¿de qué país y gobierno esta usted hablando? ¿Acaso no se ha dado cuenta, o no quiere reconocer, que la marginación, pobreza, desigualdad social, desempleo, y emigración se han intensificado en los últimos años gracias a las políticas económicas de un partido que lleva siete décadas en el poder?
Precisamente, el deseo de nosotros los migrantes de participar en futuras elecciones presidenciales es para ayudar a seleccionar al mejor candidato e impedir que llegue a Los Pinos alguien que continuará empobreciendo a nuestra nación.
Nosotros, los migrantes, también sufrimos la pobreza, el desempleo, la marginación social, la falta de acceso a la educación superior, y, sobre todo, carecemos todavía del poder político para tomar control de nuestras vidas y transformar de manera adecuada el mundo que nos rodea.
Nuestro éxodo a Estados Unidos es una de las estrategias que hemos desarrollado para sobrevivir, pero pregunte usted a cualquiera de nosotros, y se informará de que el norte nunca ha sido un Edén.
Por eso añoramos retornar a México y deseamos contribuir a su desarrollo y democratización.
Nuestra lucha es por la democracia, y no se puede reducir a ninguna preferencia partidista pues, para ser sinceros, todos los partidos nos han fallado.
Luchamos por el voto porque ya estamos cansados de muchas cosas.
Ya estamos cansados de que en un sistema autoritario no exista autoridad alguna que responda a nuestros intereses o que respete nuestros derechos ciudadanos.
Ya estamos cansados de que los gobernantes sólo nos perciban como una fuente de divisas (¿se le hace poco siete mil millones de dólares por año y más de cuarenta mil millones por sexenio?).
Ya estamos cansados de tener consulados que hacen de todo, menos ayudarnos.
Ya estamos cansados de todas las mordidas que tenemos que pagar cuando regresamos a casa con nuestros raquíticos ahorros.
Ya estamos cansados de que nuestras autoridades legislen en materia de migración y nunca nos tomen en cuenta.
Ya estamos cansados de que el Congreso de la Unión, universidades públicas y otras instituciones organicen ciclos de conferencias en torno al voto y excluyan de manera consistente a la población migrante.
Ya estamos cansados de que nuestros gobernantes (y otros sectores sociales) no crean que tengamos la capacidad intelectual para entender y articular nuestros intereses.
Ya estamos cansados de no tener otra opción más que la de continuar emigrando, alejándonos de nuestros seres queridos, de nuestra patria, de nuestros muertos, de nuestros campos y barrios, de la forma de vida que deseamos y respetamos.
Ya estamos cansados de sufrir discriminación racial, explotación económica, y marginación social en Estados Unidos.
Ya estamos cansados de los abusos de empresas que lucran con nuestras necesidades, incluyendo el envío de remesas a nuestros familiares.
Y también ya estamos cansados de funcionarios insensibles y autoritarios como usted.
El voto es un instrumento que existe en las democracias para permitir a los ciudadanos tener una forma de control sobre sus vidas.
Es una forma de canalizar pacíficamente los intereses y las opiniones de la sociedad.
Nosotros valoramos el voto y deseamos ejercerlo. Por eso mismo, y por el bien de nuestro México, no permitiremos que nos lo nieguen.